OBSCURIDAD



*Por Juan Disante


Salgo de un bodegón de mala muerte en Paseo Colón,
"donde van los que tienen perdida la fe",
a pocas cuadras de la Casa de Gobierno
lugar obscuro.

En la puerta del umbral está sentado un hombre descalzo
con la camisa rota y un sombrero de fieltro deshilachado
a su lado en el escalón
peleante con el despojo de sus sandalias enajenadas
con sus manos mugrosas juega con un crucifico que cae de su cuello
no pide ni ofrece nada.

Se sacude la parca
tal vez, prolongue su espera en la esperanza que al final de la noche
le ofrezcan los restos de la comida del día
pensando cual sería su próximo lugar si llegan a desalojarlo las fuerzas del orden
en el callejón hay varios colchones donde duermen mujeres y niños.

En mi cansancio mental pesan todos mis yos
fruto de haberme colmado con un vino rancio y rasposo frente a un plato de arroz; 
me pregunto reñido cómo se sobrevive en este mundo inhumano,
tanto Buenos Aires como Nueva York parecen contagiar el mismo egoísmo y odio
entre los que todavía podemos comer y emborracharnos sin saber por qué.

Parado en la puerta del bodegón llevo en mi retina las dos imágenes,
afuera frío cristal todo lo mustio
lo llano,
adentro interior profundo del ser
el dueño de la cocina inclinado sobre el vivo caldero de candinga
viste un delantal grasiento y nublado como atavío de recluso
tiene una cara hosca y amargada
en sus labios se lee "Ya no puedo pagar el alquiler".


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