LA LIBERTAD EN EL RIZOMA Y EL VOTO CAMBIEMOS

*Por José Antonio Gómez Di Vincenzo

Todo parece indicar el tendremos un 23N bien calentito. Febo asomaría con toda su fuerza calentando la atmósfera hasta superar casi seguro los treinta y pico del termómetro, si es que no llueve. Al menos eso aseguran las presentables pitonisas del clima, esos que a diferencia de los zodiacales pronosticadores, aparecen en destacados espacios de diarios e internet o bajo las luces del escenario mediático y no ocultos al final del pasquín, en las sombras.

Mientras, amigos y colegas despachan opiniones de lo más altisonantes acerca de cómo encarar el análisis del evento que tendrá lugar el domingo de balotaje. Para algunos académicos cercanos a este escriba ni vale la pena calentarse, tras el 23N no pasaría nada, gane quien gane, se viene otra vuelta de tuerca política funcional a la burguesía, más capitalismo. No habría que darle importancia a la cosa pues ganarán los que siempre ganan en la Argentina: los burgueses. O los que antes tenían posibilidad de acudir a la corporación militar para cambiar de gobierno y enderezar la política económica hacia andariveles más acordes con sus intereses de clase que ahora tienen un Durán Barba y un PRO más domesticados pero no menos virulentos; o los que vienen manejando la administración que desde la óptica de estos amigos son lo mismo con matices. Para otros, se trata de evento vital en el que se juega todo un combo de cambios profundos expuestos con más o menos fundamento. Así, individuos frustrados de diverso pelaje, enardecidos por el odio, alterados ingenuos, arriados por un pequeño grupo de cipayos y operadores de la corporación mediático-económica, definirán las cosas hundiendo al kirchnerismo definitivamente sin darse cuenta que al hacerlo se estarían cavando su propia tumba.

Distante de todas las múltiples posiciones analíticas, este escriba ahora prefiere elucubrar nuevas conjeturas y aportar elementos para el estudio del evento, yendo por el lado de la comprensión de cómo operan en la reproducción de ciertas prácticas las representaciones y las acciones llevadas a cabo en el contexto de un mundo que va perdiendo densidad. Un mundo etéreo, virtual, que fluye hacia ninguna parte, que se difumina como el rizoma, aleatoriamente, sin un sentido determinado o determinable. Un mundo nuevo con el que deben convivir quienes todavía están insertos en el denso espacio de la praxis, en el que hay metas, jerarquías, procesos objetivos, intersubjetividad, significados comunes y compromisos asumidos.

Me interesa pensar cómo es que la convocatoria al voto CAMBIEMOS tiene un éxito posible, cómo logra un piso, cierta sustentación aportada por un colectivo de individuos. En particular, como se lo consigue simplemente apelando al marketing, sin mencionar una sola propuesta ni ningún fundamento política para llevarla a cabo, que la gente cambie. Más allá de las conspiraciones (que las hay, las hay) me preocupa más entender por qué hay gente en cuya subjetividad prende la semilla del cambio, así sin que medie reflexión alguna, por el solo hecho de que algunos tocan la tonada que los penetra, esa que cual interpretara el flautista de Hamelin, los lleva como marchosos a las boletas macirstas. Varias hipótesis.

La más contundente, creo, es que esto pasa porque no hay partido que de forma política densa y metadiscursiva a lo que se plantea desde lo múltiple y porque además eso no importa. O porque ese partido ya no es político sino virtual y reproduce las lógicas del periodismo mediático, donde cada cosa es efímera, donde todo fluye y deviene, mientras lo denso se oculta tras el telón y se corporiza en el intento del grupo económico por incrementar al infinito las ganancias. Y porque todo es propio de un mundo en el que la dialéctica producción, acumulación, intercambio y consumo promueve la construcción de subjetividades líquidas, frágiles, livianas, poco propensas al análisis y la síntesis formal, imposibilitadas por ver la totalidad.

Hay algo interesante que puede plantearse también como tesis o punto de partida para el pensar. A diferencia de los posicionamiento políticos y sociales clásicos, en las que un colectivo de sujetos con padecimientos o intereses particulares se une tras objetivar la síntesis de las causas de sus pesares, entendiendo que todos responden a una lógica, a un proceso, a una política x y clama por el reemplazo de dicho modelo por algo distinto, siendo lo que hace que lo particular confluya en una cosa, en un colectivo, algo concreto, denso, objetivo y siendo lo nuevo también algo denso, concreto y objetivo; a deferencia de todo eso, decía, la campaña CAMBIEMOS para el 23N se agota en las particularidades, siendo lo que aglutina esa multiplicidad de particularismos, por un lado, un espejismo, una fantasmagoría, por el otro. El espejismo que consiste en creer que hay dictadura K allí donde hay un gobierno democráticamente consolidado. La fantasmagoría de una dictadura eterna que ya no es posible porque precisamente quien debe reproducirse en el poder se va o es un fantasma. La fantasmagoría, también, del fantasma en la máquina, la presencia metafísica que da sentido a todos los cuerpos confluyendo maquinalmente en la protesta del voto bronca, voto castigo como un ritual sin saber que detrás de escena hay un genio maligno a quien son funcionales. Marcha de la bronca hacia las urnas que, como dijo la señora cacerola en mano hace unos años ante la interpelación del por qué, “y no sé por qué más…” dando cuenta de una adición infinita de motivos sin nada que los ancle, sin análisis de causas. Todo pre digerido, todo interpretado.

Dos mundos, planteaba más arriba, tal vez más si se ponderan las mediaciones. Uno en el que la libertad se traduce en el consumo compulsivo de objetos cada vez menos densos, que o bien se difuminan en lo virtual o bien se descartan en poco tiempo, perdiéndose en una dimensión donde ya no hay un valor de uso fuertemente anclado en la necesidad de la experiencia concreta cruzado por la densidad de lo humano experiencial. Libertad liviana, libertad sin compromisos, sin saberse miembro de una sociedad, sin responsabilidad social. Nada queda, por citar un ejemplo, de aquellos viejos juguetes, esos que costaba conseguir sangre sudor y lágrimas, esos latosos, duros, pesados que duraban. Todos los chiches nuevos vuelan por el aire como histéricos para hacerse añicos, para no durar, por más que los fanáticos de Toy Story clamemos por otra visión del juego y de los juguetes.

Mientras sumergidos en ese mundo débil, los danzantes bailan al ritmo del marketing, poco más de 150 compañías monopolizan el mercado mundial. La irracionalidad del capitalismo desentona con una lógica cada vez más férrea, esa que posibilita el ajuste entre la producción estúpida y el consumo bobo, esa que encuentra la forma de reajustar la relación dialéctica de las categorías para su propia reproducción, para el incremento de la ganancia a costa de lo que sea. Y tras bambalinas, la presencia del fantasma, paradójicamente densa, penetrante, tramando ardides y articulando las prácticas de las marionetas. Hegemonía e ideología son sus herramientas.

Y el resultado, cada vez menos vínculos humanos en un mundo hipervinculado. Nadie es capaz de ver que detrás del celular que se compró hay centenares de personas involucradas en un proceso de producción al que fueron a poner su cuerpo, su dignidad, porque no les quedaba otra. En el ritual consumista, el comprador cree que logró alcanzar una meta, por cierto efímera, gracias a su mérito personalísimo, individual.

El consumidor medio no ve a nadie, solo un vendedor que está allí para brindarle un servicio. No ve fábricas, no ve sufrimiento, no ve una naturaleza arrasada, no ve un cuerpo sufriente en una línea de montaje cada vez menos densa. Y no sólo la línea de montaje va deshumanizándose y deshumanizando en varios sentidos (deshumaniza al obrero convirtiéndolo en una máquina, se deshumaniza en tanto cada vez son menos los hombres que la operan y más los autómatas mecánicos, deshumaniza sus sentidos pues está allí por arte de magia), la naturaleza va desnaturalizándose también, objetivándose, convirtiéndose en algo que está allí, por fuera de los hombres, algo a la mano, una fuente de recursos a arrasar.

El otro se volatiliza como los sentidos se difuminan en la red. Correr de un local al otro del shopping porque tañe una campana que oferta las rebajas en artículos de los más variados. No importa planificar la compra. Interesa estar en el no lugar y consumir. Consumir es existir. Para los menos inquietos, la compra on line. Todo a la mano a pesar de la virtualidad. El mercado mismo se disuelve. Ya no hay góndolas, no hay clasificación, no hay jerarquías de bienes ni consumos. Ya no hay un almacenero a quién contarle una historia tomando un trago mientras se sigue la lista de compras, están en vías de extinción. Ventanas virtuales que se abren y cierran a gran velocidad, en un devenir hacia ninguna parte, ancladas solo en la lógica del consumo, vienen a dar sentido a un nuevo tiempo que se yuxtapone al otro tiempo, el del ciclo vital.

Y en medio de la lógica consumista, esa sensación de fluir eterno que se impregna en las prácticas cotidianas del ser enchufado a la información carente de jerarquización, clasificación va penetrando la política. La risotada heraclítea resuena desde el más allá mientras todo fluye. No hay lugar para la síntesis formal ni para una visión totalizadora. El fluir es fluir de cuadros sin película. Y en ese devenir se privilegia el impulso por sobre la razón, el cuerpo deseante antes que el cuerpo que padece, el cuerpo listo para ser penetrado por la cosa antes que el que transforma la cosa.

Enajenados, los consumidores aturdidos se expresan en la particularidad citando un rosario de problemas, todos “mi problema”. Su mi es el posesivo más intrascendente que puede existir a la vez que es el más anclado a un punto. Y si bien muchos mi son parecidos, muchos tienen que ver con temas como la imposibilidad de compara dólares o el problema de la seguridad, ninguno logra ir más allá de sus propias narices. Mi consumo negado, mi consumo de protesta, mi problema. Un vos surge como interpelador radial emanando desde un centro, el ámbito desde donde se convoca. Y muchos mi se encuentran en ese vos que jamás logrará ser un nosotros, pero que tiene muy fuertemente construido el otros, los negros, los infames seguidores de K, los vagos que viven del plan, etc.

El culto del yo, el culto del mí, yo y mi mérito todopoderoso; yo y mi libertad para hacer lo que quiero negada por una banda de otros que quieren imponer algo avasallante por sobre mi yo, el bien común, la cosa pública, el bienestar general, el Estado.

El 23N será interesante porque representará la exacerbación de un modo de expresión ahora novedoso. Como sea, gane quien gane, resulta interesante pensar como se conforma el colectivo de la bronca y el cambio, como se nutre de subjetividades que se agregan a los golpistas de siempre, gente caliente por cuestiones particulares que da cuerpo a la movida, muchos que no saben por qué.


Tal vez sea otra muestra del más de lo mismo a que nos tiene acostumbrados la lógica de la clase media y su alianza con la dominante cuando la distinción peligra. Tal vez a eso debamos agregar algo distinto. Esto sólo pretendía ser una provocación para la reflexión. Y por ahora es eso y nada más.

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