*Por Jorge Rachid
Uno
puede preguntarse donde confluyen elementos en apariencia distantes pero
imbricados en una confluencia de pensamientos, íntimamente ligados a la hora de
las definiciones sanitarias, verdadera hipoteca social a construir en los
próximos tiempos.
Desde
la cultura, expresada como una conciencia colectiva del pueblo argentino, anida
como elemento determinante la salud como un derecho humano, esencialmente
solidario, de cuidado universal en términos sanitarios, de valoración
permanente de una sociedad que sólo en salud puede construir un destino común,
sin diferencias raciales, étnicas ni sociales. Una cultura que se reconoce
desde los albores del siglo XX como herramienta común del bien social compartido,
con un estado presente y una accesibilidad plena al conjunto del pueblo.
El
cuidado de la salud es una tarea permanente de la comunidad organizada, desde
la niñez a partir del momento mismo de la gestación, con controles maternos,
seguimientos de embarazo, nacimientos pautados, control médico, planes de
vacunación y asistencia materno infantil. Alimentación correcta, seguimiento
hasta el año de vida, control escolar, condiciones de vida con indicadores
presentes que impliquen el desarrollo pleno del niño hasta su edad escolar, con
apoyo sanitario en la escuela en exámenes periódicos hasta su finalización en
la educación sistemática, hacen de un pueblo una posibilidad de desarrollo
pleno en sus posibilidades de crecimiento y movilidad social ascendente. La
prolongación de los sistemas de apuntalamiento de la salud en la vida laboral,
ámbito de seguimiento y detección precoz de patologías, en la etapa media de la
vida, con medidas de higiene y seguridad en el trabajo, eliminando las
posibilidades de enfermedades profesionales y siniestralidad laboral, para
llegar a la etapa plena de la llamada tercera edad con el menor índice de
deterioro posible para gozar de una vejez digna de ser vivida, es posible en
una acción planificada a tal fin.
Esa
concepción, es una cultura asentada en la organización social a la cual está
destinada, que debe ser de participada en forma activa en la comunidad en la
cual se referencia, ya que conoce íntimamente las prioridades sanitarias de su
lugar de referencia. Esa organización naturalmente diferente en ámbitos rurales
y urbanos, respetando las características endémicas de las provincias
argentinas y con respuestas puntuales de los sistemas de abordaje a la
preservación de la salud del pueblo. Un país justo es aquel que tiene en su
despliegue territorial los mismos indicadores de salud en cada rincón de la Patria , eso es justicia
social, es concepto central en la medicina social.
En ese
sentido sin dudas se avanzó en los últimos años con obra pública, que operó
sobre la salud de la Nación ,
con agua corriente donde no la había, cloacas eliminando el riesgo de
contaminación de napas subterráneas, viviendas sociales aún escasas por la
demanda contenida por décadas de inacción, pero en proceso de construcción
plena, mas la asignación universal por hijo que reinsertó al niño a la escuela,
ámbito natural de socialización y con cumplimiento de la plantilla de
vacunación, para acceder al derecho social. Esas medidas realizada, por fuera
del ámbito específico del ministerio de salud, que se erige por etapas, como
herramienta de propiedad médica, en esa desviación neoliberal que transforma el
tratamiento de la enfermedad, como eje excluyente del sistema sanitario.
La
enfermedad es un negocio desde el punto de vista del lucro, en los sectores de
la medicina privada y siendo la salud y su preservación como política
prioritaria, es contraria a esos objetivos económicos y favorable a los
sistemas solidarios de salud.
De ahí
que la industria farmacéutica y el avance indiscriminado de la tecnología
médica, han hecho de la relación médico paciente una máquina de de recetar y
solicitar estudios, antes que una valoración semiológica plena de las
circunstancias que determinan los síntomas y signos de la enfermedad, que sólo
se logra interrogando, revisando, explorando el cuerpo del paciente antes que
la receta rápida y el estudio de última generación. Volver al médico reflexivo
y de diagnósticos diferenciales que justifiquen su accionar, que dirijan y
orienten al paciente, que expliquen los pro y los contra de los tratamientos,
implica una política que va desde cambiar las currículas de formación en la
universidad, hasta la formación permanente durante su vida profesional, lo
mismo que el personal auxiliar de la medicina desde la enfermera al camillero,
desde el ambulanciero al agente sanitario, en una tarea a planificar y
jerarquizar en su accionar.
Los
sistemas solidarios de atención de la enfermedad han sido fragmentados e
intrusados por los sistemas de lucro, en una acción desarrollada a través de
créditos del Banco Mundial, que llevó al gerenciamiento del PAMI, las prepagas
dentro del sistema de obras sociales por la desregulación de las mismas, al
kioscado de servicios (por ejemplo resonancia magnética privada y laboratorios
de análisis en ámbito hospitalario) en los hospitales públicos y deterioro
paulatino de los institutos provinciales, que han generado una diáspora de
atención e injusticias regionales, que hacen desde la expectativa de vida del
niño al nacer, según la región, una diferencia social absolutamente injusta.
Cuando
el eje de la salud pasa por el financiamiento como estructuración de las
políticas a largo plazo, entramos por la ventana a una discusión que nos
debemos sobre un plan nacional de salud solidario e integrado, donde los
recursos de la solidaridad estén preservados para ese único fin al cual aportan
los trabajadores activos y pasivos del país, parte sustantiva de los cuales,
contados en miles de millones, son captados por los sistemas de prepagas,
verdaderos negocios de lucro, a costa de los sistemas solidarios de salud .
Entre
el sector público hospitalario que atiende 17 millones argentinos, los
institutos provinciales que suman 6 millones, las obras sociales que dan
cobertura a 16 millones, el PAMI con otros 6 millones y sumando mutuales y
cooperativas, como se observa la cuenta total, por la suma que supera los
últimos censos de población, demuestra los entrecruzamientos que son moneda
corriente y que pese a los aportes no logra una atención comunitaria plena. En
ese sentido que la industria farmacéutica conlleva el 31% del gasto en salud,
en un verdadero disparate social que no ocurre en ningún lugar del mundo.
Debemos agregar además que 2,5 millones de personas están en las prepagas
recientemente reguladas por ley, pero sin evitar la intrusión en los sistemas
solidarios, de los cuales se nutren, sin aportar al APE (administrador de
programas especiales conformado por el 15% del aporte de los trabajadores que
se suma al 3% del salario, en forma solidaria para el PAMI), lo cual significa
un verdadero vaciamiento económico de recursos solidarios, destinados a la
salud con aporte de salario diferido.
Cerrar
con imaginación y creatividad, los sistemas solidarios sobre si mismos,
excluyendo los sistemas de lucro, de cara a la medicina social del siglo XXI,
implica un proceso de construcción por etapas de complementación en áreas
críticas como alta complejidad, medicamentos de alto costo y baja incidencia,
discapacidad, programas especiales sin financiamiento actual como fertilización
asistida y cirugía bariátrica, leyes correctas desde el punto de vista médico
pero inviables sin el financiamiento adecuado. El sistema solidario debe cerrar
una mesa de cuatro patas con el PAMI, los institutos provinciales, las obras
sociales sindicales y el sector público hospitalario que vaya complementando
esas áreas, sin perder identidad, con planificación compartida en lo
estratégico, con protocolos comunes de tratamiento, con carrera médica
compartida, sistemas de control y seguimiento informático comunes que incluyan
historia clínicas, recuperando recursos de las ART y los seguros de terceros
por descuento automático como realiza hoy el hospital público sobre las obras
sociales, entre otras medidas de apuntalamiento paulatino de reconstrucción de
los sistemas solidarios desvastados por la lógica economicista neoliberal.
La
inversión total en salud en el país es de 122 mil millones de pesos, de los
cuales casi 30 mil son de obras sociales de trabajadores conveniados, 17 mil
del PAMI también de aporte solidario con
la misma cifra en los Institutos Provinciales, lo que determina que mas del 50%
del gasto en atención de la enfermedad proviene de los sistemas solidarios. En
ese gasto anual participa el sistema privado de prepagas en un 25% para atender
a menos del 10% de la población en forma directa, mientras mas del 90% de
nuestro pueblo se atiende por los aportes solidarios y gastos de bolsillo que
no son menores a la hora de la enfermedad.
El
desafío entonces se da en el marco de la planificación sanitaria nacional y
federal, participativa y solidaria, en la cual los actores actuales interactúen
en un Consejo Nacional de la Seguridad Social , que es deseable sea por ley y
que fije pautas desde el arancelamiento de los prestadores hasta la
protocolización médica de los tratamientos, con inversión plena en la
prevención y apuntalando la medicina social desde el médico de familia hasta la
alta complejidad. Nuestro país tiene el recurso humano necesario para hacerlo,
tiene instituciones aptas para administrarla, tiene experiencia en cubrir la
demanda y tiene una cultura en el seno del pueblo que lo hace viable en el
largo plazo, recuperando la concepción carrillista enterrada por la lógica del
pensamiento neoliberal.
*CABA, 14 de septiembre de 2011
jorgerachid2003@yahoo.com.ar
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