*Por Carancho Ramírez
Anyelville nunca nos mezquinó sus esquinas de
barrio pobre y siempre colgó para la
vagancia en el cielo del trasnoche en bandolera, un terrón
que le afanaba lumbre al Dios de los Incas. En ése espacio del barrio Sur donde fuimos felices escuchamos
cuando niños a una mujer moribunda gritar… ¡Volveré y seré Millones…! La vimos pasar erguida sobre un alzaprima
tirado por los hombres de los pulgares sabios. Allí en ésa misma esquina, su Líder, su amante, su compañero pasó por
nuestras vidas como un personaje intemporal, un súper hombre, una sombra, un mito, un vagabundo que acumulaba
en su bagayos racionales, ciclos
históricos pasados y alumbraba con su sabia
mirada los siglos por venir, marcando la caída de los imperios. Algunos lo
vieron al Viejo hacer un círculo con sus manos de gigante en la bocacalle como
signo de un territorio sagrado, un espacio que nos pertenecía. Las campanas de
Santa Teresita, repicaron lastimeras y destempladas cuando los relojes marcaron
las 20 y 25. Noche mala, esa de Julio. Un frío extraño atravesaba los
Championes y los Rompevientos de la Fundación. Para colmo la luna se puso un
rebozo oscuro y se marchó de nuestra esquina para llorar con las lloronas del barrio en altares caseros. Al sur del barrio sur el horizonte se enlutó y
las luces del rancherío le daban apariencia de un piquete nocturno de enfermos
de lepra sosteniendo sus antorchas y sus estigmas. Nuestros viejos chaqueñeros
curtidos en las calderas o en las estibas, hicieron correr la voz en el barrio taninero de que Ella dijo que volvería. Después nuestra esquina cayó herida por las esquirlas
de la libertadora. Nos robaron la dicha que nos regaló Ella, derrumbando el
Estado Justicialista, columna de una sociedad solidaria y de una Argentina soberana. Quisieron barrernos de nuestra esquina
de sueños baratos. Pero ya teníamos el regreso
del mito y el mandato de Evita. Habíamos comprendido el mensaje escrito en el
piso de tierra por aquel Viejo caminante de la historia en ésa esquina de Anyelville. Era la patria,
nuestra patria, la Patria de Octubre, la que Ella amó hasta el martirio. La
Patria que hoy está de pie, porque en éste siglo Néstor y Cristina con memoria y coraje, ayudaron a juntar sus
retazos dispersos de dignidad, de justicia social, de soberanía política y de
hermandad latinoamericana. Hace una década la esquina es nuestra.
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