*Por Alberto Lettieri
En los
últimos meses, la agenda política ha incluido como uno de sus ítems mas
destacados la cuestión de la “construcción del relato”, tema que adquiere una
importancia superlativa en el marco de la elaboración de un modelo político,
social y económico superador del proyecto oligárquico preponderante a lo largo
de nuestra historia como país independiente.
La “construcción
del relato”, en si, puede considerarse como una discusión académica, en la
medida en que lo que se trata es de definir una matriz de interpretación de
nuestro pasado, que permita legitimar y potenciar un modelo democrático y
nacional, que permita reemplazar la
tradicional concentración de la riqueza y la propiedad que experimento nuestro país,
excepción hecha de los gobiernos de Juan D. Perón y del régimen que comenzó a forjarse a partir de la crisis de 2001.
Sin
embargo, y justamente por su resonancia en el universo político y social de la nación,
esta cuestión en principio académica encuentra naturalmente su caja de
resonancia en la opinión pública. Por ese motivo, afortunadamente, los debates históricos,
y la historia en general, se han convertido en protagonistas activos de la vida
pública nacional, en reemplazo de la pizza con champagne y las dolorosas
relaciones carnales de los 90.
Es por este
motivo que, en los últimos meses, la creación de un Instituto revisionista –el
Dorrego-, genero urticaria dentro de la prensa oligopólica, y sus obedientes
intelectuales a sueldo, para quienes en 1983 la democracia “anidaba” en el
pueblo, y ahora paso a “anidar” en los intereses de los media de prensa mas
concentrados.
De este
modo, los Sabatos, Romeros y Sarlos salieron a denunciar sin argumentos la
iniciativa oficial, con argumentos vanos que encubrían la cuestión de fondo: el
interés desembozado de las corporaciones por evitar explicaciones alternativas
del pasado nacional, capaces de legitimar las bases de una sociedad realmente democrática.
En un
capitulo siguiente de esa disputa, el profesor Romero denuncio el autoritarismo
de las autoridades del Conicet, calificando como aberrante una actitud
naturalmente lógica: el directorio del Conicet se limito a aclarar que las
opiniones vertidas por los investigadores de la institución eran exclusivamente
personales, y que solo debían interpretarse como institucionales las
expresiones formuladas por sus canales orgánicos.
Romero fue
aun mas lejos, y alerto sin fundamentos sobre la similitud del comunicado con
los emanados de la dictadura cívico-militar de 1976-83, materia sobre la cual Romero, ciertamente, conoce al dedillo…
La ofensiva
contra el nuevo relato incluyo, en los últimos días, un nuevo capitulo. La evaluación
negativa de la presentación a carrera de un militante caracterizado de una
agrupación de izquierda troskista, motivo un revuelo considerable dentro de los
medios oligopólicos. Confirmando aquello de que los polos opuestos se atraen,
el modelo nacional y popular recibe ahora el ataque estratégico de parte de los
extremos, unidos en una bizarra alianza en contra del modelo nacional y
popular. Los argumentos expresados por la comisión evaluadora, en este caso,
han sido claros y fundados, a diferencia de las crípticas evaluaciones características
del los tiempos del reinado de los intelectuales que hoy se expresan en las paginas de Clarín y La Nación.
Frente a
tales fundamentos, la vieja muletilla de la “persecución ideológica” fue la única
razón que pudieron esgrimir los defensores del candidato denegado. Llama la
atención que la supuesta falta de transparencia en las evaluaciones de los
expertos del Conicet se convierta en tema de debate de la opinión pública,
cuando se afectan los intereses de un militante político, respaldado por una
agrupación. No ha sido Harari el único postulante cuya presentación ha sido
denegada por el Conicet desde su creación, pero, llamativamente, los media y
las agrupaciones de izquierda pretenden hacernos creer eso.
En el día de hoy, una denominada
Junta Interna de Delegados y Personal Agremiado ATE-Conicet ha dado a
publicidad una declaración que a esos argumentos poco sólidos, suma un
cuestionamiento sobre el buen nombre y honor de la
Dra. Dora Barrancos: “Gran
promotora del revisionismo en su disciplina –denuncian-, es la encargada del
gobierno para oficializar la historia desde el CONICET”. ¿Cuales son sus
fundamentos? La supuesta persecución ideológica de Harari, la falta de
transparencia, su condición de “revisionista”, etc. Esto es, un discurso
panfletario de barricada, sin sostén académico o racional alguno.
El encarnizamiento con que los media oligárquicos y la izquierda mas
radical combaten la construcción de un nuevo relato histórico nos deja
numerosas enseñanzas: la primera, la comunión de intereses entre ambos
segmentos, para quienes la democracia nacional y popular constituye un
adversario temido y formidable; la segunda, la falta de argumentos académicos y
los ataques desmañandos contra la honestidad de reconocidos colegas, que
impugna in limine la validez de las acusaciones; la tercera, la necesidad de
insistir en la construcción de nuevas interpretaciones sobre el pasado
nacional: una democracia sólida requiere de una historia en clave pluralista y democrática,
en reemplazo de los viejos relatos que justificaban los golpes de Estado cuando
los intereses de los “dueños de la
Argentina ” se sentían perjudicados.
El cambio cultural esta en marcha, y justamente es esa transformación
la más temida por los beneficiarios del privilegio. Ladran, Sancho….
*Doctor en Historia
Profesor titular
regular UBA
Investigador
independiente CONICET
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