*Por Dante Augusto Palma
Llamando Murray a uno de
sus perros, el presidente argentino Javier Milei, rindió
homenaje a uno de sus máximos referentes: el fundador del partido
libertario estadounidense, Murray Rothbard.
Licenciado en
Matemáticas y doctorado en Economía en Columbia, quien es considerado el gran
ideólogo del anarcocapitalismo, fue un avezado polemista de la segunda
mitad del siglo XX, reconocido por sus posicionamientos radicales y por su
carácter de outsider.
El recorrido de
Rothbard es bastante ecléctico: enemigo del Estado antes que del comunismo,
este opositor a Reagan defendía una suerte de iusnaturalismo anarcocapitalista,
antibelicista y «ultrapropietario», y denunciaba la casta de funcionarios
estatales y al complejo militar industrial que gobierna Estados Unidos en
las sombras; además fue crítico de liberales y conservadores
estatistas, aunque también llegó a coquetear con las ideas de la nueva
izquierda y hasta escribió un artículo donde rescataba la figura del
Che Guevara reivindicando que tuviera al imperialismo yanqui como su principal
enemigo.
Asimismo, si bien en
plena campaña Milei inexplicablemente introdujo como tema de debate público la
venta de niños y órganos basándose en afirmaciones de Rothbard, al mismo tiempo
es justo decir que, a diferencia del presidente argentino, Rothbard
ofrecía razones para, por ejemplo, justificar el aborto, aspecto que choca
con la agenda más conservadora que Milei abraza en materia de
valores.
Es prácticamente
imposible abarcar la veintena de libros, los artículos y las entrevistas que ha
legado Rothbard. Aun así, a partir de las referencias realizadas por Milei, no
han faltado analistas que se tomaron el trabajo de conectar las ideas del presidente
argentino con fragmentos de las obras del libertario estadounidense. Sin
embargo, lo que ha sido menos explorado son las conexiones de Milei con
el costado más político, si se quiere, y menos académico, de Rothbard. La
referencia viene a cuento no solo para comprender la estrategia, la táctica, y
la forma en que Milei ejerce el poder, sino sobre todo la caracterización del
anarcocapitalismo mileista y sus diferencias con experiencias como las de
Trump.
«El
diagnóstico de Rothbard es claro: se vive en un país lastrado por un régimen
estatizante dominado por una élite»
Para avanzar en este
sentido, me serviré de un artículo que Rothbard publicara en 1992,
esto es, tres años antes de su muerte, y que titularía: Populismo de
derecha: una estrategia para el paleolibertarismo.
El diagnóstico de
Rothbard es claro: se vive en un país lastrado por un régimen estatizante
dominado por una élite gobernante en la que confluyen gobiernos, corporaciones
económicas y grupos de interés. Es decir, la casta de funcionarios que
controla el Estado cogobierna con las grandes empresas y con una serie
de tecnócratas e intelectuales que son producidos en las universidades y han
cooptado los medios de comunicación.
Para Rothbard, que para
el momento en que publicaba estas líneas ya había abandonado el partido que lo
tuvo como miembro fundador, los libertarios siempre acertaron con el
diagnóstico del problema, pero su estrategia de transformación ideológica de
las élites debía dar un paso más allá: ahora era necesario crear los propios
cuadros políticos libertarios y, sobre todo, convocar a las masas sin
mediación alguna. Naturalmente, en aquella época no existían redes
sociales, pero la irrupción de las mismas fue un instrumento fenomenal para
poder saltearse el filtro de los grandes medios. De aquí que tanto Trump como
Milei comuniquen directamente a través de sus cuentas de X, por ejemplo.
Este escenario es el
que le da pie a Rothbard para propiciar la adopción de un «populismo de
derecha» como la mejor opción que tendría para alcanzar el poder el
denominado «espacio paleolibertario», esto es, una suerte de cruce entre los
libertarios clásicos y los valores conservadores
antiestatistas.
«Un
populismo de derecha debe tener como objetivo representar a los hombres blancos
trabajadores del interior del país»
Para evitar cualquier
ambigüedad, el propio Rothbard ofrece lo que, considera, deberían ser los ocho
puntos de ese programa populista de derecha: en primer lugar, un
recorte de impuestos, incluyendo el impuesto a las ganancias; en
segundo lugar, la eliminación de las subvenciones; tercero, acabar con la idea
de discriminación positiva que, según el paleolibertario, supone brindar
privilegios a determinados grupos; el cuarto y quinto punto, refiere a «liberar
a los policías» para que se «recuperen» las calles tanto de criminales como de
vagabundos; el sexto ítem, por su parte, apunta a la directa abolición de la
reserva federal y, con ello, al mismo tiempo, un ataque a los banqueros. En
anteúltimo lugar, el punto que identificaría a Trump pero que marca una
diferencia evidente con Milei: abogar por un America First. Esto
significa, para Rothbard, «bajarse» de la globalización que estanca la economía
local y afecta a sus trabajadores, y «dejar de sostener a los vagos del
extranjero» porque eso supone ayuda indirecta a los banqueros y a la
corporación exportadora. Es que, como el propio Rothbard indica, un
populismo de derecha debe tener como objetivo representar a los rednecks,
esto es, aquellos hombres blancos trabajadores del interior del país.
Por último, el octavo
punto de la estrategia, es el llamado a promover la «defensa de los
valores familiares» reemplazando el dominio del Estado por el control
parental y promoviendo el fin de la educación pública en detrimento de la privada.
¿Cómo se lleva adelante
este programa? ¿Con la micromilitancia local y la batalla cultural en cada
asociación, en cada iglesia? Sí, pero con esa estrategia no alcanza. Más bien,
y aquí cito el último párrafo del artículo, «lo que necesitamos para
construir un nuevo movimiento paleo, especialmente en esta etapa, es un
candidato presidencial, alguien a quien todos los frentes de la derecha
anti-establishment puedan apoyar con entusiasmo».
«En
el caso de Milei, no había partido ni dirigentes que lo secundaran. Era solo
él»
Este punto parece
describir cabalmente el derrotero de Milei, incluso más que el de Trump quien,
al fin de cuentas, necesitó del Partido Republicano para erigirse como
presidente. Pero en el caso de Milei, no había partido ni dirigentes que lo
secundaran. Era solo él, un candidato capaz de canalizar un clima de
hartazgo frente a lo existente sin ninguna estructura ni grandes apoyos
económicos.
Para finalizar,
entonces, Milei parece haber seguido casi al pie de la letra la hoja de ruta
trazada por Rothbard en este artículo de 1992 y, casi 30 años después, el
resultado de las elecciones en Argentina confirma que la estrategia de abrazar
lo que aquí se indica como un «populismo de derecha», ha sido
sorprendentemente eficaz incluso contra una maquinaria de poder territorial y
cultural como es el peronismo.
Mientras el debate
acerca de cómo definir a Milei continúa y la incertidumbre sobre sus
próximos pasos son materia de especulación diaria, puede que releyendo
aquellos autores que le han servido de inspiración, incluso para bautizar a sus
perros, encontremos algunas respuestas.
*Profesor en Filosofía
y Doctor en Ciencia Política
Publicado en:
The Objetive
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