CTKHAELIEMIN, ENTRE SU GRANDEZA Y LAS MISERIAS DE ALGUNOS COPROVINCIANOS

Ctkhaeliemin, entre su grandeza y las miserias de algunos comprovincianos


Por Víctor Leopoldo Martínez (*)
Especial para EL ESQUIÚ.COM



La historia no es una composición, como aquella que nos ordenaban “tema: La vaca”; aunque esta última haya servido para instalar un concepto de país y de “patria”, en el que siempre existieron “hijos y entenados”. Tampoco la que indicaba que era “la narración verídica y cronológica de los hechos del pasado”. Ésta les sirvió a los “historiadores” afines al eterno poder de las clases dominantes para construir aquella que era estampada en libros “oficiales” de lectura obligatoria, a fin de internalizar en el colectivo creencias de dudoso “rigor científico”.


Fueron historias que “nos inocularon desde nuestra más tierna infancia, pero en dosis para adultos”, como decía aquel genial RADICAL (con mayúscula) creador de FORJA, don Arturo Jauretche.
Ctkhaeliemin fue desaparecido de la historia argentina y latinoamericana, porque demandaba justicia social para sus hermanos de etnias. Sus ejecutores fueron y son los constructores de la historia oficial. Lo descuartizaron para escarmentar a sus hermanos. Junto a él, masacraron a 90 millones de Ctkhaeliemines a lo largo y ancho de América en menos de 100 años.


La historia oficial tapó aquello con paladas de desvergüenzas. 300 años después y en menos de una década, 30 mil nuevos Ctkhaeliemines –entre ellos 33 catamarqueños, uno de ellos, Nelly Yolanda Borda- fueron desaparecidos físicamente, porque molestaban con sus demandas de justicia social a los sucios negocios de los poderosos, generadores de esa deuda que los buitres hoy reclaman.
Sólo la cultura y la memoria popular siguen siendo los depositarios de pequeños trozos de “esa otra historia” que los cultores de algún arte suelen rescatar y rearmar como rompecabezas, para plasmarla en obras que intentan dar forma y contenido a todo aquello que por años se intentó que el vulgo ignore. Se les pasó por alto que los cultores que trascienden en la historia de la humanidad nacen y crecen, vienen en ese vulgo. De ahí su histórica posterior persecución.
Nada nuevo bajo el sol.


En su obra “Comentarios reales”, que data de 1609, Garcilaso expuso la historia, cultura y costumbres de los incas y otros pueblos del antiguo Perú. El libro, luego del levantamiento de Tupac Amaru II, sería prohibido por la Corona española en todas sus colonias de América, al considerarlo sedicioso y peligroso para sus intereses, pues alentaba el recuerdo indígena. Olvidar, olvidar y olvidar.


En los ‘50 del siglo pasado, el senador Joseph Raimond MacCarthy persiguió a Charlie Chaplin porque sus obras eran una apología al comunismo (¿?).


En épocas de la última dictadura argentina, existían “fórmulas” para identificar y calificar a personas (especialmente artistas). Una de ellas –la 4ta- decía algo así como “registra algunos antecedentes ideológicos que hacen aconsejable que no se le proporcione colaboraciones ni auspicio alguno por parte del Estado”.


Estas formulas pasaron a constituir el elemento “legal” que necesitaban los “grupos de tareas” para perseguir artistas. Entre los cineastas argentinos “señalados”, estaban Víctor Laplace, Lautaro Murúa (chileno que hizo carrera en esta tierra), Leonardo Favio, Juan Carlos Gene, Octavio Getino, Gerardo Vallejos y tantos otros desconocidos por el “gran público” (nadie se salvaba).


Evidente y lamentablemente, en mi querida Catamarca todavía quedan resabios de aquellas viejas-nuevas mentalidades y metodologías. Nuestro espíritu democrático nos exige pensar una provincia que, hacia el futuro, nos contenga a todos, incluidos ellos. Esta desmedida y tragicómica reacción parlamentaria desnuda a muchos en su ignorancia y los presentan, una vez más, como los que prefieren una provincia con desmemoriados y sin nosotros. En la vieja Europa, que tanto admiran, no pocos llaman a eso nazi-fascismo y lo detestan.


Mientras tanto, Ctkhaeliemin y “Yoli” Borda, con la frente altiva, recorren de la mano el interior provincial, reencontrándose a cada paso y en cada proyección con ese pueblo que, de a poco, comenzó a recuperar la memoria y sus raíces. Ellos salen de la pantalla, dejando de lado las miserias de algunos comprovincianos, lamentando su ignorancia y, junto a su pueblo, danzan felices sin cobrar nada.

(*) Catamarqueño. Director del film “El Jardín de Juan Ctkhaeliemin”

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