*Por José Antonio Gómez Di Vicenzo
Agregar más a lo ya
dicho después de lo contundente del domingo por la noche es casi tan redundante
como redundante el triunfo del FPV. Este epistemólogo devenido periodista de
opinión sabe cuáles son sus límites, reconoce la capacidad de sus maestros en
la profesión para cocinar, en menos de una hora y a menos de un día de cerrados
los comicios, artículos de una hondura formidable. Allí están. Cualquiera puede
consultarlos y volar un poco con tan solo desplegar las páginas virtuales de
los diarios progresistas.
El silencio al que
este intruso en la prensa se llama estos días tiene que ver tanto con ese
sentir, ese saberse limitado para agregar novedad a lo ya dicho; tiene que ver,
también, con dejar pasar, alejarse para ver un poco más, un poco distinto.
Acallados los gritos triunfales, la euforia es seguida por la reflexión, la
conmemoración y el recuerdo a pronto de cumplirse un año de aquel hecho
histórico que, me animo a decir, marcó el inicio de un nuevo período. Muchas
emociones juntas, muchos cambios estructurales.
Pero…
Irremediablemente viene a la mente la pregunta: ¿Cómo sigue todo esto? Porque muchas
cosas interesantes comenzaron a aparecer en el horizonte de la Argentina hace un tiempo:
por ejemplo, ahora podemos pensar en el mediano y largo plazo, ahora los
jóvenes pueden volver a sentir que desde el compromiso y el tránsito por el
barro de la historia puede cambiarse el mundo y que si se aprieta por abajo la
dirigencia y los representantes laburan. Y cuando ya no los individuos aislados
sino los colectivos descubren que son pura potencialidad, pura capacidad de
hacer camino al andar, entonces, las preguntas comienzan a rondar las mentes y
a promover las acciones. Repentinamente al cómo sigue esto se le agregan
cuestiones tales como: ¿Cómo continuar carcomiendo el poder de aquellos que
gracias al dominio material siguen siendo los que entran a la cancha siempre
con varios goles a favor? ¿Cómo lograr que cada vez más trabajadores tomen
conciencia de sus posibilidades? ¿En dónde es prioritario avanzar? ¿Cómo
continuar creando instrumentos que afiancen la presencia del Estado? ¿Cómo
pasar de la redistribución a la generación de poder y riqueza de los
trabajadores? Etc., etc.
Todas estas
cuestiones exigen afinar el intelecto, exigen estrategia, desafían el presente,
tensionan al creativo; obliga a hacer cambios concretos, transformar las
circunstancias, ser hombre al hombre y no una piedra o un pedazo de carne
inerte.
¡Uf! Y sí… ¡Está
claro! Si no hay cambios materiales, si no hay un desbalance en las condiciones
estructurales, lejos estamos de poder pretender grandes y trascendentes mutaciones
y los trabajadores seguirán siendo explotados. Conozco el rosario. Pero sé hasta
dónde su recitado surge de la paralización, glaciación del pensamiento, del
olvido de que en algún momento y producto de las circunstancias, la teoría lo
parió para expresarse, para convencer; pero que hoy (y ya hace más de medio
siglo), dichas consignas aparecen como fósiles, hablan del aporte marxista así como
las momias representan el esplendor del Anciano Egipto. Estrategia, intelecto,
el pensar, todo es producción, es concreto cuando no es pensar por pensar. Y
pensar cómo cambiar la base material es una buena manera de no perderse en la
nube, de producir cambios concretos. Hay que embarrarse, hay que bajar de la
tribuna y correr la carrera. Hay que hacer política en primera.
¡La pucha! ¡Pero si
hasta los eximios representantes de la izquierda más dura y opositora al
gobierno, tras desempolvarse los restos de maquillaje televisivo y digerir el
champagne cebado por la derecha mediática, recordaron (¡en buena hora!) su lucha
por el proletariado y en sus campañas publicitarias bregaron por los derechos de
los trabajadores comenzando a “hablar de lo que les pasa”, tratando de
conseguir “un lugar en el Congreso”, jugando el juego de la democracia liberal.
¡Si hasta parecía un discurso peronista el de los candidatos “izquierdistas”! “¡Salario
mínimo que debe cubrir el costo de la canasta familiar! ¡Por una jornada de
ocho horas de trabajo!” Cosecharon un poco más del 2% de los votos superando a
Lilita “Descarrió”, todo un logro. Por lo menos los clásicos mantras fueron
suplantados por consignas de la década del 40 del siglo pasado. En breve
llegará el siglo XXI para nuestros amigos. Eso si no vuelven a derrapar
flirteando con lo más rancio de la derecha y el conservadurismo autóctono. Eso
sí, de caminar una fábrica ni hablemos.
Resulta evidente.
Hay, al menos, dos maneras de ver la cosa. O continuamos pretendiendo defender
al proletariado (y no me quiero introducir en el espeso problema que surge a la
hora de definir hoy categorías como trabajador, proletariado, conciencia de
clase y lucha de clase) mirando cómo la historia pasa desde la tribuna y
entonces, empapados de ese tono grandilocuente que da la intelectualidad,
creemos que estamos cambiando el mundo cuando en realidad lo estamos
interpretando (¿será siguiera eso?) o nos
embarramos y corremos al gobierno por izquierda y desde adentro, sin comprar el
paquete entero, pero yendo por más herramientas para que deje de haber pobres
en la Argentina ,
para que los ricos sean cada vez menos ricos y los trabajadores tomen las
riendas. ¿Qué es más transformador? ¿A esta altura se puede seguir corriendo al
gobierno por izquierda desde afuera para terminar dándose la mano con los
sectores más recalcitrantes de la derecha? ¿Da resultado esa estrategia? ¿O más
bien de lo que se trata es de promover políticas concretas para ir cada vez más
a la izquierda desde adentro?
Lamentablemente no
tenemos la suerte de encontrar respuestas en las biblias seculares de nuestros
padres fundadores. Hace rato que llegó la hora de construirlas haciendo
nosotros nuestro propio marco teórico crítico-transformador. Siempre teniendo
presente los núcleos centrales aportados por el gran cabezón: Praxis,
centralidad de la producción (como producción ampliada), dialéctica y tesis 11.
Eso implica no perder de vista que a veces correr por izquierda al gobierno
desde la quietud y calma del espectador tribuno transforma los tablones en una
escalera hacia el infierno de los funcionales a la nueva derecha. Implica no
perder de vista que mientras la derecha se reinventa todo el tiempo no podes
dormir. Implica jugar. Porque en la cancha se ven los pingos.
Tal vez el triunfo
del domingo pasado tenga que ver con que algo de eso es lo que está pasando y
que como resultado la gente de a pié, esos que no saben de la historia de
rosarios y mantras escleróticos, comenzaron a notar que en sus vidas reales
algo está cambiando para mejor. Porque muchos comenzaron a correr por izquierda
desde adentro presionando para que no haya retorno.
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