LOS MEDIOS, ESOS NUEVOS EJÉRCITOS DE OCUPACIÓN

(Dedicado a Alejandro Apo, recientemente despedido por el Grupo Prisa)


*Por Claudio Díaz

Si la Democracia supone la existencia de un mercado libre donde intercambiamos ideas, juicios, opiniones y hasta sentimientos, ¿cómo se compatibiliza este interés común a toda sociedad con un sistema (el de los medios de comunicación que monopolizan la información) que, muy por el contrario, sólo permite la difusión de un solo discurso y construye el relato único, hasta imponerlo como una verdad de Biblia indiscutible e irrefutable?

Esto es, básicamente, la Mediocracia. Es decir, el gobierno de los medios (bastante mediocres por otra parte), constituido por los grandes diarios y los principales comunicadores de radio y TV, que pasa a ser la nueva herramienta de dominio de los grandes poderes al pretender regir la conducción de los países por sobre la voluntad de los pueblos que eligen a sus representantes para que los gobiernen.

Los diarios, las emisoras radiales, las cadenas televisivas, nunca dejaron de ser empresas con fines lucrativos, función que no puede objetarse porque vivimos dentro de un sistema capitalista. Bajo ese marco, hace dos o tres décadas era natural que defendieran sus intereses particulares y el de los sectores político/económicos representativos de lo que uno llama burguesía.

Pero con el Consenso de Washington, en los ’90, los poderes mundiales dominantes establecieron que el dominio y sometimiento de los países periféricos (o coloniales) no podía ejercerse más a través de la violencia, vía militar, que llevaron adelante las dictaduras, porque esa ‘práctica’ aberrante resultaba repudiada en el mundo entero, incluso por sectores que responden al perfil ideológico de esos mismos poderes.

De modo que en Washington, y a través de personajes nefastos como Henry Kissinger, se establece que la nueva etapa de dominio debe hacerse desde el control de la información que se les hace llegar a esos pueblos, que en definitiva conduce al control del pensamiento. Y entonces se decide que en cada país los medios periodísticos más sólidos e influyentes extiendan su participación en el mercado informativo para abarcar todo lo más que se pueda.

Eso le servía a los poderes dominantes para llevar adelante su discurso ideológico, pero también a las empresas periodísticas que empiezan a incrementar su patrimonio, facturar más ganancias y convertirse en grupos económicos. El caso de Clarín es el más claro. Al apropiarse de canales de TV, radios, publicaciones gráficas, agencias de publicidad y hasta sellos cinematográficos, hoy está entre los primeros 10 grupos económicos de la Argentina. Y las consecuencias están a la vista: el manejo casi absoluto de la información, la instalación de temas para la agenda que deben atender los argentinos, el ocultamiento de informaciones que le permitan conocer al pueblo cuáles son las causas de sus padecimientos…

Así se hace muy difícil ejercer un periodismo verdaderamente independiente de los poderes políticos o económicos, porque la presión que meten desde atrás los dueños de las empresas es cada vez más vergonzosa. Enrique Lacolla, un periodista de La Voz del Interior que al iniciarse el año pasado la confrontación Campo-Gobierno empezó a informar con mucha precisión sobre las fabulosas ganancias de los grandes productores, fue despedido por el Grupo Clarín (que compró ese diario de Córdoba) luego de haber trabajado 33 años. Y como éste hay muchísimos ejemplos más.

El problema del periodista es que en definitiva es un trabajador. Y, salvo que pueda tener su propio medio, debe emplear su fuerza de trabajo en alguna empresa, como le puede pasar a un ingeniero, a un contador, en fin, a casi todo el mundo. El tema es que ese periodista muchas veces no está de acuerdo con la manipulación de noticias o con la línea editorial del medio, pero se queda allí porque necesita conservar el puesto para alimentar a su familia.

Después están los que se someten a lo que les marca el medio, sin vergüenza alguna, y desinforman o escriben lo que les dictan aunque sepan que no es ético, porque lo único que quieren es figurar o aparecer en los grandes medios, cobrar buen dinero, acomodarse en algún puesto y todo eso. Pero afortunadamente también hay colegas que resisten el doble discurso o la hipocresía de los grandes monopolios de la información y –aunque sea entre líneas- dicen o sugieren cosas.

Ahora acaban de rescindirle el contrato a Alejandro Apo, en Radio Continental. Había manifestado su apoyo a la eventual discusión parlamentaria por una nueva Ley de Servicios Audiovisuales. Y además tenía, tiene, un pensamiento político propio. Pero los medios se callan la boca… Cuando a Nelson Castro no le quisieron renovar en Radio del Plata todo el mundo puso el grito en el cielo. Claro, es un hombre bien representativo de los intereses de los monopolios de la prensa y, de yapa, confrontaba al gobierno. Ahí había censura, pero con Alejandro Apo no…

Es vital que los argentinos tomen conciencia del manejo inescrupuloso de estos medios que pretenden esclavizarnos con sus noticias prefabricadas, direccionadas hacia un único lugar. Estos verdaderos pulpos informativos nos hacen hablar de lo que ellos quieren. Desde la mañana, cuando uno se levanta y se afeita o se prepara el mate o el café, hasta que nos vamos a dormir, lo que se escucha es prácticamente lo mismo. No es que todo esté perdido, porque tenemos muchas alternativas informativas, ya sea en FM’s regionales, diarios y revistas realmente independientes; e incluso a través del fenómeno de Internet. Pero convengamos que la abrumadora mayoría de los argentinos se informa a través de esos cuatro o cinco grupos que controlan casi todo.

Los periodistas que somos conscientes de este rol nefasto de la prensa debemos esforzarnos para encontrar otros caminos que nos permitan contarle a la gente lo que pasa en el lado oscuro de la luna.

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