(Haciendo
un esfuerzo denodado por poner en palabras lo que tañe la cacerola)
*Por José A. Gomez Di Vicenzo
Exijo solidaridad del Estado en las pérdidas y
procuro diluirlo en la ganancia (sobre todo si se trata de mi ganancia); soy
progre porque tengo un amigo boliviano pero me ofusca que las minorías étnicas
sean beneficiarias de planes y se le reconozcan sus derechos; me encanta la
libertad siempre y cuando no se horaden las bases materiales que sostienen mi
estatus; me gusta la democracia siempre y cuando quien gane elecciones y
gobierne sea aquél que represente mis ideales (me haga seguir ganando guita,
aumentar mi - y sólo mi- consumo y la posibilidad de diferenciarme
socialmente), cualquier otra cosa es una dictadura populista; respeto a la mujer
siempre que no me haga sentir un pelotudo ignorante, siempre y cuando no tenga
poder, siempre y cuando me cocine y se deje garchar; me alucina sentir que la
guita me la gané por mérito propio, por ser diferente, tocado por una barita
mágica, por ser portador de una moral férrea, que rescata los valores del
trabajo y el esfuerzo que son propios de la cultura blanca y me fortalece
sentir que eso me diferencia de los cabeza vagos que pretenden vivir del Estado
(que en realidad es el principal chorro que vive desangrando el producto de mi
esfuerzo y capacidad); me encanta decir lo primero que se me viene a la cabeza
porque eso es libertad, por eso me diferencio de todos esos militantes
cooptados de La Cámpora, Evita y todos esos energúmenos chantas que adoctrinados
penetran las mentes de tantos libres y no quieren otra cosa que conseguir un
puestito para seguir robándome el fruto de mi laburo; defiendo la libertad del
periodismo de decir todo lo que opino (alguien tiene que decirlo, alguien tiene
que representarme); defiendo la moral cristiana y si alguien dice que algo anda
mal con ella en los ámbitos donde ella vive, es glorificada, interpretada y
defendida entonces hago como que no pasa nada porque decir, pronunciar,
elevarse al plano de las ideas y repetir como loro es más importante que hacer;
soy de los solidarios que dan al pobre para que sobreviva como pobre
dignamente; soy un patriota sin igual, defiendo mi patria y la de aquellos que
piensan como yo contra ideas foráneas y el enemigo interno. Y me amparo en los
valores democráticos aún cuando estoy dispuesto a violarlos sistemáticamente.
Soy uno como cualquiera, soy un ciudadano más,
soy único e irrepetible, soy el uno, el hombre mediocre, el enajenado, el medio
pelo, el analfabeto político, el sujeto interpretado, el que se las sabe todas,
el que deja que la historia pase, el que se conforma con llenarse de boludeces
para enrostrarle al otro que soy en la medida que consumo, soy el que cree que
mi trinar de cacerola logrará cambiar el mundo (que por supuesto es mi y sólo
mi mundo) y liberarme de la opresión de esta clase de chantas totalitarios,
demagogos y populistas dispuestos a hacer que toda la negrada (incluida mi
sirvienta) se den tono haciendo y consumiendo bienes que deben estar y de hecho
por eso están sólo al alcance y poder de goce de gente como uno (acá no hay
distinción posible entre deber y ser – es una cuestión filosófica en la que me
puedo cagar porque se trata de las mentiras propias de los intelectuales
amanerados que también sirven de exegetas del régimen para vivir de mí).
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