Por Maximiliano Pedranzini*
“La
inflación y la deflación son fenómenos financieros y económicos que no deben
tener directa relación con el bienestar del pueblo”. Juan
Domingo Perón, Normas Generales para
el cumplimiento del 2º Plan Quinquenal, 1952.
Un tema que le quita el sueño a
más de un argentino es sin duda la inflación. Y los ciudadanos consultan el
“Oráculo Mediático de Delfos” para ver con qué números empiezan el día bien
temprano. Números que llevan a ver al fantasma de la inflación con que espata a
la gente todos los días generando pánico, miedo y desesperación. Un fantasma
que merodea la vida cotidiana de las personas producto de la incompetencia de
funcionarios como Guillermo Moreno y asimismo nos lleva al origen de todos los
males: El Estado.
Pero los medios hegemónicos,
profetas del odio que imparten la agenda social, omiten un pequeño detalle. Las
empresas privadas formadoras de precio -y por lo tanto hacedoras de la
inflación- que atacan el hilo más fino que afecta a los sectores populares: la
canasta básica de alimentos. Y entre estos profetas aparecen quienes dibujan
números con la pluma del cinismo, como ha sido el economista estrella del Grupo
Clarín y asesor del Partido Obrero Natalio Wermus -mejor conocido como Ismael
Bermúdez-, quien había aseverado que una persona puede comer con 6 pesos
diarios. Afirmación que se la atribuyeron al gobierno. Esto por supuesto se
reproduzco en todos los medios como si fuera una “verdad a todas luces”.
Sin embargo, además de existir empresas
formadoras de precio, también hay formadoras de opinión, que se encargan de
fabricar consenso -como diría Noam Chomsky- con el objetivo de defenestrar a
los funcionarios del gobierno, que tiene como resultado demonizar a lo público
y finalmente al Estado. La ecuación mediática es muy sencilla. Y el sujeto para
montar esto es la clase media, interlocutora de los grandes medios de
comunicación que responde a los impulsos que estos medios generan en su
psicología diaria.
En una economía capitalista es
lógico que haya inflación, mucho más frente a las crisis que atraviesan el
mercado mundial. En consecuencia, la inflación no la crea el gobierno, sino las
corporaciones oligopólicas, responsables de los movimientos de precios en el
mercado interno. El Estado cumple la función de regular este proceso. Lo que
nos hace pensar que el problema no es la inflación en sí misma. Sino que al
haber aumentos salariales, difícilmente se pueda apaliar los índices
inflacionarios. Frente a la inflación, mayor tiene que ser la masa salarial.
Pero al mismo tiempo, la pregunta sería: ¿Por qué la gente en vez de arrojar
toda su rabia contra las empresas que cartelizan los precios, lo hacen contra
el gobierno? La respuesta es la siguiente: Porque es mucho más fácil hacerlo y
la encargada de direccionar el timón de sus conciencias es el periodismo
“independiente”. Arturo Jauretche sobre esto nos dice: “Porque los
medios de información y la difusión de ideas están gobernadas, como los precios
en el mercado y son también mercaderías. La prensa nos dice todos los días que
su libertad es imprescindible para el desarrollo de la sociedad humana, y nos
propone sus beneficios por oposición a los sistemas que la restringen por medio
del estatismo. Pero nos oculta la naturaleza de esa libertad, tan restrictiva
como la del estado, aunque más hipócrita, porque el libre acceso a las fuentes
de información no implica la libre discusión, ni la honesta difusión, ya que
ese libre acceso se condiciona a los intereses de los grupos dominantes que dan
la versión y la difunden” (Arturo Jauretche, Los Profetas del
Odio y la Yapa. La colonización pedagógica, A. Peña Lillo Editor, Buenos
Aires, 1982).
De esta manera este fenómeno no
afecta el humor de la clase media y trabajadora. Ahora, ese humor en este caso
se manipula con número. Mientras que el INDEC dice que la inflación fue del 0,8
% en julio, personajes como Moyano desde la CGT o Bonelli desde TN dicen que
fue del 1,7 %. Algo que reproducido miles de veces los 365 días del año genera
irritación en la sociedad.
Más cuando te aparece el referente
de la CGT diciendo que la inflación ha superado ampliamente el 45 o 48 %. Esto
sacado del contexto de los aumentos salariales y el piso de las ganancias,
afecta considerablemente el ánimo de la gente. Estadísticas que inflan su mal
humor y le son claramente útiles a estos medios monopólicos. El trabajo de
deconstrucción y manipulación mediática es clave para lograr este efecto en la
sociedad, independientemente de lo que nos digan Moyano, Yasky, Kicillof o el
INDEC. La pregunta es: ¿cómo influye esto en la gente todos los días? Mientras
los grandes monopolios consigan picos de irritación diaria que lleven a la
gente a desacreditar al gobierno y quitarle legitimidad. Lo demás es cuestión
de esperar. Aún creen que pueden de sacar y poner gobierno con las tapas de los
diarios. La tarea se le ha venido complicando más de lo que pensaban. Pero sin
perder la brújula, siguen transitando por la misma senda desestabilizadora.
El debate entorno a la
distribución de la riqueza, la renta financiera y la pugna por el capital
concentrado es un tema que hoy no le quita el sueño a la clase media y
trabajadora. La gente apunta a lo básico, a lo que le afecta todos los días. El
sentido común es tierra fértil para que los medios siembren estos fantasmas del
miedo, el pánico y el desánimo que nos retrotraen a las peores crisis
hiperinflacionarias que dejaron al país al borde del abismo.
(*) Ensayista. Integrante
del Centro Cultural E. S. Discépolo y militante del Movimiento Universitario
Evita de Misiones.
Comentarios