FRANKESTEIN, EL MONSTRUO QUE TU CREASTE


*Por Lic. Guillermo Moreno, el Lic. Pablo Challú y el Sr. Leonardo Fabre

El tipo de cambio todavía no encuentra su techo y complica el escenario.

El año 1816 es conocido en la historia de la climatología como el “año sin verano”, debido a un infortunado fenómeno natural de consecuencias sociales dramáticas.

En aquel “verano invernal”, Mary Shelley dio nacimiento literario a Frankenstein, durante las inusuales vacaciones que pasó, junto con el resto de sus colegas escritores, a orillas del Lago Leman.

Dos siglos después, a la vera del Río de La Plata, el oficialismo deambula como el doctor Víctor Frankenstein, preso del pánico al monstruo que él mismo creó y, al igual que la aberrante criatura aparecida en “el año sin verano”, la Supercrisis irrumpe en el “trienio sin segundos semestres”.

Hace unos días, el ministro de Hacienda erizaba la piel de su entrevistador al declarar “tenemos una responsabilidad muy grande, que es evitar una Megacrisis”.

Las balbuceantes aclaraciones de que trabaja para que no haya ninguna posibilidad de Supercrisis, no lograron tranquilizar a su interlocutor.

En un ejercicio de “sinceramiento” involuntario, el ministro converge en el consenso (reciente) de los economistas, y confirma que los episodios económicos vividos de abril a esta parte no son simples turbulencias, como antes decían los profesionales allegados al oficialismo, o torpezas en el manejo de situaciones de simple resolución, como afirmaban algunos jóvenes colegas opositores.

El diagnóstico correcto es el de supercrisis, que en estas páginas fuimos anticipando y el oficialismo ahora confiesa compartir.

Lo paradójico del caso, es que el cataclismo que dice estar tratando de evitar, no tiene más padres que el propio oficialismo, ya que fueron sus políticas económicas las que generaron las condiciones críticas actuales: un nivel de déficit fiscal similar al del final del gobierno de Alfonsín, y un desbalance en las cuentas externas aún mayor que el que desató los acontecimientos de 2001.

En los días que corren, de los compromisos asumidos con el FMI, se deduce que Cambiemos intenta dejar atrás la inconsistencia de las políticas económicas que caracterizó su gestión hasta ahora, para migrar a un programa consistente dentro de las premisas del neoliberalismo.

Pero el intento de desarme del espeluznante escenario creado por el oficialismo es demasiado tardío, así como insuficientes las herramientas con que cuenta.

Siendo el desenlace sólo cuestión de tiempo, será necesario un giro copernicano privilegiando, por sobre las alquimias monetarias y financieras, la producción.

Bajo esta impronta, la concreción de nuevos acuerdos económicos-sociales y su expresión en el plano de las instituciones, resulta imprescindible.
El monstruo que tú creaste

Fiel a un modus operandi de intentar resolver un entuerto disparando un problema mayor, la alianza gobernante fue creando un intríngulis ya irresoluble.

En diversas oportunidades se ha advertido que de continuar las inconsistentes políticas macroeconómicas de Cambiemos, no cabría otro destino que la actual Supercrisis1.

Cuando la “plata dulce” dejó de llegar, tal como fuera anticipado que sucedería (“Los prestamistas externos también preguntan ¿cómo seguimos?”, BAE Negocios, 12/2/2018), se expresó en toda su magnitud la imposibilidad de continuar el esquema vigente, basado en:
La insostenible estrategia fiscal
El escalofriante saldo negativo en la cuenta corriente de la balanza de pagos.

Llegó entonces la hora de pedir auxilio al sistema multilateral de crédito, pero
Tarde piaste

El cierre del crédito privado externo, de inmediato aceleró la dolarización de las carteras de inversión, con una consecuente presión a la suba del tipo de cambio, que pretenden ser contenidas con las exorbitantes tasas de interés que pagan el BCRA y el Tesoro Nacional.

Una vez más el remedio fue peor que la enfermedad 2, llevando al entramado productivo a una parálisis inusitada.

La notable inventiva del oficialismo nos trajo siglas mágicas tales como FMI e índice MSCI, como sustitutos de la “lluvia de inversiones”, el “segundo semestre”, los “brotes verdes”, el “proceso de desinflación” y la “creación de empleo de calidad”.

Poco tiempo bastó para que quedara en claro su insuficiencia.

Como también se anticipó (” FMI, MSCI: las siglas del nuevo segundo semestre”, BAE Negocios, 2/7/18), la promoción del mercado argentino a la categoría de “emergentes” no tendría mayor impacto.

El derrumbe de las cotizaciones de los títulos de las compañías argentinas en los diferentes mercados bursátiles lo puso en inmediata evidencia.

Por otra parte, el acuerdo de fines de junio entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional, no fue más que el reemplazo de un acreedor por otro, producto de la alerta del sistema financiero internacional ante el crecimiento de la prima de riesgo de default de las compañías aseguradoras para el caso argentino.

Así, los fondos girados y a girar por el FMI al Tesoro Nacional sirven como garantía subyacente de los créditos otorgados por la banca extranjera.

En definitiva, desequilibrios tales como un déficit fiscal total que supera en términos de PIB al de 1989, y un rojo de cuenta corriente mayor al que provocó la crisis de 2001, sólo podrían resolverse, en el marco de dicho acuerdo, con una baja de la tasa de interés a niveles razonables y aceptando que el tipo de cambio alcance un nivel futuro hoy imposible de determinar.

Sin embargo, sus consecuencias sociales serían inaceptables, ya que implicaría que el consumo de los hogares disminuya en magnitudes sólo compatibles con el 25% de la Población Económicamente Activa desempleada, y el 50% de la población total en situación de pobreza.

La dudosa viabilidad social del “nuevo modelo” no es el único obstáculo.

También es incierta la capacidad del Gobierno de cumplir con sus compromisos, tanto por la imposibilidad de lograr los objetivos acordados en materia inflacionaria y fiscal, como por el desvío del objeto del préstamo cuando se utilizan esos fondos para la contención del valor del dólar.
Barajar y dar de nuevo

Ahora bien: ¿es posible encarrilar la economía en los meses por venir?

Dentro de los esquemas de la alianza Cambiemos la respuesta es, decididamente, ¡NO!

Como ya fue señalado (“Ay Patria mía”, BAE Negocios, 7/5/2018): “el autodenominado mejor equipo de los últimos 50 años ha logrado que la Argentina enfrente una situación de crisis sistémica, que puede resultar la más profunda de su historia y que, por poner en riesgo la continuidad de la Patria como tal, debe ser analizada en conjunto desde los planos político, económico y social”.

El actual escenario está signado por el carácter explosivo de la configuración económica.

Si la resolución de esta crisis queda librada a las urgencias del conflicto social, sus derivaciones anómicas nos enfrentan al peligro cierto de la potenciación del caos.

Es necesario, para evitarlo, un rotundo cambio en la orientación económica, que permita restituir los equilibrios elementales, dinamizar el aparato productivo y proteger al conjunto social en forma simultánea.

Eso no es posible sin el concurso de los cuerpos orgánicos de la Nación (instituciones constitucionales y organizaciones empresariales, sindicales y sociales), que deben tomar conciencia de la situación que enfrentamos y actuar con el compromiso y la prudencia que la hora reclama.

Sin eximir de responsabilidad a ninguno de los actores, la mayor de ellas cae sobre el ámbito de la representación política del conjunto de la sociedad, la Asamblea Legislativa, cuando finalmente se convoque al primer mandatario ante los estrados judiciales por las investigaciones sobre el “club de la obra pública” y sus ramificaciones sobre la familia presidencial, como recientemente sucedió en Perú.

Este es el ámbito que debe y puede proporcionar una alternativa capaz de devolver a sus cauces normales de funcionamiento al “todo armónico” de la Nación, evitando a la Patria y al Pueblo los estragos de la anomia.



NOTAS:
1 “Recauda como liberal, gasta como keynesiano: la política del después vemos”, BAE Negocios, 20/11/2018 y otros.
2 “Subir la tasa de interés. Un remedio peor que la enfermedad”, BAE Negocios, 23/7/2018.


Fuente: NAC&POP

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