Norma Arrostito:EL TROFEO DE GUERRA DE LA MARINA

El 2 de diciembre de 1976 desaparecieron a Norma Arrostito
Era la fundadora de la organización Montoneros. Había participado en el secuestro del general golpista Pedro Eugenio Aramburu. Los diarios la dieron por muerta. Pero estaba detenida ilegalmente en la ESMA.


Hace 29 años, los principales diarios argentinos destacaban el 3 de diciembre en sus primeras planas que una de las líderes de la organización revolucionaria Montoneros, Norma Arrostito, había sido “muerta durante un procedimiento” en el partido bonaerense de Lomas de Zamora.
Nada parecía contradecir la información de la que se hacían eco los matutinos. Un parte militar proveía datos precisos: “El Comando de la Zona 1 informa que como resultado de las operaciones de lucha contra la subversión en desarrollo, fuerzas legales llevaron a cabo una operación el día 2 de diciembre, a las 21 horas, en (Manuel) Castro y Larrea, de la localidad de Lomas de Zamora. En esa oportunidad fue abatida la delincuente subversiva Esther Norma Arrostito de Roitvan, alias Norma, alias Gaby, una de las fundadoras y cabecillas de la banda autodenominada Montoneros.”

El diario La Razón daba precisiones acerca de los sucesos que habrían tenido lugar en el sur del Gran Buenos Aires. “El escenario del tiroteo fue una pared medianera, que circunda a un taller mecánico, a pocos centímetros de la puerta de acceso al establecimiento. Tan cerca fueron los disparos que varios de ellos pasaron el portón de hierro e hicieron trizas el parabrisa y ventanillas de la camioneta Citröen, estacionada en su interior. Según la misma fuente, desde hora más temprana varias personas que no se identificaron, exhibían en los comercios del barrio fotos de una mujer, preguntando dónde se alojaba. Presumen que era Arrostito.”

Sin obviar términos propios de la jerga castrense, el medio gráfico que dirigía Patricio Peralta Ramos proseguía: “La terrorista estaría en alguna casa de las inmediaciones que no fue allanada, porque las fuerzas combinadas sabrían que en el lugar no había reunión de elementos subversivos, sino que se trataría del domicilio de algún familiar de la mujer muerta. Asimismo, indicaron los vecinos, que el foco de la luz de mercurio -único en la cuadra- fue destrozado a balazos poco antes de que se produjera el enfrentamiento”.

A casi 30 años, una mujer que vive a media cuadra de los sucesos recuerda aquel día: “Eso fue una noche. Cerraron todas las calles y me acuerdo que mi marido tenía que entrar y no lo dejaban pasar. Hicieron todo ese operativo, pero era todo mentira”. Aunque los periódicos parecían obviarla, entre la población existía una desconfianza acerca del supuesto enfrentamiento que habría terminado con la muerte de Arrostito.

El 9 de diciembre aparecía en los kioscos de diarios, la revista Gente con una tapa muy elocuente. Una de las fotos de Arrostito publicadas en 1970 tras el ajusticiamiento del General Pedro Eugenio Aramburu llevaba un sello con la leyenda de: MUERTA (2/12/76- 21 horas). La primera plana dejaba en evidencia que el asesinato de los opositores era una mera cuestión burocrática para los militares en el poder. Y, también, que ciertos sectores del periodismo aplaudían esa metodología.

Casi ninguno de los diarios argentinos se privó de festejar las “hazañas” logradas en ese mes por las “fuerzas legales”. La Razón, se jactaba de los “golpes a la subversión”; La Opinión se enorgullecía: “Algo huele mejor en la Argentina”.

Sin embargo, los militantes de las organizaciones revolucionarias sentían el desmoronamiento que se estaba produciendo. “Yo tenía 23 años. Era muy pendeja y para mí “Gaby” era todo un símbolo. No era una compañera de militancia sino que era un símbolo de mi militancia”, sintetiza la ex detenida desaparecida Elisa Tokar.

Con la caída de Arrostito ya se habían generado seis bajas dentro de los que podían contarse como los fundadores de Montoneros. Fernando Abal Medina y Carlos Ramus habían sido asesinados en 1970 en William Morris. En otros episodios, también habían sido abatidos Emilio Maza y Carlos Capuano Martínez. También, había caído en plena dictadura lanussista José Sabino Navarro.

Sin embargo, lo que parecía claro para los medios sobre la muerte de Arrostito, no lo era para los vecinos de Larrea, entre Hipólito Yrigoyen y Manuel Castro: “En ese momento, los militares dijeron que en la otra cuadra (que sería entre la avenida Hipólito Yrigoyen y Larrea), habían matado a una extremista que era Norma Arrostito. Se vieron unas manchas de sangre contra la pared y nada más”.

Una docente que reside hace más de 30 años en esa calle afirma: “Creo que ni siquiera pusieron un cuerpo, porque a la gente que vivía enfrente, la hicieron tirar al suelo para que no miraran por la ventana. Después, llegó una ambulancia. Por eso digo que no sé ni si hubo cuerpo.”

Otros vecinos prefieren ni recordar el operativo.



Una muerta detenida


Sobrevivientes de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) reconocieron a “Gaby” en cautiverio. Todos coincidían en que había sido ferozmente torturada y que debía tener grilletes y esposas en todo momento.

Elisa Tokar, quien no había conocido personalmente a Arrostito antes de que la Marina la secuestrara, relata que en la sala de torturas vio a quien daban por muerta. “En el interrogatorio, los milicos me preguntan: `¿Qué sabés de Norma Arrostito?´. Y el subprefecto Héctor Antonio Febres o el capitán de corbeta Francis William Whamond ordena: `Que traigan a la ‘Gaby’´. Me la hacen ver, con grilletes, con esposas y con la capucha. ‘Gaby’ estaba harta de que la expusieran de esa manera: la lleven, la bajen, la traigan. Por eso cuando le sacan la capucha, les contesta muy mal a ellos.”

En el libro Recuerdo de la muerte, el escritor Miguel Bonasso narra el instante en que el militante montonero “chupado” en la Escuela de Mecánica Jaime Dri ve con vida a “Gaby”. “El `Pelado’ nunca la había conocido personalmente, pero notó inmediatamente un contraste en esa figura espectral que todos observaban. Un contraste que provocaba un malestar soterrado. Si el examen empezaba por la cabeza, se notaba que iba bien peinada y arreglada, que su vestido gris estaba limpio y planchado, como el de los detenidos libres. Si la mirada bajaba hasta los pies descubría la causa del lento caminar: como los galeotes de Capucha, tenía los tobillos aherrojados por grilletes”.

El día en el que Dri vio a la mujer que era sinónimo de Montoneros fue el 24 de diciembre de 1977. Ya había pasado más de un año desde la supuesta muerte de Arrostito cuando habría tratado de fugarse. Los secuestrados no dudaban por qué los militares habían montado esa operación de prensa.

“Ellos pensaban que probablemente con el tema de la picana, ella iba delatar. Entonces, mejor tenerla por muerta para que los otros, los que pudiesen caer, estuvieran tranquilos porque estaba muerta y no iba a poder cantar nada”, explica la maniobra militar Tokar.

Aunque Arrostito tuvo una última victoria frente a la barbarie cautelosamente planificada por los marinos. “Ella los cagó: no delató absolutamente nada. ‘Gaby’ se empastilló, ellos le sacaron la pastilla. Ella tenía otra pastilla en el corpiño, que se la tomó en la enfermería y ellos se la volvieron a sacar. Le dieron sin asco, pero no cantó nada”, revive la sobreviviente.



Los días en la Escuela de la Armada

En Sueños sobrevivientes de una montonera a pesar de la ESMA, la autora Susana Jorgelina Ramus recuerda: “(Norma) estaba siempre alegre, era un sol, los guardias la querían, todo el mundo la quería, no sé si también (el contralmirante Rubén Jacinto) Chamorro, que la iba a visitar todos los días para convencerla o para mostrarla como trofeo a las otras fuerzas”. Miembros de las otras Armas iban a verla seguido: en esas circunstancias, quedaban atrás los viejos recelos existentes entre la Armada y el Ejército, que la reclamaba constantemente porque no había olvidado lo de Aramburu.

Las visitas del director de la Escuela eran recurrentes. “A la tardecita, él la venía a saludar, venía a hablar con ella”, comenta Ramus a LA MEMORIA DE NUESTRO PUEBLO. “Se quedaba un montón de tiempo”, especifica.

Por su parte, Elisa Tokar esclarece: “‘Gaby’ era un rehén importante. Creo que había una admiración de parte del “Delfín” Chamorro: no era una mujer común. No tenía cara tampoco porque la verdad es que la hicieron mierda en las sesiones de tortura. Él sabía perfectamente que iba a terminar muerta. Si alguno de los de ahí iba a sobrevivir, ‘Gaby’ no iba a ser”. Las razones por las que la sentencia de muerte ya estaba firmada para Arrostito eran básicas. “El ejército la pedía. Era un personaje emblemático. Era la fundadora de la organización enemiga para ellos”, detalla Tokar.

A pesar de esto, los marinos vieron una oportunidad para sacar provecho de la situación. Ramus cuenta que los integrantes del grupo de tareas de la ESMA le habían propuesto un trato para salvar su vida. Norma tendría que hacer una declaración o una conferencia de prensa, diciendo que había sido tratada bien por la Marina y que la organización Montoneros había sido derrotada. A cambio, ellos le darían documentación falsa para que pudiera irse a Inglaterra. “Ella no estaba dispuesta a hacer eso. Tampoco les creía mucho porque después de haber salido en los diarios como muerta, era improbable que la dejaran viva”, recuerda su compañera de cautiverio.

Durante unos meses, la fundadora de Montoneros fue llevada al sector de oficinas, conocido como la “Pecera” a trabajar con diarios, a hacer recortes. “Ella aceptó eso para no estar todo el tiempo en su celda, no porque significara algún tipo de colaboración”, deja en claro Susana Ramus.

Arrostito estaba segura de su destino pero no por eso pensaba doblegarse. “Yo la veía como una mina muy sana mentalmente”, confiesa la sobreviviente Susana Ramus. Y agrega: “No se hacía la cabeza pensando lo que le iba a pasar o no. Era sorprendente que a ella en ningún momento la veías mal, como puede estar una persona que sabe que la van a matar”.

Quizás era su espíritu lo que hacía que Arrostito no sólo despertara el interés de los altos jefes militares. Según cuenta Elisa Tokar, había un alumno de la ESMA que oficiaba de guardia, quien hablaba mucho con la fundadora de Montoneros y hasta planeaba cómo asistirla en una posible fuga. “Era un ‘verde’ muy jovencito y muy enamoradizo. Me contaba que él le proponía escaparse. Totalmente loco. No hubiesen podido. Él hubiese muerto en el intento si la ayudaba”.

A Susana Ramus no le caben dudas acerca de la razón del enamoramiento del guardia: “Norma era encantadora”.



La sentencia

Desde luego nadie pudo cambiar el destino que los marinos habían decidido para la revolucionaria. Tokar recuerda que cuando se llevaron a Arrostito de la ESMA fue terrible para los detenidos porque sabían que no iba a volver. “Ella estaba con problemas circulatorios graves. Creo que los milicos aprovecharon la situación para darle la inyección. Pero que la inyección se la dieron, se la dieron”, revive el 15 de enero de 1978.

Susana Ramus fue una testigo privilegiada de los hechos. Ella había podido hablar dos o tres veces con “Gaby”, cuando las guardias más permisivas la dejaban acercarse al “camarote”. En esas oportunidades, Arrostito había hablado con ella de la política interna de la organización Montoneros pero también se habían hecho tiempo para que Norma le leyera el tarot.

El destino de Arrostito era adivinado por todos los demás prisioneros. Pero para Susana fue inexplicable todo lo que le tocó vivir.

Susana Ramus estaba en el salón dorado, donde era empleada en lo que Emilio Eduardo Massera llama “proceso de recuperación”, es decir, la utilización de los detenidos como mano de obra esclava. Ella estaba actualizando unas fichas cuando entra Jorge “Tigre” Acosta, alborotado: “Qué le pasa a Arrostito que está mal. Se muere. ¿Por qué no la acompañás, Jorgelina?”, gritaba.

Ramus relata los últimos momentos de “Gaby”: “A ella la traen, como agonizando, y a mí me ponen en la parte de atrás de una camioneta junto con ella. Estaba consciente pero más o menos. Me agarraba la mano, como que sabía todo lo que estaba pasando”. Pero Norma no aportó certezas sobre su estado: “No me dijo: `Me mataron ni nada ´”.

Cuando llegan al Hospital Naval bajaron a Arrostito y le golpean el corazón, como si intentaran resucitarla. Susana ya no pudo observar más porque la llevaron nuevamente a la ESMA. Pero la actuación del “Tigre” siguió. “Al rato me llama y me dice: ´Vos sabés que Arrostito no quería colaborar. Hubo que hacer esto ´.

La confusión se apoderó de Susana. Al tiempo que todos, o gran parte, de los detenidos de la ESMA se fueron enterando la terrible noticia. “Algunos compañeros sabían que a Norma le habían puesto una inyección de aire para provocarle la muerte”, recuerda con horror Ramus.

Esa era la muerte cobarde que la Armada había decidido para quien era la guerrillera más buscada de la Argentina.

TEA. Buenos Aires

Luciana Bertoia



Fuente:
Revista La Memoria de Nuestro Pueblo - Nº 19 - Año 2005

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