LA CARTA CRITICADA


*Por Eliana Valci

La siguiente, es una reflexión acerca de la polémica planteada por Alcira Argumedo en el artículo publicado el 27/01/09 en Pág. 12, y por Jorge Altamira  en la nota emitida por Lucharte el 28/01/09.

 


“Una critica política abierta a todas las corrientes ideológicas, sin censuras ni conveniencias, puede ser un factor de garantía de reformas progresistas, de evolución conveniente, sin choques tempestuosos ni irresponsables vehemencias. Alcanzar esa función es la más noble aspiración del periodismo político.”

Francisco Martínez De La Vega

 

Una misiva que no contiene sobre y que no indica a un individuo como su único receptor, pretende ser leída por un universo infinito de destinatarios, y más aún cuando el contenido de la misma tiene por objeto despertar la conciencia de aquellos y lograr así un compromiso irrefutable con la realidad circundante.

Podríamos decir entonces, que esta carta plantea una antítesis para llegar a una síntesis y lograr que ésta sea analizada, con el fin de aportar soluciones a las circunstancias a que deben enfrentarse los eventuales lectores/as. Por tanto, de esta manera se da inicio a un debate, donde todas las opiniones son válidas, sin llegar a ser verdades de rigor, lo que derivaría en un excesivo formalismo, que si va más allá podría traducirse en autoritarismo.

Sin embargo, hay quienes se han quedado en la primer fase, en la antítesis, por lo que no han comprendido el fenómeno en su conjunto, sea por no saber observarlo o mejor dicho leerlo e interpretarlo; lo que conlleva a ver fantasmas donde no los hay.

Hete aquí, que los obreros de la supina ignorancia y los estadistas analistas del comportamiento humano, creen tener una verdad más allá de la evidente coyuntura, actitud que los induce a cuestionar en forma desmedida algo tan simple como un papel escrito; considerando a sus creadores una “raza” diferente a la de los receptores. Es así como hablan en términos de milicianos y hasta mundanos, respecto de aquellos que piensan diferente, como si fuesen una especie de secta diabólica.

Por el contrario, podemos decir, evocando a la compañera Evita “que solamente con fanáticos triunfan los ideales, con fanáticos que piensen y que tengan la voluntad de hablar en cualquier momento y en cualquier circunstancia que se presente, porque el ideal vale más que la vida, y mientras no se ha dado todo por un ideal, no se ha dado nada (…) Demasiado intrascendente y mediocre sería vivir la vida si no se la diese por un ideal”. Es por ello, que les preocupa el razonamiento de quienes están convencidos de sus acciones.

No asimilan que las personas no actúen del modo en que quieren que actúen, y mucho menos que desarrollen su conducta en base al libre albedrío;  entonces se transforman en decidores de lo que  es “políticamente correcto o incorrecto”, convirtiéndose en meros juglares, alcahuetes de sus mandantes. O dicho en los términos de José Ingenieros: “Juzgan las palabras sin advertir que ellas se refieren a cosas; se convencen de lo que ya tiene un sitio marcado en su mollera y muéstrense esquivos a lo que no encaja en su espíritu. Son feligreses de la palabra; no ascienden a la idea ni conciben el ideal. Su mayor ingenio es siempre verbal y sólo llegan al chascarrillo, que es una prestidigitación de palabras; tiemblan ante los que pueden jugar con las ideas y producir esa gracia del espíritu que es la paradoja. Mediante ésta se descubren los puntos de vista que permiten conciliar los contrarios y se enseña que toda creencia es relativa a la que la cree pudiendo sus contrarias ser creídas por otros al mismo tiempo.”

Como corolario, recuerdo que un Maestro me dijo alguna vez,  “si no tienes que decir algo más bello que el silencio, mejor no digas nada”, de lo que se infiere que si no somos capaces de procesar la diversidad de visiones existentes, para que de los disensos se puedan lograr los consensos necesarios, es preferible callar a ser tenido por un nematócero.

 

*Directora Revista Ida & Vuelta

Comentarios