MUGICA: EL PUEBLO COMO SUJETO PARA LA LIBERACIÓN NACIONAL


Por Maximiliano Pedranzini*

Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no; porque nadie hace huelga con su hambre”. 
Padre Carlos Mugica, Meditación en la Villa

Si hay algo que ha simbolizado la historia de la lucha en la Argentina del siglo XX, fue sin duda la figura del Padre Mugica quien, desde una vertiente heterodoxa de la iglesia católica, bregó por acompañar a los más pobres y postergados de nuestro país, sin claudicar su lucha hasta el final de su vida. Una de las banderas que caracterizó esa lucha por los sectores populares ha sido la Liberación Nacional, algo paradójico para alguien proveniente de una familia opulenta de fuerte tradición antiperonista que se incorporaría luego al seno eclesiástico. Su construcción ideológica nacional, popular y revolucionaria anticapitalista comenzaría en los albores de la década del sesenta, en un contexto histórico de fuertes cambios a escala planetaria, donde el mundo se dirimía entre el Occidente capitalista dirigido por EE.UU. y el comunismo estatal de la URSS. La Argentina se encontraba en la encrucijada de ambos bloques, clima que tendría influencia trascendental en gran parte de la sociedad argentina, y la iglesia no estaría exento de este proceso.

En este sentido, su acercamiento a personajes que serían fundamentales en la década del ‘70 como Mario Firmenich, Fernando Abal Medina y Carlos Ramus, en ese momento se desempeñaban como estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires y militantes en las filas de la Acción Católica, en la que Mugica cumplía la función de asesor espiritual de la juventud. Mugica logró establecer un vínculo importante en esos años con los que luego fundarían la organización de Montoneros y tomaría distancia por su posición en contra de la violencia, postura que constituiría uno de los fundamentos teórico-prácticos de la guerrilla de carácter foquista.

Quizás trazar una comparación desde el punto vista humanista con el “Che” Guevara sea algo exagerado para muchos, pero la experiencia de Mugica con la naturaleza de la explotación y la miseria social en el Chaco significaron una bisagra fundamental en su vida. Tal como le ocurrió al “Che” en su periplo por América Latina. Fueron el humanismo revolucionario de Guevara, el ascenso de la Teología de la Liberación de Camilo Torres y el peronismo los que nutrieron el pensamiento y la acción de Mugica. Su militancia alcanzaría su plenitud y auge cuando se incorpora al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo de la mano del sacerdote Rolando Concatti, fundador del movimiento con quien traba amistad y adhiere en su viaje a Paris. Su recorrido no se detendría. Su entrevista en “Puerta de Hierro” con el General Juan Domingo Perón en 1968, significó un momento decisivo para Mugica. La complejidad y las tensiones dentro del peronismo, independientemente de su importancia popular, serían una espada de doble filo que Mugica afrontaría y que le terminaría costando nada menos que su vida.

Ergo, tras regresar de su viaje por Europa, Mugica se hizo cargo de una capilla en la villa 31 en Retiro que se había construido recientemente, ya que había perdido su cargo anterior en un Colegio de Monjas de Gran Buenos Aires. Siguiendo sus convicciones ideológicas, la denominaría “Cristo Obrero”. Asimismo, parafraseando a Camilo Torres, Carlos Mugica plasmó, quizá, uno de los imperativos más contundentes de los curas tercermundistas que ha sintetizado la matriz peronista con el cristianismo revolucionario: “Si Jesús viviera, sería obrero”, tal como había denominado a la capilla de villa 31. Esto los plasma más claramente en su libro Peronismo y cristianismo, publicado en 1973, luego del fervor popular y los festejos multitudinarios del 11 de marzo, tras 18 años de proscripción al peronismo. Esto constituye la visión y praxis social de Mugica como de todos los curas que forman parte de este movimiento de sacerdotes, críticos a la estructura tradicional de la iglesia. Mugica que vivía intensamente el contexto de las sucesivas dictaduras militares y el control casi absoluto de la iglesia en la vida social del país, era, como muchos otros militantes del campo popular, observado con sospecha por estos sectores de poder por su relación cercana con los principales miembros de la cúpula de Montoneros y su trabajo constante con los sacerdotes del Tercer Mundo. Tras sentar una posición en defensa del padre Carbone, quien fue arrestado por participar (cumpliendo su función de sacerdote) del fusilamiento de Aramburu, es encarcelado.

Con el retorno del peronismo al poder, Mugica es designado asesor del Ministerio de Bienestar Social, cartera controlada por el brujo José López Rega y del que Mugica se alejaría por las diferencias antagónicas que tendría con el creador de las tres A. En este contexto tan álgido para toda la izquierda peronista después del funesto acontecimiento de Ezeiza tras la llega de Perón, donde se dividirían las aguas dentro del movimiento nacional y la corta duración de Cámpora en el gobierno que, después de la breve ocupación del nefasto Lastiri al frente del ejecutivo, rápidamente pondría una vez más a Perón en el poder tras las elecciones del 23 de septiembre de 1973, donde los sectores de la derecha peronista lograron avanzar considerablemente en las estructuras de poder, lo que tuvo a Mugica como uno de los principales escollos a eliminar.

Mugica sería uno de los tanto que resistiría la persecución del grupo paraestatal conducido por López Rega. La maquinaria propagandística del lopezreguismo lo señalaría como parte de la “infiltración marxista” dentro del peronismo, entre ellos varios medios de comunicación como la revista “El Caudillo”, de clara postura ortodoxa. En medio de un clima cada vez más tenso entre las dos facciones del peronismo tras el último y polémico discurso de Perón el 1º de mayo de 1974 y el retorno a la clandestinidad por parte de Montoneros, Carlos Mugica Echagüe sería asesinado por un comando de la Triple A de cinco balazos en el abdomen y el pulmón y uno en la espalda, el 11 de mayo de 1974 cuando finalizaba la misa en la parroquia San Francisco Solano de Villa Luro.

Carlos Mugica Echagüe, “el cura villero” como lo solían llamar, nació el 7 de octubre de 1930. Consagró su vida a luchar por los más humildes, predicando hasta el final de sus días por las transformaciones sociales. Su legado quedará grabado en la memoria y en el corazón del pueblo argentino y se resume en dos grandes palabras: “Liberación Nacional”.



*Ensayista. Integrante del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”.

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