EL GRITO EMANCIPADOR

*Por Jorge Rachid

Los términos “pensamiento nacional”, “identidad cultural”, “ conciencia nacional”, “soberanía nacional”, “liberación nacional” han sido usados, archivados, vueltos a utilizar, de acuerdo a los tiempos políticos y a los avatares de los procesos, de avances y retrocesos institucionales, marcados por la agenda internacional, en la etapa del “garrote” primero, en la Doctrina de Seguridad Nacional, pergeñada e instrumentada por EEUU desde la Escuela de las Américas de Panamá, donde se formaron todos los dictadores militares del fin del siglo pasado, en América Latina. Después bajo otra lógica, al amparo del Consenso de Washington la decisión fue restituir una democracia limitada al Mercado, esos tiempos fueron marcados por la lógica de la Globalización y la Modernidad.

Política Internacional, que como nos enseñó Perón es la verdadera política, ya que de su comprensión, análisis, profundización y estrategia, dependen las conducciones de los países como el nuestro, para el planteo de políticas soberanas o por el contrario entreguistas y coloniales al servicio de intereses ajenos a los de nuestro pueblo.
Así sucede hoy con las intervenciones, valiosas y estratégicas de la Argentina en el marco internacional, tanto en el Grupo de los 20, como en el UNASUR, MERCOSUR y la CELAC, como así también en las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad exigiendo pasar de un unilateralismo hegemónico a un multilateralismo que horizontalice las decisiones de los países del mundo, alejadas esas decisiones, de los intereses imperiales, en especial en el Consejo de Seguridad, como también de los organismos de crédito internacional, tipo FMI, Banco Mundial y otros que intentan imponer políticas a los países en desarrollo.

De estos conceptos se desprende la importancia histórica del relato, aquello que nos da pauta del devenir como pueblo. Un relato que ha sido apropiado desde el inicio mismo de los tiempos colonizadores en nuestras pampas, un relato que como bien plantea Pacho O’Donell nos hizo ver al hombre blanco llegado a estas tierras como similares a nosotros mismos, blancos, con una cruz atrás junto a un sacerdote, alto, esbelto en los dibujos, llamado Solís que fue vilmente atacado por unos salvajes, indígenas y adoradores de otros dioses, que no sólo lo mataron, sino que, construida como leyenda, se lo comieron.
Fueron únicos nuestros paisanos indios calchaquíes, tehuelches, guaraníes, querandíes entre otros que enfrentaron la invasión, a diferencia de los aztecas masacrados por Cortéz o los Incas asesinados por Pizarro.
Quienes catalogaron de “salvajes” a los pueblos originarios fueron responsables del mayor genocidio étnico de la historia a lo largo de casi 300 años. Primero llegaron los Adelantados, que se robaron lo que estaba a mano, en la superficie, lo que veían, luego los Gobernadores que trajeron esclavos porque ya había que trabajar para extraer riquezas, junto a los indios en las mitas y el yagonazgo, por último los Virreyes para organizar el comercio y las instituciones del saqueo colonizador.

Ese relato ya comienza por estigmatizar la lucha por la libertad de las clases populares contra las clases dominantes, de cualquier signo a lo largo de los tiempos, sin que clase como término tenga connotaciones parecidas a la revolución industrial. La lucha del hombre a lo largo de los tiempos por su emancipación fue marcada por la lucha, no siempre victoriosa. Así fue catalogado Artigas, el fundador ideológico de la Patria Grande, de ladrón, contrabandista y asesino, traidor a la Patria por personajes como Sarratea y Alvear, los mismos que le solicitaron por carta, al Reino Unido que nos adopte como colonia del imperio, dado que los criollos éramos incapaces de manejar nuestro destino, alentando y permitiendo la invasión lusitana a la Banda Oriental, que siempre quiso ser Confederación de la Patria Grande, lo mismo que Paraguay y el Alto Perú, con Juana Azurduy pidiendo ayuda a Belgrano, negada por otro prohombre, gracias al relato, como Rivadavia, un verdadero cipayo, el primer endeudador y claudicante genuflexo proinglès, presentado falsamente como primer presidente.

Repasemos entonces quienes fueron estigmatizados, vilipendiados, maltratados en vida y en muerte también, enlodando sus memorias a lo largo de la historia. Nuestras calles y avenidas nos pueden dar una idea de ello, ahí figuran los máximos traidores a la Patria enaltecidos por la historia oficial, la que frente al relato popular, ese que perseveró en la trasmisión oral, como el Martín Fierro fiel intérprete de la gauchería, ese sincretismo que como bien dice Francisco Senegaglia en su libro”La otra revolución” resume al indio, al mulato, al liberto y al criollo en un todo. Los hombres del campo nacional no revisamos, sino que reconstruimos una historia escondida, vedada y manipulada por las clases dominates.

Rosas es un ejemplo claro, justamente el gobernador que permitió a nuestro país que no sea un mosaico de veinte republiquetas, con su concepción de unidad nacional. Hubo que combatir para defender ese principio, como combatían otros argentinos que exiliados en Montevideo, no dudaron en subirse a los barcos ingleses y franceses que pretendían fundar una nueva colonia mesopotámica, una nueva amputación nacional, de la mano de la excusa de combatir a Rosas. Años antes estos mismos personajes, Salvador María del Carril, luego presidente de la Corte Suprema, Florencio Varela y otros ordenaron a la “espada sin cabeza” de Lavalle, asesinar a Dorrego el primer líder popular que accedió a la gobernación. Otro patriotas como Joaquín Campana, French, Beruti, chisperos, orilleros, muchos criollos, que ocultados por la historia, la protagonizaron jugando su vida, desde los intereses populares. Tampoco se relata la insurrección del cacique Calchaquí en nuestra historia, ni tantas otras que jalonaron las luchas nacionales entre ellas las más de cien batallas de la meseta jujeña en la Quebrada de Humahuaca, protagonizada por nuestros denostados originarios y criollos, que impidieron el avance del ejército español.

Sobre ellos se abalanzó la calumnia, la mentira y el ocultamiento, siendo paradigmático el caso de Rosas que no quiso reconocer la independencia del Uruguay ni del Paraguay en un intento conceptual de Patria Grande, que luego de Caseros consolida la derrota del campo nacional, concretando los planes ingleses de balcanización y que nos lleva de la mano de Mitre, a la Guerra de la triples Infamia contra el pueblo hermano paraguayo, con cientos de miles de muertos y heridos, en años de dolor.

El poder las clases dominantes no duda a la hora de la verdad, procede sin escrúpulos, los mismos que luego exigen a las clases populares, en sus formalismos posteriores a los saqueos, como el de las tierras que han formado desde los primeros tiempos en graciosas concesiones, la oligarquía terrateniente, que se ha dedicado a acusar y mancillar desde entonces al pueblo trabajador, como “vagos y malentretenidos” a lo largo de la historia. Siguen considerándose hoy los “dueños de la Patria”, los “civilizadores” frente a la “barbarie” populista, aquellos que estimularon los ejércitos para las matanzas de indios, la persecución de criollos, el desplazamiento de las reservas aborígenes, la explotación sistemática de peones, que en el caso de la Patagonia Trágica exigían sólo una vela y un catre. Fueron fusilados 1500 trabajadores, frente a semejante desatino de reclamo!!!

Por eso es importante la pregunta que se formula Pancho Pesthana, en su libro “Existe el Pensamiento Nacional?” , interrogación necesaria frente al desarrollo histórico de la “Formación de la Conciencia Nacional”, maravillosa descripción de Juan José Hernandez Arregui en un libro que ha sido formador de generaciones.
La respuesta sin dudas está en la misma pregunta: como no va a existir el pensamiento nacional si el Irigoyenismo y el Peronismo, que no abrevaron de terceras fuentes ideológicas, pudieron transformarse por épocas en los ejes aglutinantes de las mayorías populares en nuestro país y en el caso del peronismo mantener su vigencia plena, tanto política, como filosófica y doctrinaria, hasta nuestros días, casi 70 años después de su creación.

Algunos dirán que existen varios peronismos, en especial quienes desde fuera del mismo intentan, no sólo identificar con construcciones de pensamiento europeísta, sino en muchos casos heredar semejante movimiento nacional, que ha creado desde una cultura hasta una estética del poder, identificando a lo largo de la historia, doctrinariamente al peronismo con el pueblo y en especial con los sectores más desprotegidos de la sociedad. Sin embargo como bien plantea el filósofo peronista Jorge Bolivar en su libro sobre Estrategias y juegos de Dominación , no se trata sólo de una afiliación partidaria, ni siquiera del recitado ideológico del manual del peronismo, sino que quienes lo llevan adelante tengan o no, un núcleo de ideas de Liberación o por lo contrario respondan a una concepción de Dominación.
Como vemos desde el relato histórico de clara concepción anglófila y sesgada que escribió Mitre, al tráfico ideológico de las corrientes del pensamiento colonizador, siempre el designio ha sido el mismo, ocultar, tergiversar, manipular y denigrar los movimientos populares en todas sus expresiones.

En las currículas de formación académica, en las escuelas primarias y secundaria aún hoy, predominan de manera absoluta esas visiones de la historia y construcción del pensamiento, ligados mas a aprender en la formación sistemática, los modelos imperiales, desde la geografía a la música, llamados a si mismos “universales”y copiados por aliados vernáculos, cuando en realidad son desarrollos de poderes fácticos que han logrado colonizar países y poblaciones por años. No existe una cultura universal, existen culturas nacionales que por la fuerza de las armas o de la prepotencia comercial del desarrollo colonialista de sus países de origen, han logrado imponer como paradigmas, determinados elementos culturales que hacen a la vida cotidiana, que transforman a los pueblos en súbditos inconcientes de otras latitudes, con profundo desprecio por sus propios valores nacionales.

El mejor ejemplo es Malvinas, colonizada por los ingleses y no asumida por los argentinos mas allá de la evocación y nostalgia, no siendo vivida como realmente es: un hecho violento, militar, colonial, de ocupación territorial, que en cualquier otro sitio del país, generaría por parte del pueblo argentino, miles de formas de resistencia y enfrentamiento.
Ahora incluso no se acompañaría un corte de relaciones diplomáticas con Gran Bretaña, ni el diseño de una guerra diplomática y comercial, que incluya un impuesto a los residentes ingleses, empresas y terratenientes de ese origen que empiece a pagar el saqueo del mar argentino. Menos aún colocar rampas misilísticas en el costero atlántico con el fin de obligar al Reino Unido a movilizar recursos económicos, aquellos que duelen, además de la prohibición de carga y descarga de buques ingleses en el marco del MERCOSUR y la prohibición de vuelos a Malvinas por territorio argentino. ¿Parece mucho? Mucho más violenta es una ocupación colonial, con visión estratégica sobre el antártico, único continente no explotado y parte del desarrollo bicontinental argentino desde Perón y su creación del Instituto Antártico. A eso apunta la geoestrategia inglesa.

Todos estos elementos hacen al grito emancipador de un pueblo cansado de tantas historias de despojos, manipulaciones y genocidios, en nombre de “la libertad y la democracia” que justificó los peores crímenes cometidos en nuestra Patria.
Reconstruir el pensamiento nacional es vertebral a las luchas populares, que seguirán el curso de la historia emancipadora del pueblo argentino, es la herramienta necesaria que arma las conciencias populares detrás de objetivos nacionales, poniendo un límite a la voracidad de los mercados y los mercaderes de aquí y de otros lares. Aquellos que vienen devastando naciones en nombre de una lógica financiera, atada a los grupos hegemónicos internacionales, que pretenden un nuevo ciclo de claudicaciones nacionales en función de sus propios intereses.
El peronismo, el movimiento nacional, la recuperación de nuestra historia, la jerarquización de nuestros hombres y mujeres que fueron mancillados, es una tarea esencial a un proceso de Liberación Nacional pendiente, como revolución inconclusa, que nos debemos todos los argentinos.
Nos debemos esta militancia hoy, cuando el embate de los poderes fácticos que han perdido terreno de poder y amenazan con desestabilizar produciendo un “golpe blando” que nuevamente desplace la voluntad popular, del gobierno nacional, democrático y popular.

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