A DON ALFREDO ZITARROSA



*Por Daniel Brión

Desde las elecciones en Uruguay en 1971, y su continuidad con la dictadura establecida en desde el 27 de junio de 1973[1], Zitarrosa fue prohibido en su país, su guitarra fue considerada por los enanos de la mente como un arma, su canto como un himno subversivo, la letra de sus canciones un atentado a la sociedad, entonces fue perseguido, puesto en peligro de muerte o desaparición y con la tristeza a cuestas partió al exilio en 1976, su destino: España.

Allí se encontró con otro perseguido por las dictaduras, Horacio Guarany, que trato por todos los medios de que Don Alfredo pudiera incorporarse a la movida cultural.

Cuenta Guara que Zitarroza llegaba cantaba en el boliche, se tomaba “un vaso” de vino, todas las mujeres del lugar se enamoraban de ese hombre de voz ronca y peinado a la gomina que cantaba desde sus vísceras, pero el se volvía solo a su habitación y allí, despacito, como viendo el Cerro y la Fortaleza en el horizonte, se disponía a dormir. Cada día era una repetición del anterior, según me contó Guara en realidad Don Alfredo había comenzado a morir el día que partió de su Uruguay, el exilio lo mataba lentamente como una enfermedad incurable.

Más tarde, allá por abril de 1979 se fue para México, pero nunca encontró, hasta su regreso, la paz y la alegría que su corazón necesitaba[2].

Sus canciones se convirtieron en símbolo de la resistencia en las dos orillas del Plata, los estudiantes las cantábamos. Las suyas, las de Guarany, las de Cafrune, las de Viglietti, los Olimareños, Pagliaro, las murgas uruguayas, tantas canciones, tanta pasión, tanta sangre derramada, tanto compañero que se fue…

En julio de 1983 en el Estadio Obras, en la ciudad de Buenos Aires, Don Alfredo volvía a cantar, retornaba luego de su exilio y su primer paso era en nuestra Ciudad, con el retorno de la democracia.

¡Como podría olvidar ese día!, la entrada al estadio estaba repleta de jóvenes, de adultos, de viejos, nuevos y eternos militantes, uruguayos, argentinos, latinoamericanos, mi mujer -Rina- estaba embarazada de nuestro primer hijo –Juan Manuel- (nombre impuesto como condición prematrimonial); junto con un amigo, Osvaldo Martins Do Serro –que para entonces estaba separándose de su primer esposa, una uruguaya con la que estuvo radicado en Montevideo, hoy vuelto al país y ya con una nueva pareja –esta vez argentina- que habiéndonos conocido desde el jardín de infantes, se ha perdido por voluntad propia, esas cosas de elecciones que tiene la vida, ¿vio?; con él armamos un circulo con los brazos, tomados de las manos, la metimos dentro del circulo a Rina, mi mujer embarazada, y avanzamos entre la marea militante hasta nuestra ubicación en el lugar.

Y entonces sucedió, se puso todo oscuro, se escucharon las guitarras (de los Olimareños) Don Alfredo, impecable traje negro, corbata, su peinado a la gomina y con esa voz ronca, pero firme conteniendo la emoción dijo:

“"Queridos hermanos, queridos hermanos uruguayos, queridos hermanos argentinos, queridos hermanos quienes no sean uruguayos ni argentinos. La ausencia ha sido larga, el exilio es duro. Mi canción tiene una sola razón de ser y son ustedes, muchas gracias. Ojalá a partir de esta noche, ustedes me autoricen a seguir cantando en nombre de mi tierra"

Las guitarras aumentaron su volumen y su voz se clavo en los corazones con:

Becho toca el violín en la orquesta

Cara de chiquilín sin maestra

Y la orquesta no sirve no tiene

Mas que un solo violín que le duele.

...

Vida y muerte, violín, padre y madre

Canta el violín y becho es el aire

Ya no puede tocar en la orquesta

Porque amar y cantar eso cuesta.


Todos comprendimos, cantamos, acompañamos el sentimento del retorno, del amigo que regresó, del compañero, del hermano recuperado.

Luego, unos meses después, un 31 de marzo de 1984 el regreso a la patria, al querido “paisito”, su emotivo reencuentro con los orientales que amaba, hasta Don José (Artigas) habrá sonreído por la alegría del reencuentro, finalmente tras ocho años de exilio pisaba nuevamente su tierra,”…A la huella, primero, de José Artigas,y sacate el sombrero, cuando lo digas.”

Allí volvió a ser feliz, cantando, publicando su obra, creando nuevas canciones, pero las cicatrices del alma ya habían hecho su trabajo, impiadoso trabajo, y así el 17 de enero de 1989 por una peritonitis, según cuentan, en su amada Montevideo Don Alfredo Zitarrosa se integró al Comando Celestial[3], estoy seguro que ese día cuando lo vieron llegar y unían su nombre con el del gran caudillo oriental juntos, con la guitarra en mano, habrán cantado:

En mi país somos duros,

el futuro lo dirá.

Canta mi pueblo una canción de paz.

Detrás de cada puerta

está alerta mi pueblo,

y ya nadie podrá

silenciar su canción

y mañana también cantará.

En mi país somos duros,

el futuro lo dirá.



En mi país, qué tibieza

cuando empieza a amanecer.

Dice mi pueblo que puede leer

en su mano de obrero el destino

y que no hay adivino ni rey

que le pueda marcar el camino

que va a recorrer.

En mi país, qué tibieza

cuando empieza a amanecer.



En mi país brillará,

yo lo sé,

el sol del pueblo arderá

nuevamente, alumbrando mi tierra.





DON ALFREDO ZITARROSA

PRESENTE

AHORA Y SIEMPRE



[1]Los partidos tradicionales se alternaron en el poder (gobiernos blancos de 1959 a 1967 y colorados de 1967 a 1973) y se fraccionaron. La izquierda se unificó y surgió así el Frente Amplio en 1971. El gobierno de Jorge Pacheco Areco (1967-1972) funcionó ya dentro de esquemas autoritarios pues decretó la suspensión de las garantías individuales casi durante todo su mandato y, del otro lado, ciertos sectores de la izquierda con el Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) a la cabeza, también descreyeron del sistema democrático impulsando la lucha armada, máxime tras el conocido “fraude electoral de 1971” por medio de la ley de lemas. El proceso de deterioro de las instituciones fue vivido dramáticamente por una sociedad que sólo con lentitud dejó de tener fe en ellas, y culminó con el Golpe de Estado que las Fuerzas Armadas protagonizaron el 27 de junio de 1973, disolviendo las cámaras legislativas y asumiendo, bajo la cobertura del presidente civil Juan María Bordaberry (1972-1976), la totalidad del poder público hasta febrero de 1985.Los 12 años de la dictadura militar estuvieron signados por la represión de todas las fuerzas políticas, particularmente dura con las de izquierda, por el encarcelamiento de todos los dirigentes sindicales y la prohibición de la actividad gremial a obreros y empleados, y por la expulsión de los funcionarios públicos, especialmente los docentes, sospechosos de cualquier inclinación izquierdista.




[2] Fragmento de “Desde el exilio” Zitarrosa/Naido Labrin - México - Managua febrero 1980.

(El texto presentado es transcripción fiel de como fue publicado en el inserto del disco Textos políticos, de 1980)

Aquí están nuevamente mis hijas a mi lado;

he colgado los cuadros, he juntado mis libros,

he conquistado el pan otra vez y he llorado

por cierto, tantas veces! mas también he vivido.



Todavía no han salido de mi tierra mis almas

ni han nacido los versos que escribiré algún día,

cuando el puño cerrado y el corazón en calma

rimen odio y amor con honor y alegría.


[3] Una de las mejores composiciones de Alfredo Zitarrosa dice : “ De golpe no estàs nada màs sucediò, borrachera fetal que tu muerte me deja”, en este enero parece que el cantor se despide con esta frase. Alfredo Zitarrosa Iribarne siempre me impresionò por el valor que imprimìa a sus canciones, se podrà decir que les impregnaba valor y hombrìa. Zitarrosa fue la voz del pueblo uruguayo, “ el cantor de la flor en la boca “, el juglar y guitarrero era ternura en sus temas. Fue un compositor de talla internacional, un rebelde natural, un hombre con mucha fuerza ciudadana. La muerte encontrò a Alfredo, pero no importa, el legado musical lo continuarà en el pensamiento de todos los que lo conocimos, esa voz “ la del trueno estrepitoso “, seguirà derramando ternura.

Alfredo Zitarrosa Iribarne : “ El futuro es nuestro “, como tù decìas… Fuente : UNO MAS UNO, periòdico mexicano. 31 de enero de 1989. Por Alfredo Arrieta Ortega.



* Presidente del IMEPU-Instituto por la Memoria del Pueblo

*Académico de Número del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”

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