EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA DÉMOSLE HOY...(Segunda Parte)


El conflicto con “el campo”, las imposiciones del “mercado” y el destino que se le quiere asignar a la Argentina en el “nuevo mundo” colonial.


*Por Claudio Diaz

PERIODISMO COLONIAL Y MODELO AGRARIO

Si la Democracia supone la existencia de un mercado libre donde intercambiamos ideas, juicios, opiniones y hasta sentimientos, ¿cómo podemos compatibilizar este interés (común a todos) con un sistema, el de los medios de comunicación llamados “independientes”, que, muy por el contrario, sólo permite la difusión de un solo discurso y construye el relato único hasta tratar de imponerlo como una verdad de Biblia, indiscutible e irrefutable?
Ese sistema del que hablamos es la Mediocracia. Es decir, el gobierno paralelo de los medios (mediocres por otra parte) constituido por los grandes diarios y los principales comunicadores de radio y TV, que pretenden regir la conducción del país por sobre la voluntad popular manifestada cuando se le da a un presidente el mandato de gobernar.

Ante el debilitamiento y la decadencia del sistema político, los medios se apropiaron de ese espacio con la idea de sustituir a los partidos. Y se fueron imbricando tanto en el entramado del poder que se establecieron como actores centrales para cambiar las tradicionales relaciones entre la dirigencia política y el pueblo.
Claro que en el medio de todo eso pasó algo: la aparición de un gobierno que, más allá de errores o dudas doctrinarias que se le puedan adjudicar, empezó a llenar ese vacío de conducción y rescató a la política como la manera más excelsa de transformación que tiene una sociedad. La Mediocracia no puede aceptar ese esquema porque, como agente del poder colonial, está acostumbrada a marcar la agenda de las administraciones de turno y sólo se limita a controlar que los gerenciadores de ese sistema hagan los deberes como corresponde.

En estas operaciones mediáticas donde nuestras mentes resultan diariamente secuestradas y embargadas por el bochornoso hábito de la manipulación informativa, no podemos dejar de analizar el poder cada vez más influyente de determinados grupos de “comunicadores”. Por eso cabe preguntar y preguntarnos… ¿Cómo es posible que Clarín sea, hoy por hoy, más vocero de la oligarquía agro-ganadera que el mismísimo La Nación? ¿Qué punto de encuentro puede haber entre un diario que dice representar el pensamiento progresista e incorpora como columnista de su suplemento rural al mismísimo Jorge Castro?

El capital accionario de Clarín está representado en un 18% por el Grupo Golden Sachs, vinculado a poderosas transnacionales del lobby sionista norteamericano.  Mientras que un 15% fue adquirido en los últimos meses por un grupo inversor que, según señalan algunos informes provenientes de la mismísima Bolsa de Comercio de Buenos Aires, encabeza Henry Kissinger.
A esto debe agregarse que los clanes Magnetto y Aranda, otros de los que detentan gran parte del capital accionario del diario, representan los intereses de sectores claramente antagónicos al modelo industrial que necesita la Argentina para volver a ser una Nación soberana.

José Aranda es propietario de los principales arrozales de la Argentina, ubicados en la zona de Mercedes, en Corrientes. A su vez, preside la Asociación Bradford Argentina, que representa a lo más granado de la oligarquía ganadera. Durante 2008 esta última entidad publicó en el propio Clarín solicitadas en la que defendía la lucha “del campo” contra “la prepotencia del gobierno”.
A través de la compañía Copra SA, que preside el mismo Aranda, el Grupo Clarín y La Nación se unieron hace siete años para empezar a organizar las exposiciones rurales que tienen lugar, durante los meses de marzo, en distintos polos rurales de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba. Estos eventos concentran a casi todo el espectro del sector agropecuario, lo que les permite acordar negocios por varios cientos de millones de pesos. En la edición 2008, realizada en Amstrong, Santa Fe, se concretaron ventas por $ 380 millones.

Clarín sabe cómo sembrar el terreno… Su suplemento rural, dirigido por Héctor Huergo, fue muy cristalino cuando en la edición del 22 de marzo del año pasado, es decir, cuando se cumplían 12 días del paro, establecía que “el campo fue provocado y ahora reacciona como debe”, para agregar que “los productores saben que esta pelea va para largo y por eso deben prepararse”. Pocos días antes, en la edición del 8 de marzo, el diario homenajeaba a los sacrificados hombres del campo. En la página central del suplemento rural,  sobresalían las fotografías de los titulares de la Sociedad Rural, por entonces Luciano Miguens, y de Confederaciones Rurales, Mario Llambías, brindando con champagne junto al mismísimo Aranda. Buzzi y De Angeli ni figuraban porque, claro, en ese momento no eran del palo… El paro ya estaba en marcha y Clarín parecía salir a darle la bienvenida a los impulsores de la medida.

Este año el diario repitió la operación. Como si alentara a su tropa de terratenientes a avanzar contra el enemigo a paso redoblado, en la edición del último jueves 12 de marzo, Huergo escribía en Clarín: “El aniversario encuentra nuevamente al campo listo para una nueva batalla...”.  Antes de este episodio (volvemos al 2008), al participar en Rosario de una jornada organizada por la Aapresid, entidad que reúne a grandes productores de Santa Fe y Córdoba, definiría a la región como “el centro de gravedad de la nueva Argentina”. Es decir, se inspiraba en las recomendaciones de Rosendo Fraga, de Jorge Castro y, seguramente, de la elite mundial que conforman Rockefeller y Kissinger.

LOS NEGOCIOS DE SOROS CON CLARIN

A los diputados y senadores de la oposición que durante las últimas semanas corrieron detrás de los barones del campo, poniéndose a su servicio para votar las leyes que quieren para apropiarse de la renta nacional, no se les ocurrió, hasta el momento, elevar un pedido de informes para que en el Congreso Nacional se explique cómo es que el magnate del poder mundial, George Soros, se asocia con el Grupo Clarín con el fin de apropiarse del arroyo Ayuí Grande, en Corrientes, para sembrar arroz. Hay una historia importante detrás de todo este plan que merece contarse. Porque además demuestra cómo ejercita la “libertad de prensa” el gran diario argentino.
El viernes 18 de julio de 2008, un ratito antes de las 20, Luis Landriscina “mateaba” el tiempo en su casa a la espera del inicio, dos horas después, del programa Mano a mano con el campo, que conduce desde hace cuatro años por el Canal Rural.  En ese momento sonó el teléfono, el conocido humorista atendió y se encontró con la voz de su hijo Fabio, productor periodístico del ciclo: “Viejo, tengo malas noticias. Acabo de recibir una llamada del canal; quieren que levantes la nota sobre el problema en el Ayuí Grande. Parece que estás pisando callos de gente pesada...”.

Landriscina tuvo una actitud ejemplar: “Fabio, nosotros tomamos la decisión de enviar la grabación del programa completo. Si lo cortan sería un caso de censura previa que no podemos permitir. Así que deciles que no sacamos nada…”.  Su honestidad intelectual quedó sepultada por la impudicia del Grupo Clarín, propietario del Canal Rural, que ordenó levantar la emisión de ese viernes y repetir, en su lugar, el de la semana anterior.
Los pormenores de esta historia se conocieron días después. Landriscina había convocado a su programa a Enrique Lacour, presidente de la Fundación Iberá, para que explicara el serio impacto ambiental que ocasionaría en un paraíso natural emblemático de la provincia de Corrientes la reactivación de un proyecto en el que están metidos el vicepresidente del Grupo Clarín, José Aranda, y el multimillonario George Soros.

Aranda es el dueño de los arrozales más ricos de la Argentina, ubicados en el departamento correntino de Mercedes. Se convirtió en terrateniente y dueño de 36 mil hectáreas a fines de la década pasada, asesorado por el director del suplemento rural de Clarín, el ingeniero Héctor Huergo.  Y hacia 2006 se asoció con Soros para incrementar la producción de arroz y conseguir con su venta ganancias extraordinarias, aprovechando el incremento del precio de los granos en el mercado internacional. Se fijaron una meta: exportar más de 130 mil toneladas anuales.
Así como se desconocía este acuerdo, tampoco se sabía mucho acerca de los medios de los que quieren valerse para sumergir a una parte de Corrientes en una gran olla repleta de la gramínea. Justamente de esa posibilidad hablaba el ecologista Laclor en el censurado programa de Landriscina.

Para materializar su negocio, Aranda-Soros pretenden interrumpir el flujo del Ayuí Grande, en el departamento de Mercedes, con un paredón a cota 60 que lo atravesaría por completo, al punto de inundar su lecho completo en decenas de kilómetros de costas. La propuesta consiste en crear un lago artificial de proporciones descomunales. Tan grande como El Palmar de Colón (Entre Ríos), mayor que la famosa Laguna del Iberá y 12 veces más extenso que el casco urbano de la propia ciudad de Mercedes. ¿Para qué necesitarían semejante lago artificial? Para disponer de agua suficiente destinada al riego de las plantaciones. Es decir: el agua que naturalmente surgió en ese territorio en el amanecer de los tiempos, ahora pasaría a ser propiedad privada de los empresarios.

Tal como está planteado, se inundarían 18.000 hectáreas de ambientes naturales que incluyen pastizales y bosques nativos con vocación ganadera y conservación de la biodiversidad, para transformarlos drásticamente al cultivo de arroz. El reservorio artificial recibiría, a su vez, los efluentes químicos de la gigantesca superficie de plantíos, y el destino de la cuenca del río Miriñay (receptor final de las aguas que terminan en el río Uruguay) podría quedar severamente comprometido, no sólo desde el punto de vista ambiental, sino también productivo, pues la cantidad y calidad de aguas disponibles cuenca abajo ya no serían las mismas.

Como no podía ser de otra manera, el suplemento rural del diario Clarín destacó en su edición del 21 de junio de 2008 la importancia de la inversión “para la producción y la creación de fuentes de trabajo”. Pero se ve que la iniciativa ya venía madurándose desde antes. “Hubo intentos de llevar adelante el plan a fines de los noventa, pero la debacle de 2001 nos obligó a desistir en aquella oportunidad”, dijo Mario Freire, a quien se indica como representante de las dos empresas asociadas, es decir: Copra S.A., cuyo titular es José Aranda, número 2 del Grupo Clarín, y Adecoagro, perteneciente al financista húngaro George Soros, “El año pasado tomamos la fuerte decisión de terminarlo y presentarlo a las autoridades”, explicó el propio Aranda al matutino del grupo económico que preside.

Así fue como a mediados de mayo del año pasado, el gobernador de Corrientes, Arturo Colombi, recibió a Aranda y compañía, quienes le entregaron un informe de 2.000 páginas donde se detallaban “aspectos técnicos y estudios de impacto ambiental y social que demuestran la viabilidad de la iniciativa”, según dijeron los inversores. La posición de Colombi no se hizo esperar. En conferencia de prensa el mandatario provincial afirmó: “saludamos, acompañamos y felicitamos a este emprendimiento del sector privado que ayudará a solucionar cuestiones sociales y da esperanzas de crecimiento a la provincia”.

Sin embargo, organizaciones ambientalistas consideran ilegal que un grupo privado “se adueñe de un río para hacerlo desaparecer junto a sus bosques y sus especies animales y vegetales”.  Al mismo tiempo, la Comisión de Recursos Naturales de la Cámara de Diputados de la Nación adelantó en la primera semana de agosto de 2008 que el proyecto inversor debe ser analizado “muy cuidadosamente” por los efectos negativos que podría producir en una zona como la de los Esteros del Iberá.  

Los proyectos que involucran a la construcción de represas y lagos artificiales de estas proporciones,  aun  siendo severamente cuestionadas en varios países, siempre fueron emprendidos desde el Estado y con fines de provisión de electricidad a la población. Es decir, obras netamente públicas y en procura del bien común. Esta vez, en cambio, se trata de un emprendimiento privado, con lógicos fines lucrativos, en un vale todo donde hasta se justificaría adueñarse de algo tan público como un trozo de la geografía…

Continuará…

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