LA MILITANCIA Y EL PENSAMIENTO NACIONAL


*Por Jorge Rachid


Cuales son las bases conceptuales que impulsan este tiempo de cambios profundos en lo político y social, que convoca a los jóvenes, ilusiona a los mayores, amplia derechos, restituye dignidad y avanza sobre las necesidades emergentes de los nuevos escenarios, en el concepto de Evita “donde hay una necesidad, hay un derecho”?

Como dijo ese personaje siniestro Margaret Thacher, “la culpa es de Perón” y algo de eso hay en la historia de la construcción del pensamiento que vertebra la identidad nacional. Bucear en la historia que hoy estamos reconstruyendo desde el revisionismo, nos permite visualizar con claridad la matriz de un coloniaje cultural y una dependencia económica que marcó los modelos sociales antipopulares que implementaron a sangre y fuego los procesos hegemónicos, que por fuerza de las armas en el siglo pasado y la presión de los mercados con su fuerza de choque, los medios de comunicación, intentaron enterrar la trasmisión oral popular, la fuerza de la cultura, la identidad nacional y el desafío de construcción de un destino soberano.

Así emerge el pueblo como protagonista de la historia. Ese pueblo que pudo haber sido derrotado en el 55 o en el 76, pero que conservó la memoria histórica de su pertenencia, desde aquel “aluvión zoológico” a las jornadas heroicas de la resistencia con presencia protagónica del movimiento obrero organizado y los documentos fundantes de La Falda, Huerta Grande y la proclama inaugural de la CGT de los Argentinos. Una presencia militante, de sueños convocantes en una “juventud maravillosa”, que en forma concreta de compromiso, asumió el desafío de enfrentar la dictadura militar del 66. La vuelta de Perón, el pueblo en la calle, la alegría recuperada, la ilusión encendida, mientras el enemigo de la Patria, conspiraba, desde entonces, especulando con la muerte del líder. Sucedió el 76, la noche, la muerte, una sociedad presa de sus miedos y un pueblo arrojado a las garras del individualismo egoísta del neoliberalismo, verdadera ingeniería social experimentada en la Argentina, con exterminio genocida y dispersión social, en una diáspora inimaginable en el país de la Justicia Social ejemplo en Latinoamérica y en el mundo. Sin embargo otra vez la resistencia pese a la presión del “discurso único”, el “posibilismo del mercado”, “las relaciones carnales”, la entrada al “primer mundo”, la globalización y la modernidad, el estado ausente, entre otros proyectiles del verdadero arsenal político, ideológico y cultural del neoliberalismo dominante. Fue resistido por las organizaciones obreras otra vez, como en el 55 y con nuevos actores que irrumpieron en la escena nacional, los movimientos sociales, verdaderos contenedores de las demandas desoídas de mayorías populares expulsadas del árbol social argentino, arrojadas a las banquinas de la historia, por ese mercantilismo darwiniano.

Esta situación iba a marcar la etapa necesaria que debía transitar la Argentina de recuperación de su memoria histórica. Sucedió entonces el 2001 con la derrota política por la movilización popular, del neoliberalismo, aunque sus efectos estructurales de coacción económica y social aún persisten, décadas después de ir desmontando un supuesto estado ausente, ya que siempre está algún sector siendo beneficiado, al servicio del mercado, en un giro copernicano, por un estado presente con vocación de ampliar los derechos sociales, verdadero motor ideológico del peronismo y esencia de su vigencia doctrinaria.

Desde el 2003 entonces un proceso profundo de reparación histórica hizo confluir visiones diferentes en objetivos comunes. Eso se denomina movimiento nacional, en la avenida ancha y generosa de la Patria una nueva síntesis que motorizada por el peronismo, permitió avanzar en territorios ocupados por el enemigo neoliberal. Desde los derechos humanos conculcados por décadas hoy juzgados, hasta los derechos laborales arrasados por la lógica mercantil y codiciosa, que desconoce que la historia la escriben los pueblos y la riqueza la generan los trabajadores. Ni los especuladores ni los financistas son los hacedores de la Patria, sin embargo fueron durante décadas los consultores mediáticos del oráculo de la globalización y la modernidad, apuntalados por medios de comunicación cómplices de dictaduras militares y dictaduras económicas, de la mano de los organismos de crédito multilaterales en los papeles, pero hegemónicos e imperiales en su ejecución.

Este período convulsivo, aluvional, movilizador permitió una revalorización del estado como eje de resolución de los conflictos generados por la confrontación de intereses corporativos, monopólicos y transnacionales con los intereses del pueblo, de los trabajadores, de los humildes y los desposeídos, la Patria morena ignorada y vilipendiada por los dueños del poder. Además generó la revalorización de la política como herramienta de construcción de un nuevo modelo social, recuperando las utopías necesarias a la militancia política en especial la juvenil, que volvió a abrazar la causa nacional como bandera de lucha por la liberación nacional. Claro que ese proceso de construcción de esperanzas, no es la foto sino la posibilidad de ver la película, el nunca acabado final de la historia de un pueblo en busca de su identidad cultural y destino histórico.

De ahí que no hay gestión sin ideología, ni tampoco ideología desprovista de herramientas de la política que sean capaces de cambiar una sociedad sumisa por una comunidad organizada, en función de la Justicia Social. Ese camino se está transitando con dificultades y contramarchas, ya que la política es confrontación de intereses, de intercambio de actores, de nuevos protagonistas, donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer, siendo ese derrotero el que debe transitar una militancia que solamente con pensamiento crítico puede aportar a la construcción de un nuevo escenario nacional. La preservación del movimiento nacional como herramienta de liberación se construye cotidianamente desde el pensamiento y la acción.

Desde el pensamiento en la búsqueda permanente de nuevas síntesis, donde la política internacional como nos enseñó Perón, es La Política, desde ahí las posibilidades nacionales y regionales del UNASUR y la CELAC como marco referencial de nuestra inserción latinoamericana, la misma de los sueños bolivarianos, artiguistas y sanmartinianos de los padres fundadores, es uno de los ejes mas importantes para pensarnos desde nosotros mismos como nación y como pueblo.

Desde la acción ampliando los sistemas de alianzas estratégicas y democratizando el poder, que son las que dan viabilidad al futuro, las que confluyen en unidad de concepción y unidad de acción, deshechando alianzas electorales puramente ocasionales y especulativas, cuyo reflejo parlamentario posterior es una amalgama de minibloques, individualistas y fragmentarios, que son el fiel reflejo neoliberal de la dispersión. Si la fragmentación fue la expresión del triunfo neoliberal de décadas pasadas, la unidad del campo popular es el desafío a construir, en un proceso de comunidad organizada, garantía de participación popular plena en la construcción de un nuevo modelo social.

De ahí que militancia y pensamiento nacional imbricados, son las herramientas capaces de dar respuesta a las demandas actuales en un marco estratégico, de debate intenso de los caminos a recorrer, para despejar “la paja del trigo” en cuanto a la reflexión y la construcción del pensamiento nacional. En una historia reciente de culturas colonizadoras eurocentristas, de filósofos ponderables pero de otras realidades, otros agentes siendo imperiales de conceptos colonizadores, se hace necesario que emerja los filosófico y doctrinario de un peronismo vigente como eje cultural, filosófico y político, que aporte al debate profundo con quienes desde otras vertientes del pensamiento confluyen en el movimiento nacional y popular. En esa síntesis se podrá recrear una actualización doctrinaria necesaria de etapas nunca discutidas ni analizadas, de conductas, errores, aciertos y luchas que han jalonado nuestra historia reciente de las últimas décadas. Un aporte importante en ese sentido ha sido la irrupción de la historia revisionista en la agenda nacional, limitando la influencia mitrista y anglófila de nuestra propia visión nacional. Esa mirada nos permite avanzar el camino de construcción de los nuevos paradigmas de las próximas décadas, reparando errores, generando nuevos escenarios y construyendo un modelo social del siglo XXl con Justicia Social anclado al futuro.

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