*Por Jorge Rachid
“Son el futuro” es la frase mas frecuente
para postergar sus anhelos. “No están capacitados” dicen quienes no quieren
perder su posibilidad. “Tiene que caminar mucho para aspirar a los cargos”
proclaman aquellos que creen que la historia es solo de ellos. “No nos respetan
en nuestras luchas” exclaman quienes piensan en que la única lucha es la dada
contra las dictaduras.
Estos jóvenes de hoy que viven esta realidad,
por aquellas luchas, por nuestros sueños y dolores, son hijos de la democracia
y el enfrentamiento que debieron dar fue contra una cultura dominante
neoliberal, que intentó hacerlos individualistas, egoístas y codiciosos y que
les vino dado desde la cuna conjuntamente con las nuevas tecnologías que ellos
mismos lograron dominar para fines solidarios y convocantes, se expresan en los
pueblos y las plazas haciéndose oir y protagonizando la historia reciente de la Argentina.
La recuperación del Estado como ordenador
social con presencia y regulaciones, tomando decisiones estructurales que
revirtieron políticas de entrega y sumisión en especial en sus propias
empresas, en un duro camino todavía iniciático, permitió la irrupción de
jóvenes capacitados y comprometidos en la función pública es un hecho repetido
en la historia del peronismo. Pensemos en Cafiero ministro de Perón a los 25
años y de Hacienda nada menos, o en Juan Manuel Abal Medina a esa edad
Secretario General del Movimiento Nacional Justicialista en el 73, por no
seguir con ejemplos que en una larga lista demuestra que los jóvenes militantes
no sólo sirven para movilizar, agitar, pintar, encuadrar sino que siempre
fueron capaces de conducirse y asumir responsabilidades cuando se ejerce la
militancia desde una política estratégica que recupera los valores y entierra
el posibilismo del carguismo. Ser funcionario no es el desvelo de los jóvenes
sino participar activamente en cambiar precisamente esos ejes neoliberales, que
durante décadas marcó al pueblo argentino.
La recuperación de la política como
herramienta de construcción social, después de años de sistemática destrucción
por parte del poder que no vaciló en denigrar la aptitud de los argentinos de
conducir nuestros destinos con conceptos como “los trabajadores argentinos son
todos vagos”, “los políticos unos corruptos” y así con los maestros, los
empresarios nacionales y científicos a quienes “mandamos a lavar los platos” en
una de las humillaciones emblemáticas del período neoliberal.
A partir de la recuperación política la
irrupción de la juventud como eje movilizador y nuevo actor social, hasta
entonces aplacado por la prédica de la contra cultura, modificó el escenario
político nacional creando una situación nueva de protagonismo y
responsabilidades, donde se juntan las historias desde aquellas guerreras
antidictatotiales hasta las nuevas estudiantiles en algunos casos, de
movilizaciones sociales en otros donde desde su infancia fueron puntales de
familia ante la exclusión y el dolor humano producto de la marginación de la
década del 90 con desempleo y migración interna.
Los jóvenes como todos los estamentos etarios
de la sociedad contienen en si las contradicciones de la comunidad, pero sin
dudas son mas permeables a la comprensión y el aprendizaje en la acción, que
muchos viejos militantes atados a preceptos “políticamente correctos” que no
modifican la realidad sino que la acompañan en la gestión , con todos los visos
de consolidar los ejes de poder que encuentran, en vez de luchar por una
situación al servicio del pueblo y no de determinados intereses. Nada es así al
cien por ciento porque existen ejemplos en varios sentidos como excepciones a
la regla, pero es indudable que la juventud está mas predispuesta a romper los
límites del stablishmen, a construir nuevos espacios, imaginar nuevos
escenarios y elaborar proyectos a largo plazo.
De ahí que demonizar la juventud es como
clausurar el futuro, como negarnos nosotros mismo la continuidad histórica de
esta larga marcha en pos de la reconstrucción del país en un marco de justicia
social y plena soberanía política y económica. Estigmatizar a los jóvenes sólo
puede ser producto del rencor y la soberbia de quienes se creen ser los únicos
dueños de la verdad. Y no importan donde militen, si son o no oficialistas, si
son sindicales o universitarios, secundarios o emprendedores empresarios, sin
dudas son los jóvenes que vienen a
escribir la historia de los próximos 30 años, a escribir junto al pueblo lo
nuevos paradigmas y lo hacen desde una concepción de país diferente a la que
tenían hace 8 años apenas, un país hoy que podrán discutir en profundidad y en
lo estratégico asumiendo la responsabilidad de llevarlo adelante, en un proceso
democrático de libertad como impera hoy y en una Latinoamérica ávida de
integración y nuevas propuestas ante los desafíos del mundo. En todo ello los
jóvenes son el motor de hoy, no de mañana, actual si somos capaces de
reconocernos en ellos como nuestra propia memoria de lucha y compromiso que
hizo posible esta realidad.
*CABA, 24 de noviembre de 2011
jorgerachid2003@yahoo.com.ar
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