1956: RICARDO DÍAZ, UN POLICÍA DE LA RESISTENCIA PERONISTA


*Por Roberto Bardini

Corre el año 1956… Villa Manuelita, un barrio pobre al sur de Rosario, a cinco cuadras de un matadero de reses instalado en 1874, es una mezcla de villa miseria, conventillos y ranchos con una sola calle principal de tierra. Amalgama de “barrio bravo” de los años treinta y “barrio obrero” de los cuarenta, también es bastión de la Resistencia Peronista.

Su denominación oficial es General San Martín, pero le llaman Villa Manuelita en recuerdo de doña Manuela Rodríguez, dueña de catorce casas con nombres de provincias argentinas que alquilaba baratas. Habitan el barrio empleadas del frigorífico Swift y trabajadores del ferrocarril, el puerto, las fábricas y los depósitos de materiales de construcción. En septiembre de 1953, durante el segundo gobierno peronista, se había creado una biblioteca con 200 libros y se organizaban concursos de pintura infantil, funciones de cine y bailes para recaudar fondos y comprar nuevos textos.

Cuentan que en ese lugar aparece en septiembre de 1955 un mensaje escrito con brea en una sábana: “Todos los países reconocen a Lonardi. Villa Manuelita no lo reconoce”. Otros dicen que el mensaje se ve una mañana de 1956, escrito con alquitrán en una pared de chapa: “Los yanquis, los rusos y las potencias reconocen a la Libertadora. Villa Manuelita no”.

En un barrio contiguo, Tablada, está el comisario Ricardo Díaz, un policía diabético que el 9 junio de 1956 se une en Rosario al levantamiento de los generales Juan José Valle y Raúl Tanco. La historia, poco conocida, la cuenta Eduardo Toniolli en “Armas para Valle”, publicada el 9 de junio de 2006 en la revista La memoria de nuestro pueblo, al cumplirse medio siglo del levantamiento peronista.

Hijo de un payaso y trapecista, dueño de un modesto circo, Díaz ha trabajado desde niño en la empresa familiar recorriendo pueblos del interior. En su adolescencia también fue payaso y actor de sainetes en los que interpretaba a famosos bandidos rurales: Juan Moreira, Mate Cocido, Bairoletto… Se casó muy joven con la hija de un militante anarquista del campo, tuvo un hijo y en 1942 llegó a Rosario, donde ingresó a la policía provincial con la idea de conseguir una ocupación fija. Hombre de ideas libertarias, hizo carrera durante el peronismo y llegó a comisario. Después del golpe de septiembre de 1955, gracias a su buena hoja de servicios no resultó perjudicado por los pases, traslados y bajas ordenados por la “revolución libertadora”.

El 9 de junio del año siguiente, Díaz está a cargo de la comisaría 16 del barrio Tablada, llamado así por los corrales con tablones de madera en los que se encerraba al ganado antes de enviarlo al matadero. El comisario les pregunta a sus subordinados si quieren unirse al levantamiento peronista; sólo acepta un policía sumariante de apellido Vigil. Entonces los dos encierran al resto de los agentes en los calabozos para no comprometerlos y se van con 14 carabinas a sumarse a otros rebeldes en el centro de la ciudad.
Tres días después, cuando la rebelión ha fracasado, son detenidos. Díaz va preso un año y medio en la Unidad Penitenciaria Nº 3, de Rosario, donde se le agrava la diabetes porque los carceleros no siempre le entregan la insulina que envía su familia.

Sale en libertad a principios de 1958. “El afuera resultó ser igual de duro para la familia Díaz: una peluquería, un salón de ventas, cualquier emprendimiento resultaba válido para pucherear, pero sobre todo para adquirir la insulina que el ex comisario precisaba para sobrellevar su diabetes”, escribe Toniolli. El ex policía logra que le paguen una magra jubilación con un grado menor y muere al poco tiempo. Y, salvo la paciente reconstrucción de Toniolli, no existe ningún otro testimonio escrito acerca de su participación en el levantamiento del general Valle.

Fuente: Bambupress

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