ARGENTINA: ELECCIONES DEL 24 DE FEBRERO DE 1946

Y el pueblo supo votar


*Por Raúl Isman

Braden o Perón.
Frase de de campaña.

La imagen del dirigente conservador con gesto adusto, calva reluciente y solemne ademán de censor exclamando "sepa el pueblo votar" fue tomada de la realidad y popularizada por el cine argentino, desde por lo menos la década de los ’40. En realidad, cuando decían que el pueblo supiere utilizar el derecho al sufragio, apenas querían afirmar que las fuerzas del privilegio debían resultar favorecidas por el veredicto de las urnas. A lo largo de la historia universal se pueden mencionar infinidad de ejemplos en que los pueblos usaron con conciencia y eficacia el arma electoral y otras, en que fueron utilizados como comparsa por sus victimarios. Por tales razones, nos parece que no pueden ser aceptadas a pie juntillas frases del tipo el "pueblo nunca se equivoca". En la siguiente nota, nos referiremos a la elección presidencial realizada en 1946 hace más de seis décadas en la que, sin dudas, las fuerzas populares no fallaron en su percepción política: los trabajadores se pronunciaron abrumadora y mayoritariamente por la continuidad del proceso, por entonces incipiente, conducido por Juan Domingo Perón. Los trazos principales del texto fueron tipeados hace casi un lustro y ahora actualizados al cumplirse 66 años del comicio.

Para abordar una comprensión más abarcadora, realista y científica de los procesos históricos es preciso desechar la creencia mágica en el papel omnipotente e infalible de los grandes hombres, tan al uso de la historiografía liberal y positivista. Por el contrario, las sociedades son construidas por la conflictiva interacción entre todos los hombres y mujeres, identificados en clases sociales, partidos políticos y otras formas de organización. Por cierto que en desiguales condiciones; según sean sectores del poder, fuerzas populares, grupos intelectuales o los agrupamientos que fueren. De modo que partiremos del contexto general de la sociedad argentina, desde por lo menos la crisis de 1930, para comprender que es lo que se debatía en la elección que se realiza el 24 de febrero de 1946. La creencia que la acción manipuladora de Perón digitó maquiavélicamente los hilos de la política argentina es un modo de mantener prejuicios gorilas, pero que no hace ningún aporte para una comprensión científica del pasado. Semejante interpretación, plena de indigencia intelectual, es desarrollada incansablemente por Juan José Sebrelli, entre otros primates, desde un programa de cable. En nuestro país, la referida crisis abrió un nuevo ciclo histórico, cuyas características salientes mencionaremos. Pero no debemos dejar de nombrar en principio que se abrió la etapa del crecimiento industrial. Pero desde el punto de vista político lo destacable fue que el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen fue reemplazado por un gobierno militar.

Los objetivos más importantes de los golpistas fueron cerrar la apertura democrática abierta en 1912 con la ley Sáenz Peña y volver a implantar la forma clásica del sistema agro-exportador; es decir, que nuestro país adquiriese en el Reino Unido los bienes industriales que consumiese y los pagase con exportaciones provenientes del campo. Pero las circunstancias del mundo habían cambiado e Inglaterra ya no podía absorber los bienes agrícolas como antes de 1929. La oligarquía argentina lejos de amilanarse; mediante el pacto Roca-Runciman (llamado por Arturo Jauretche estatuto legal del coloniaje) firmado en 1933 entregó resortes muy importantes de la economía al capital británico, a cambio de cuotas preferenciales para la compra de carnes argentinas. Esto tampoco alcanzó y la propia clase dominante- imposibilitada por lo ya analizado de seguir importando bienes industriales- comenzó a impulsar un proceso de industrialización por substitución de importaciones. Desde su nacimiento, las industrias necesitaron la protección del estado, modelo que comenzó en la década del ’30 y alcanzo su consolidación con la llegada al poder del general Juan Domingo Perón. La segunda guerra mundial (1939-1945), además, implicó de hecho una protección adicional para los bienes manufactureros argentinos.

No es ocioso destacar que el proceso de industrialización substitutiva es una situación común a casi toda América Latina; durante la etapa que comienza hacia la década del ’30 y se cierra hacia fines de los ’50, con el auge de las políticas desarrollistas. Por otra parte, las dificultades de la economía agraria impulsaron un proceso de migraciones internas. Grandes masas de personas se desplazaron desde la Argentina profunda y periférica hacia las grandes ciudades, básicamente Buenos Aires y Rosario. Cambia la composición étnica y cultural de las clases obreras, hasta entonces compuestas en gran medida por trabajadores provenientes de Europa. De acuerdo con las investigaciones del sociólogo Gino Germani, el inicio de los traslados desde el interior se da hacia 1935. Además, existe un prolongado debate en ámbitos historiográficos acerca de la importancia asignada por este autor a la relación entre los nuevos migrantes y la génesis del peronismo. Volcar una mínima sinopsis de esta polémica haría demasiado extensa la nota presente.

Por otra parte, el escandaloso fraude que la oligarquía preparaba fue desbaratado por el golpe de 1943, impulsado por la logia industrialista conocida como G.O.U. (Grupo Oficiales Unidos o Grupo Obra Unificación). La población nada hizo por defender una democracia que sólo portaba como cáscara vacía el nombre de tal. En el habitual reparto de puestos correspondiente a todo gobierno, parece ser que nadie reclamó el cargo de Secretario de Trabajo y Previsión Social, asumido por el entonces coronel Juan Domingo Perón. Con semejante opción demostró la fina sensibilidad que sólo los muy necios no le reconocerían. Desde allí, supo imprimirle inusual dinamismo a la gestión, favoreciendo sistemáticamente que los trabajadores alcanzasen importantes reivindicaciones, plasmadas en los hechos y legalmente, con la consiguiente mejoría en su nivel de vida. El impulso dado a la sindicalización de los asalariados implico la realización, en los hechos, de derechos sustanciales. Coincidían de tal modo las necesidades de fortalecer el mercado interno, consolidar la industria y alcanzar condiciones de vida mínima para los sectores postergados, objetivos en los que coincidían, aunque fuera transitoriamente, empresarios orientados al mercado interno, obreros y militares industrialistas.

El gobierno militar- que distaba mucho de ser una fuerza políticamente homogénea- se vio arrastrado por debates referidos a conflictos lejanos y exógenos a la realidad argentina; como los relativos al final de la segunda guerra. Se trataba de la dicotomía nazismo-democracia, que no era una cuestión ni acuciante ni urgente en nuestro país. La figura de Perón- que no ocultaba sus pretensiones políticas- alcanzó un protagonismo central: a su cargo le sumó los de Vicepresidente de la Nación y Ministro de Guerra; es decir, primero en la línea de sucesión al ejecutivo y capacidad de control de las tropas en un gobierno militar. Se formó contra él una vasta coalición de fuerzas sociales, políticas y aún militares que logró desplazarlo y forzó su detención. En gran parte, será el conglomerado que resultará derrotado en la elección que analizamos, realizada menos de un semestre después.

Los sucesos posteriores son ampliamente conocidos: detenido Perón, la C.G.T. convoca a un paro general el 18 de octubre de 1945. Los trabajadores aceptaron el llamado, pero se anticiparon saliendo a la calle el 17. Fuera de toda discusión, la fecha quedó para la historia como natalicio de un nuevo movimiento: el peronismo. Las mayorías oprimidas (y silenciadas) se despacharon con una jornada memorable que implicó una bisagra en la historia nacional. El (mejor) peronismo pareció encarnar la necesidad de ser la voz de los que habían sido enmudecidos por el poder. Es ocioso polemizar acerca si la jornada de lucha fue por causa de las reivindicaciones amenazadas por la reacción oligárquica o en defensa de la figura de Perón. Una mirada penetrante constataría varias cuestiones. La primera es que no había diferencias- en la óptica de los trabajadores- entre defender al coronel y la lucha por la continuidad de las incuestionables mejorías visibles en la situación obrera. Pero además, quedaba claro que las fuerzas del trabajo eran el núcleo central de la coalición industrialista que se estaba gestando, o, para decirlo en otras palabras, del frente nacional: el conglomerado que debía sustentar el desarrollo del país. Oponerse a Perón significaba- más aún en los términos en que se manifestaron los diversos partidos de izquierda, como el P:C.y el P.S.. - oponerse a su proyecto autónomo e industrialista y favorecer a la oligarquía y al imperialismo, los principales beneficiarios, responsables y tributarios del atraso de la economía (y de la sociedad) argentina. Veremos un poco más adelante como se verificaron nuestros dichos.

La pueblada logró la libertad de Perón y casi simultáneamente el llamado a elecciones. El coronel armó una coalición en la que se destacaba una fuerza de origen sindical (el Partido Laborista que logró la mayor cantidad de sufragios en el comicio), un conjunto de fuerzas con raigambre en el interior del país y una pequeña fracción de la Unión Cívica Radical (U.C.R.), que pretendía mantenerse ligada a las mejores tradiciones nacionales y democráticas del Yrigoyenismo. De hecho fueron los radicales de Fuerza de Orientación Radical de la joven Argentina (F.O.R.J.A.) quienes actuaron como enlace entre las mejores tradiciones yrigoyenistas y el nuevo movimiento al aportar diversos contenidos (defensa del patrimonio nacional, afirmación de la identidad cultural, democracia de contenido y no puramente formal, entre otros) que el (mejor) peronismo internalizó como propio.

En la vereda de enfrente, la mayor parte de la U.C.R., el fraudulento Partido Conservador y los llamados partidos obreros: el Partido Comunista (P.C.) y el Socialista (P.S.) todos unidos bajo el mote de Unión Democrática. Los objetivos de la alianza referidos estaban enmascarados hipócritamente como defensa de la democracia, pero en realidad, no eran otros que cerrar el rumbo industrialista de la economía y provocar un retroceso contundente en la mejoría de la condición obrera. La conducción ideológica y política la realizaba el embajador norteamericano Spriulle Braden y en lo interno, los sectores terratenientes. Por otra parte, llamar Unión Democrática a un conglomerado en el que se hallaban los conservadores- gestores de fraudes escandalosos durante la década (infame) del ’30 y también en otras etapas de la historia argentina- no era una exageración, se trataba más bien de una grotesca falsificación histórica que los partidos de izquierda no han comprendido aún; tanto en las implicancias referidas a la época, como en sus resonancias actuales. Y alienados y empujados por la dirigencia soviética (que subordinaba el desarrollo de los destacamentos nacionales a las necesidades "de la Patria del Socialismo"), la dirigencia del P.C. había calificado en términos impropios por su contenido racista a las masas que se habían movilizado el 17; llegando inclusive a una verdadera defenestración social, luego de haberse ofrecido para reprimir la sublevación popular. En su declaración del 21 de octubre se lee "El malón peronista -con protección oficial y asesoramiento policial que azotó al país ha provocado rápidamente -por su gravedad- la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la República en millares de protestas. Hoy la Nación en su conjunto tiene clara conciencia del peligro que entraña el peronismo y de la urgencia de ponerle fin. Se plantea así para los militantes de nuestro Partido una serie de tareas que, para mayor claridad, hemos agrupado en dos rangos: higienización democrática y clarificación política". Defenestrar una auténtica movilización de los trabajadores (que habían calificado como realizada por lúmpenes), impulsar la represión y colocarse bajo la conducción de la oligarquía no son errores menores. Para peor, resulta igualmente criticable atar la orientación de los trabajadores a situaciones que no corresponden a la conflictividad real del país. La condición de Partido de vanguardia o verdadera representación de los trabajadores no es conferida por encargos ideológicos o por espíritu santo ninguno. Más bien se gana en la práctica y se refrenda con la consecuencia de una trayectoria. A más de seis décadas de tales desaguisados, la autocrítica brilla por su ausencia y resulta verdaderamente ocioso esperarla en algunas de tales tradiciones. Otras hanavanzado en una ruptura crítica con ese pasado oprobioso. Fascismo contra democracia- lo hemos dicho, pero nunca está de más repetirlo- no era la contradicción decisiva en nuestra sociedad, sino la ratificación o el retroceso del rumbo económico social asumido por el gobierno militar nacido en 1943 (caracterizado por crecimiento industrial, autonomía del país, defensa del mercado interno, ampliación de los derechos sociales y la inclusión política, entre otros aspectos). Los Partidos de izquierda hicieron su opción en el marco de esas, las verdaderas contradicciones del país y nunca más se recuperaron de la debacle que les causó semejante dislate. No era menester seguir incondicionalmente el proyecto de Perón para estar con el pueblo en aquel ya lejano 1945. Pero si era obligación no oponerse cerrilmente, porqué significaba, de hecho, aliarse con los enemigos de los trabajadores.

Parafraseando a Arturo Jauretche, podemos decir que el pueblo, llegado el momento de emitir el sufragio, no se equivocó. "El subsuelo de la patria sublevado" ratificó el rumbo que había hecho de Perón la figura central de la política argentina, lugar que no dejó de ocupar ni siquiera ya muerto. Los que fallaron fueron los que se auto-adjudicaron la condición de vanguardia del proletariado, cuando sólo eran comparsa de la oligarquía. Fue la primera pero no la última vez, que coincidieron con los peores intereses. Pero esto ya es el tema de notas futuras.

*Docente. Escritor.
Columnista del Noticiero televisivo
Señal de Noticias y
del programa radial periodismo consentido.
Colaborador habitual del
periódico Socialista “el Ideal”
Director de la revista
Electrónica Redacción popular.
raulisman@yahoo.com.ar

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