*Por Daniel Di Giacinti
“…Que a 40 años de la recuperación
democrática veamos un estado paralelo administrado por las mafias no es justo.
Ni para los que sufrieron las consecuencias de la dictadura ni tampoco para los
millones de argentinos que siguen apostando a que la democracia es la mejor
manera de vivir entre nosotros. El 24 de marzo, en el año en que se van a
cumplir 40 años de democracia, será una fecha muy importante para que
movilicemos a toda la Argentina a partir de una consigna: Argentina y
democracia sin mafias. Los argentinos nos lo merecemos…”
Cristina
Fernández de Kirchner
El llamamiento de Cristina para enfrentar a las
mafias apunta a movilizarnos en contra de un enemigo que se encuentra
embozado detrás de la formalidad de una democracia fosilizada.
Para poder enfrentar esta mafia es necesario
analizar de qué forma actúa y cómo se sostiene amparada por una sofisticada
maquinaria política que representa los intereses de una clase oligárquica
aliada a un proyecto internacional globalista y neoliberal que defiende
privilegios e intereses en contra del pueblo y de la Patria.
Esta mafia expresada por una convivencia de
sectores de la justicia, medios masivos de comunicación y fuerzas políticas
antipopulares y antinacionales manipulan la información, falsean la realidad y
pueden cooptar y engañar a la comunidad promoviendo candidaturas y
defenestrando dirigentes políticos.
Estas mafias pueden lograr sus objetivos solamente
si cuentan con pueblos adormecidos por una forma de participación política
prehistórica que provoca la existencia de un ciudadano infantilizado y
comunidades enfrentadas y disociadas. Un enfrentamiento contra estas mafias
debe ser realizado comenzando con la impugnación del sistema político que permite
su existencia. Hay una concepción política, ideológica y formas institucionales
concretas que permiten el desarrollo de estas nuevas formas de dominación
colonial y que exigen su visibilización para enfrentarlas y derrotarlas.
La grave situación que atraviesa nuestro Movimiento
con un amplio rechazo de la comunidad expresada en el crecimiento de
alternativas pro liberales, divididos detrás
de personalismos políticos y con expectativas estratégicas que no
superan la especulación electoral, nos impone la necesidad de profundizar el
análisis buscando nuevas caracterizaciones que nos permitan encontrar
un rumbo válido para nuestra Patria. Algo está pasando para qué pese a los
esfuerzos de nuestra bien intencionada acción de gobierno, la
relación con la comunidad se haya deteriorado de tal forma, que la mayoría de
nuestros dirigentes gozan del mismo rechazo de la comunidad que las del
macrismo entreguista.
Las democracias liberales se han transformado en
una herramienta que sirve perfectamente a las grandes corporaciones que dominan
al mundo, porque impiden la toma de compromiso ciudadano y la maduración de la
confianza y de formas solidarias sociales. Sobre estas comunidades se derraman
gigantescas herramientas de manipulación informativa y de distracción social.
Estas masas sin conciencia social son la base para
la existencia y eficiencia de las Mafias que transforman a las democracias en
verdaderas plutocracias. Por eso la verdadera lucha contra ellas no solamente
requiere de la denuncia de los mecanismos que desarrollan para engañar al
pueblo, sino que se debe enfrentar decididamente las formas de participación
política que las permiten.
El ascenso de los pueblos
Hoy estas nuevas herramientas de dominación
política funcionan manteniendo instituciones y formas participativas de
hace dos siglos. Hoy transitamos otros tiempos históricos con un nuevo
ciudadano y con un mundo absolutamente distinto a los de la revolución francesa
y norteamericana que dieron nacimientos a las instituciones que hoy todavía
conviven con nosotros.
Los pueblos de la actualidad distan muchos de los
pueblos de esas épocas, mayoritariamente analfabetos y sin ningún tipo de
información. El hombre de hoy ha ampliado geométricamente sus capacidades
culturales de la mano de una revolución tecnológica sin precedentes. Este nuevo
ciudadano debería participar de una forma que se le permita utilizar el enorme
caudal de discernimiento e información que hoy posee y que por el sistema de
representación actual queda reducido a elegir a otro para que decida por él.
Los sistemas de representación se consideran
eficaces cuando el ciudadano “se siente partícipe” de los acontecimientos de su
comunidad. Hoy ha quedado evidenciado que los pueblos del mundo no se sienten
representados por los sistemas políticos y saben que las elecciones muchas
veces se reducen a elegir “la soga con la cual te van a colgar”. Estos procesos
donde se termina eligiendo “lo menos peor”, lógicamente no pueden generar
ningún aumento de la confianza social, gestando ciudadanos descomprometidos y
Estados debilitados.
Por otro lado, el sistema de representación
ciudadana impide la participación colectiva porque las decisiones descansan
sobre un reducido número de dirigentes circunscriptos a los poderes ejecutivos
y legislativos. Para que la comunidad “se sienta” participando es necesario
multiplicar los ámbitos de creatividad ejecutiva para incorporar a las mismas a
todas las organizaciones sociales que surgen por doquier catapultadas por una
revolución tecnológica que ha ampliado enormemente su capacidad de análisis y
por lo tanto su necesidad de participación para resolver los problemas de
una realidad más compleja y acelerada. Difícilmente los pueblos “se sientan
representados” cuando la toma de decisiones descansa sobre un número limitado
de dirigentes transformados en una especie de casta privilegiada.
El agotamiento de las ideologías
A esto se suma el agotamiento de las ideologías
como rectores de la participación política. La revolución burguesa se construyó
detrás de una Fe en que la razón y la ciencia iban a encontrar las soluciones a
los problemas del hombre. Surgieron las interpretaciones que gestaron las
ideologías, donde filósofos y pensadores delinearon detrás de sus teorías y
concepciones las soluciones para resolver los problemas fundamentales.
Esto permitió que las ideologías ordenaran la
institucionalidad detrás de las interpretaciones que de las mismas realizaban
las fuerzas políticas, que como una vanguardia esclarecida o CEOS profesionales
dirimían los caminos a seguir. Detrás de las ideologías se enfrentaron
intereses, partidos, naciones, continuando hoy un proceso todavía no agotado.
Los pueblos eran espectadores lejanos, explotados, sin educación ni información
como para sentarse en los ámbitos de decisión. Pero la evolución tecnológica
hoy ha equiparado las potencias de la comunidad. Los pueblos se han esclarecido
y buscan participar de una forma diferente. Hoy existe un nuevo derecho humano
que es el derecho a construir su destino por parte de todos los ciudadanos. Hoy
los nuevos sistemas políticos deben dar respuesta a estas nuevas potencias
culturales para que el ciudadano vuelva a confiar y generar una nueva armonía
social.
“Ya no sirven las ideologías. Marx fue el último de
los ideólogos, la Z de las ideologías. Hoy la Revolución pasa por la doctrina.
Las ideologías les daban a los pueblos tres o cuatro líneas generales a seguir.
Los obligaban a ajustarse a un libreto para cumplir un objetivo lejano. A veces
bien intencionado, pero, por su mismo proceso, inhumano. El hombre de hoy
quiere saber qué papel juega en todo esto y aportar lo suyo. Las ideologías han
fracasado porque los problemas son diferentes. El hombre de hoy se resiste a
que se le embrete, a que se le empuje. Quiere ser hombre. La doctrina, al
integrarlo, al estimularlo, al comprenderlo, le da ese lugar que le corresponde
en la historia. Y solo así es como se puede liberar, lograr la Unión Nacional,
Regional, Continental, La Revolución Humana (…)
Se trata de que todos los argentinos construyamos
la estructura revolucionaria, que es el poder mismo. De esta forma el pueblo no
doblegará el poder, sino que lo ejercerá, será suyo. El poder no es el gobierno
político solamente. El poder surge del bienestar general y de la participación
total. Por eso en nuestra Revolución Humana no podrán existir marginados, olvidados,
parásitos o zánganos. Sera un sistema que dará plena felicidad a todos los
Hombres, Mujeres y niños de nuestro pueblo y que servirá de ejemplo para
América y para el Mundo. Ese es el camino.”
Juan Domingo Perón
El vértigo de la conflictividad creciente
La actual democracia liberal ordenada desde las
interpretaciones ideológicas de los partidos políticos, armonizan su relación
con la comunidad dando el derecho a elegir las distintas alternativas cada
cuatro o seis años ofreciendo sus propuestas sintetizadas en plataformas y
planes de gobierno. Sin embargo, la evolución política de la mano de la misma
revolución tecnológica que ha provocado el ascenso de los pueblos a las
posibilidades de su autodeterminación, ha impreso una velocidad inaudita a las
conflictividades socioeconómicas.
Este vínculo entre las fuerzas políticas y los
ciudadanos a través de sus plataformas o programas de gobierno, funcionaba
cuando la problemática social era manejable en términos de su complejidad y
desarrollo temporal. Pero el aceleramiento de la conflictividad de los procesos
sociales ha hecho añicos la posibilidad de esos acuerdos que permitían una
evolución armónica de las instituciones. Hoy se debe instrumentar una
representación que una al Estado con el ciudadano, en una relación que permita
la evolución madurativa de la comunidad mientras navega en las nuevas
conflictividades, dando respuestas inmediatas a los problemas que van surgiendo
en un mundo cada vez más caótico.
La imposición ideológica genera además una lógica
puja entre los contendientes para hacerse del gobierno. Es una lucha que
impregna de enfrentamiento permanente a la acción política. Las ideologías
cerradas y de carácter universalista no dan lugar a la reflexión constructiva
de la Comunidad. Todo depende de la interpretación de los políticos
profesionales quienes trenzados en debates cerrados y destructivos impregnan a
la comunidad con un espíritu de combate permanente, transformando a la política
en una lucha salvaje y excluyente. Una grieta donde se escabulle la capacidad
de creación de un destino común. Un verticalismo que impide la construcción
creativa y somete al ciudadano a una imposición ideológica que se
transforma en una nueva forma de opresión.
La dirigencia colonial
Esta democracia colonial es sostenida por una
dirigencia política que se ofrece como representante eficaz de los
ciudadanos quienes a través del voto delegan sus responsabilidades y
compromisos. La política se desarrolla exclusivamente a través de
sus representantes reza el lema oficial. Hoy las fuerzas de
nuestro movimiento se presentan respetuosas de los mecanismos de
participación ciudadana liberales, ofreciendo desde una
concepción política nacional y popular su propuesta. Y si bien el
kirchnerismo recuperó las fuerzas del gobierno para ponerlas al
servicio de las tres banderas históricas del peronismo, su filosofía de la
acción política liberal le impide convocar a la movilización popular que le
podrían brindar la fuerza para enfrentar a las mafias enquistadas en el sistema
y poder cumplir con sus deseos de desarrollo independiente. No se puede
construir un poder revolucionario respetando las normas de representación
liberal. Toda revolución necesita un impulso y una decisión que no se
encontrará en esa delegación liberal que permite una actitud descomprometida,
distante, abierta al consumismo y al materialismo individualista. Es decir, si
nos presentamos ante nuestra comunidad con el lema liberal de “votame a mí que
te voy a resolver los problemas”, más allá de las buenas intenciones no
sumaremos poder real sino circunstancial.
La alternativa que presentamos a nuestra
comunidad desde el Frente de Todos está impregnada de una mirada correcta, pero
la forma de exponerla impide al pueblo algún tipo de participación que lo
aliente a la movilización. Es la típica actitud de la vanguardia esclarecida
que le explica al pueblo cual es la revolución, cuál es el camino a seguir. De
alguna forma repetimos la misma actitud antipopular de los liberales sin
dejarle al pueblo ninguna participación real más allá del voto.
El mecanismo colonial es simple, mantener las
antiguas formas de representación que garantizan un pueblo sin conciencia
social, sin posibilidad de maduración de solidaridades colectivas, dando rienda
suelta a sus mecanismos de manipulación informativa y brindando a esa masa, un
camino donde un individualismo acérrimo garantizará el enfrentamiento y la
disociación social.
Una revolución que pretenda imponer una nueva forma
de representación democrática en cambio, deberá coordinar el esfuerzo de toda
la comunidad, su pueblo, sus instituciones y sus fuerzas políticas. Cada sector
tendrá su área de prédica para actuar y esa lucha no finalizará con el triunfo
electoral, sino con el desplazamiento de todo el sistema político anterior. Posicionarnos
en cambio como un partido democrático que forma parte de la
democracia colonial reduce el sentido participativo de la Comunidad en el
esfuerzo transformador. Si reducimos la lucha a acceder al gobierno como
un partido liberal más, sacamos de la cancha a las instituciones sociales
que deberán hacer cola para colocar algún candidato para las listas, el pueblo
quedará en una actitud expectante y desmovilizada y la mística de los
militantes que participen en la lucha será la de ascender en la carrera del
funcionariado profesional.
Pero además hay algo más grave. Asumirnos como un
Partido terminará atando al peronismo al destino catastrófico de los
movimientos progresistas qué como los socialismos europeos, han fracasado
rotundamente hundiéndose en el escepticismo y abriendo las puertas a la
reacción corporativa. Debemos evitar que el futuro de nuestro continente atado
al deterioro institucional de la democracia liberal, entre en un proceso
de agotamiento y disociación política y social cómo peligrosamente asoma como
posibilidad en Chile, Perú, Bolivia y Venezuela.
El camino del peronismo
El peronismo es una nueva forma de democracia que
intenta resolver los problemas planteados por la evolución política y el
ascenso de los pueblos a un rol protagónico que la democracia liberal le niega.
El peronismo es un movimiento político que quiere dejar atrás el verticalismo
opresor de las ideologías racionalistas abriendo la esperanza de la
autodeterminación popular. Ordenar las capacidades creativas de la comunidad le
da el nombre a nuestra propuesta ideológica para la nueva democracia: La
Comunidad Organizada, escrito por Juan Perón en los albores de nuestra
revolución marca el objetivo estratégico de nuestro movimiento.
Quizás una de las cosas más difíciles de comprender
de este pensamiento revolucionario es su dinámica autodeterminante. No estamos
ordenados por una ideología cerrada que nos brinda una solución pre elaborada,
sino que nos organizamos para brindarle al pueblo un sistema que le permita ir
construyendo y creando su destino. No hay modelos prefijados, por eso no somos
de izquierda ni de derecha, seremos los que la comunidad decida, y que no
sabemos qué será. Esta incertidumbre quizás sea uno de los elementos más
difíciles de asumir, porque venimos de los caminos trazados desde las
ideologías que brindaban una certidumbre desde sus proyecciones teóricas. Los
procesos autodeterminantes no tendrán eso, y deberán suplantar esa fe
en el racionalismo iluminado por una nueva fe en las
capacidades de los pueblos. Por eso el peronismo es un renovado
humanismo que se sostiene por una fe en los trabajadores como basamento moral y
ético de las nuevas identidades que el pueblo irá construyendo. Por eso
reafirmamos lo que nuestras verdades peronistas dicen: lo mejor que
tenemos es el pueblo.
Nuestra propuesta autodeterminante sin embargo no
se basa en una acción asamblearia donde nos agrupamos para analizar todo
siempre de cero, sino que tenemos una serie de herramientas y de mecanismos que
proponemos para poner en marcha las nuevas formas participativas.
En 1950 luego de casi una década de lucha
anticolonialista, el Gral. Perón interpretó los principios que motorizaron la
lucha por construir un camino de liberación y los sintetizó en una doctrina
política, para que ese proceso autodeterminante tuviera un basamento conceptual
para ordenar la creatividad común y ponerla a salvo de las disociaciones que
podría provocar el asambleísmo inconducente.
El basamento conceptual sería fundamental para
ordenar la enorme diversificación de intereses que conforman las comunidades
modernas. Unirnos detrás de una doctrina común permite ordenar la capacidad
creativa respetando el libre albedrío individual y colectivo, garantizando que
ese proceso transformador tenga una identidad anticolonialista, nacional y
popular.
El peronismo propone a su patria una democracia con
una forma participativa distinta, organizada detrás de tres banderas comunes
que son la justicia social, la independencia económica y la
soberanía política y sólo el acuerdo de la comunidad en estos
principios doctrinarios podrá poner en marcha al pueblo creando su
destino.
Claro que esta nueva forma participativa necesita
que esa doctrina sea el basamento común para todos los
argentinos o para la mayoría de ellos. No es algo partidario ofrecido como
identidad para lograr el voto, es una herramienta de organización espiritual
para todos los decididos a construir algo nuevo, algo trascendente. Debemos
conformar un nuevo espíritu nacional impregnado por la fuerte identidad que nos
brindan nuestras tres banderas históricas. Todos los argentinos inmersos en
estos principios podrán darse a la tarea de construir una nueva Nación, cuyas
características deberán ser articuladas y coordinadas por una nueva
dirigencia y por renovadas instituciones republicanas que deberán ponerse en
marcha y que el Movimiento peronista tiene la obligación de predicar y
desarrollar.
Por eso somos un Movimiento. Porque queremos
imponer un nuevo espíritu de participación popular, una nueva democracia sostenida
por un nuevo concepto de dirigente y nuevas instituciones políticas que lo
conduzcan a la construcción de un nuevo destino como nación que deberá ser
decidido por todo el pueblo.
“…En primer lugar, nada se edifica sin claridad de
objetivos, sobre la base de una ideología común que reúna a hombres que sienten
de la misma manera, lo que se considera fundamental para el país. Sabemos que
esto se concreta en una doctrina que abre un amplio espacio de coincidencia
aceptado por la mayoría de la comunidad para ponerlo en práctica en su
organización.
Es necesario, además, instaurar un inalienable
principio de objetividad. Que la organización sea objetiva significa que todo
fundamento de estructuración debe prescindir de abstracciones subjetivas,
recordando que la realidad es la única verdad. Y no puedo pensar otro criterio
de objetividad que no sea la presencia de la voluntad del pueblo como guardián
de su propio destino.”
Juan Perón. Modelo Argentino
Necesitamos para eso un nuevo concepto de
dirigente. Un dirigente que no se presente como el dueño de la verdad sino como
un coordinador, como un conductor de la potencia común. Para ello lo primero es
transparentar su forma de pensar y exponer ante el pueblo los principios que
propone para articular las nuevas formas representativas. No existe forma de
poner en marcha un proceso autodeterminante sin el acuerdo sobre los principios
comunes que permitan articular los deseos del pueblo con las nuevas
dirigencias. Por eso el peronismo conducido por Juan Perón batalló durante
décadas para lograr adoctrinar a su pueblo sobre sus tres banderas
fundamentales, para que sirvieran de eje fundador de esa nueva democracia
popular. Por eso Perón se atrevió a incluirlas en el preámbulo de la
constitución de 1949 ya que las consideraba la base de una nueva identidad
nacional. Los nuevos dirigentes deben presentarse humildemente a su pueblo como
predicadores de una nueva democracia ordenada desde esos principios comunes, a
los que ellos también deben entregarse explícitamente, despojándose de
cualquier actitud vanguardista.
Por eso insistimos, somos un movimiento político
que quiere poner en marcha una nueva democracia. No nos debemos enfrentar a
nuestros enemigos presentándonos como un partido sostenido por formas
participativas que garantizan la dominación colonial, sino que debemos plantear
algo nuevo que le lleve a nuestro pueblo la esperanza de una Argentina
distinta, moderna, dinámica y transformadora, abriendo el camino a un
desarrollo sustentable. Un esfuerzo sostenido por una nueva Unidad Nacional
basada en el crecimiento de la confianza ciudadana detrás de un proceso de
crecimiento de la solidaridad social.
Las nuevas instituciones
Las instituciones de la democracia liberal también
son sostenidas por el espíritu verticalista y de imposición ideológica y ante
la ausencia de construcciones comunes toda la comunidad está organizada para la
defensa de sus intereses sectoriales. Todos contra todos.
La democracia integrada abre el camino del diálogo
comunitario convocado por el Papa Francisco en Fratelli Tutti.
Para eso además de principios comunes debemos tener instituciones políticas que
promuevan ese ejercicio de diálogo creativo y lo sostengan en el tiempo. En las
democracias liberales los ámbitos de acción ejecutiva son exclusivos de quienes
ganan la elección. Son la presa y el botín a lograr. En la nueva democracia
estas áreas de decisión ejecutiva deben ser abiertas al conjunto de la
comunidad para que todas puedan participar y tomar el compromiso de delinear
los nuevos planes de la Nación que deberán compartirse con el pueblo a través
de una adecuada planificación. Estas organizaciones hoy ordenadas
detrás de la defensa de sus intereses sectoriales deberán tener una nueva
perspectiva para armonizarlos y supeditarlos a los intereses de la Nación,
desarrollando un nuevo ámbito de solidaridad nacional que cimentará el camino
de la unidad de los argentinos.
La democracia integrada
La nueva democracia sólo se podrá poner en marcha
si además del basamento doctrinario común y la ampliación de las áreas
ejecutivas a las organizaciones sociales existe un acuerdo fundacional de las
fuerzas políticas que puedan delinear un objetivo estratégico como Nación,
abandonando el enfrentamiento ideológico permanente. Esta propuesta fue
presentada por Juan Perón en su tercer gobierno y lo denominó Democracia
Integrada. Esto no atenta sobre la diversidad ideológica de las fuerzas
políticas que deben alimentar la nueva democracia. Simplemente se trata de que
los partidos abandonen el camino del debate cerrado, para ponerse de acuerdo en
objetivos estratégicos que tengan la amplitud suficiente para abarcar toda su
diversidad ideológica y que permitan trastocar el enfrentamiento destructivo
por un diálogo constructivo. Se trata de un acuerdo fundacional que permita
poner en marcha una nueva diversidad política para dialogar sobre el mejor
camino para lograr lo que todos queremos.
“…La política, hoy, ya no son dos trincheras en
cada una de las cuales está uno armado para pelear con el otro. Este mundo
moderno ha creado necesidades, y los pueblos no se pueden dar el lujo ya de
politiquear. Esos tiempos han pasado; vienen épocas de democracias integradas
en las que todos luchan con un objetivo común, manteniendo su individualidad,
sus ideas, sus doctrinas y sus ideologías, pero todos trabajando para un fin
común. Ya nadie puede tratar de hacer una oposición sistemática y negativa,
porque los países no pueden ya aguantar una actitud política semejante…”
Juan Domingo Perón. 2 de agosto de
1973.
El acuerdo fundacional no debe ser un objetivo
cerrado, debe ser un acuerdo sobre puntos estratégicos claves y
fundamentalmente sobre los principios comunes que alumbrarán la incorporación
del resto de las fuerzas sociales del país y a la comunidad toda a la
construcción común. Los Partidos podrán enriquecer ese sendero acompañando la
conflictividad coyuntural con distintos acentos de acuerdo a sus miradas
ideológicas. La evolución política no es una línea recta, sino que
presenta sinuosidades y escollos que podrán ser sujeto de distintas
interpretaciones para resolverlos. Habrá momentos de expansión económica, y
otros de contracción, habrá momentos de profundización de derechos sociales y
momentos de esfuerzos y de cooperación compartida. Nada es lineal en la
política y todo el juego democrático debe sostenerse para ir acompañando el
desarrollo constructivo de una nueva Nación.
Conclusiones
Las oligarquías y sus herramientas mafiosas
aprovechan la debilidad del sistema de representación ciudadana para mantener a
las comunidades en un estado de infantilismo político y poder dar rienda suelta
a todos sus mecanismos de control y manipulación social.
Si nos planteamos un enfrentamiento contra estas
mafias debemos articular una alternativa que además de acciones de gobierno, se
organice para poner en marcha una democracia distinta que reemplace a la falsa
democracia que sólo se sostiene con el enfrentamiento permanente entre
argentinos.
No somos un partido progresista dentro del sistema
democrático liberal. Somos un movimiento político que propone una nueva
Argentina y que no quiere compartir el tratamiento colonial que el liberalismo
le impone al ciudadano. Nuestro pueblo no merece ser cosificado por esta
alternativa que impide el crecimiento de su cultura social insectificándolo.
Queremos un pueblo libre de decidir y crear su propio modelo de comunidad sin
imposiciones ideológicas de ningún tipo.
Queremos una nueva democracia donde el pueblo tenga
el privilegio de hacerse cargo de los problemas de la Nación y que pueda
ejercer un nuevo derecho humano que es el derecho a crear su destino.
Si nos organizamos para ganar la próxima contienda
electoral, seguramente la perderemos.
Si nos organizamos para convocar a los argentinos a
construir una nueva democracia, pondremos en marcha un Movimiento
revolucionario que podrá incorporar y movilizar a todos los que deseen
liberarse de las nuevas pretensiones colonialistas. En ese camino podremos
convocar a una unidad estratégica al conjunto del movimiento nacional y afrontar
las elecciones con un poder político en crecimiento y con una mística
revolucionaria que supere el estímulo especulativo funcionarial de la repartija
de las listas o una resistencia desordenada provocada por el temor al retorno
del Macrismo y sus mafias al poder.
Este 24 de marzo nos movilizamos para defender
una patria justa, libre y soberana, sin mafias ni explotadores.
Debemos llevar a los argentinos la esperanza de que una nueva forma de
representación ciudadana es posible. Sólo de esa forma lograremos aumentar
nuestras fuerzas y derrotar definitivamente a las mafias y los grupos políticos
aliados con los intereses extranjeros que pretenden dominarnos.
¡PATRIA Sí! ¡COLONIA NO!
¡PERON NOS ESPERA EN EL FUTURO!
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