MATRIMONIO GAY



(*) Agustin Rossi

Cámara de Diputados de la Nación
Debate sobre el matrimonio de personas del mismo sexo
Discurso del Diputado Nacional Agustín Rossi

Sr. Rossi.- Señor presidente: como muchos otros bloques, el nuestro también tiene entre sus integrantes posiciones diferenciadas. Gran parte de nuestros diputados va a acompañar el despacho de mayoría, y un grupo de diputados ya ha expresado que se manifestará en contra. En este caso, abusando de mi rol de presidente de bloque, voy a representar con mi discurso solamente a los diputados que vamos a votar afirmativamente el despacho de mayoría.

Siento como en algunas otras oportunidades en los últimos tiempos –dos en este Congreso y una en la Casa de Gobierno que estamos dando un paso trascendente. La sensación que tenía esta mañana cuando me levanté fue la misma que sentí el día que veníamos a votar la estatización de las AFJP. La verdad es que entendía y sentía en ese momento que estábamos desarmando una de las trampas más difíciles desde el punto de vista financiero que nos había dejado la década del 90.

Lo mismo sentí cuando vinimos a tratar la nueva ley de medios de comunicación audiovisual. Sentía que era un tema postergado durante muchísimos años en la Argentina, que siempre andaba por los suburbios de la democracia, que en algún momento había habido algún intento pero nunca una decisión política trascendente de cambiar un sistema claramente injusto y monopólico, una situación que en silencio tolerábamos desde la política sabiendo que había un poder que estaba por afuera, que no tenía ningún tipo de legitimidad social ni de legitimidad electoral. Sabíamos que existía, que siempre estaba y al cual había que respetar. Empezaba a ser desmontada aquella vieja frase de que “para hacer política hay que arreglar con”. De lo contario, no se podía hacer política en la Argentina.

Creo profundamente que cuando uno avanza en ese tipo de decisiones no piensa en uno mismo o en su pasado sino en una Argentina y una sociedad distintas que pretende diseñar.

Cuando uno participa de estas sesiones siempre existen tensiones por ver si conseguimos los votos y todo lo que rodea al rol del diputado, por lo que a mí en términos personales me cuesta aflojar los sentimientos. No me pasó eso el día que escuché a la presidenta de la Nación anunciar la decisión de avanzar con la asignación básica universal, porque sentí con muchísima alegría que empezábamos a construir una Argentina distinta y una sociedad distinta, que empezábamos a generar nuevos derechos y a otorgarles derechos a los que no los tenían.

En esta sesión siento que con esta sanción del dictamen de mayoría vamos a igualar derechos. Estamos dándoles derechos a los que no los tienen, y lo estamos haciendo de la manera más genuina en que desde la política se puede avanzar.

Siento también que cualquier otro camino que hubiésemos elegido no habría resuelto el problema, pues lo que se proponía como alternativa no clausuraba la discusión. La unión civil era un estadio intermedio, y además con todo el debate previo sobre este tema, ya las palabras no representan lo mismo. No es lo mismo la unión civil sancionada por la Legislatura de la provincia de Buenos Aires en el año 2000, que debatir sobre ella en este Congreso de la Nación en el año 2010. Hay diez años más de lucha, de demandas y de reclamos. (Aplausos en las bancas y en las galerías.)

Las palabras en sí mismas representan cosas: las palabras incluyen o excluyen, integran o aíslan, mantienen el statu quo o significan un avance. A pesar de la buena voluntad de algunos, no era lo mismo hablar de unión civil que de matrimonio. Era seguir estigmatizando, era seguir diciéndoles “son distintos, ustedes pueden hasta acá, el resto está reservado para nosotros, para ustedes es esto”. (Aplausos en las bancas y en las galerías.)

Yo me alegro por todo este debate, por todas las expresiones y los puntos básicos de coincidencia. Cuando uno llega a una situación como esta hay que cristalizar la decisión política lo más alto posible.

No es que hace muchos años pasaban cosas gravísimas, no es que fue en los siglos XVII, XVIII o XIX. En los 80 los homosexuales en el mundo fueron declarados la primera población de riesgo del HIV y volvían a recibir la estigmatización del conjunto de la sociedad.

En el año 1994, monseñor Quarracino –en su momento presidente de la Conferencia Episcopal , en un programa que tenía en la televisión pública, decía y lo voy a leer porque, si no, no se termina de dar verdadera magnitud al debate : “Yo pensé si no se puede hacer acá una zona grande para que todos los gays y lesbianas vivan allí; que tengan sus leyes, su periodismo, su televisión y hasta su Constitución; que vivan como una especie de país aparte, con mucha libertad. Podrán hacer manifestaciones día por medio, podrán escribir y publicar. Yo sé que me van a acusar de propiciar la segregación. Bueno, pero sería una discriminación a favor de la libertad, con toda caridad, con mucha delicadeza y misericordia. También tengo que añadir que así se limpiaría una mancha innoble del resto de la sociedad.” Esto, señor presidente, era dicho hace quince años por el principal vocero de la jerarquía de la Iglesia Católica argentina.

A eso se opuso algún grupo de diputados y en ese momento se opuso fuertemente la Comunidad Homosexual Argentina. Relatar la historia de los inconvenientes de la CHA para conseguir su personería jurídica en la Argentina de entonces es toda una historia en sí misma. Fueron innumerables, las distintas negativas para que la Comunidad Homosexual Argentina pudiera obtener su personería jurídica. Ese pensamiento existe. Ahora quizá esté más escondido y tal vez no tenga la posibilidad de salir a la luz.
Entonces, lo importante es que cuando existen estas instancias de avance y estos niveles de consenso nosotros consolidamos nuestros máximos de libertad y de igualdad de derechos. Tenemos que animarnos claramente a ir por todo lo que se puede hacer. (Aplausos prolongados.)
Por eso, es necesaria la coincidencia de la mayoría, que es en lo que mayoritariamente vamos a coincidir, pero seguramente si hubiésemos logrado mayor nivel de consenso sería mucho más contundente.
Las mayorías, es decir, nosotros, los heterosexuales, tenemos que tener sabiduría y coincidencia para poder integrar a las minorías. Es muy injusto decir: “Yo tengo el poder y yo desde mi poder te digo: ‘vos no podés’”. Es inexplicable cuando uno se para ante alguien e intenta explicar por qué no, o intenta explicar la diferencia entre unión civil y matrimonio, y termina diciendo: “¿Y unión civil por qué? Porque sí.”, porque no termina de haber argumentos, salvo el de la imposición, salvo en el fondo del decir...
- Aplausos en las galerías.
Todas las situaciones conllevan a este tipo de cuestiones. Las personas con discapacidades tienen que luchar contra sus barreras arquitectónicas para sentirse iguales. Luchan, tienen sus organizaciones, y nosotros, a veces, después de muchísimo tiempo, tenemos la sensibilidad de incluirlas, de integrarlas y de romper las barreras, aunque a veces tampoco lo terminamos de hacer.
Los que son parte de una minoría sexual tienen el derecho. Nosotros, si nos dimos cuenta de que existe un problema, tenemos el deber de otorgarles ese derecho. Tienen posibilidad de gozarlo.
La historia no empieza aquí ni tampoco termina hoy. Eso lo han dicho muchos oradores, y es así. Cada vez que un homosexual se “desnuda” frente a la sociedad, es todo un momento de tensión, porque ya es prejuzgado. Ellos lo definen como “salir del armario”: le dicen a sus amigos, a sus compañeros de trabajo, que son homosexuales, lo que implica toda una tensión.

¿Saben cómo se expresa la tensión en los seres humanos? Con nervios, con angustia, con transpiración en las manos. Le preguntan: “¿Por qué te pasa todo eso?” Porque tienen miedo al rechazo, porque permanentemente están buscando niveles de aceptación. Y tienen miedo al rechazo porque vienen de una historia de sojuzgamiento. Esta es la verdad.

Le decía recién a un grupo de compañeros que habría que haber terminado el debate después del discurso del señor diputado Cuccovillo, porque cuando más que un discurso hay un testimonio... (Aplausos prolongados)... las cosas se simplifican muchísimo.

Pero tengo que decir al señor diputado Cuccovillo que él tiene la suerte de poder decirlo. ¿Cuántos padres se niegan a reconocer que tienen hijos homosexuales? ¿Cómo ayudamos nosotros a esos padres? ¿Cómo les resolvemos el problema a ellos, que son heterosexuales? No piensen en los homosexuales. Piensen en los padres de los chicos homosexuales, que son heterosexuales. (Aplausos.)

¿Cómo hacemos? ¿De qué manera? ¿Marcándoles nuevamente que tienen hijos distintos, que tienen que seguir escondiéndolos, que tienen que meterlos dentro del placard nuevamente? La verdad es que me parece muy injusto, pero más injusto me parece porque todos sabemos y nos damos cuenta de qué estamos hablando, porque en algún momento quizás los dogmas, las convicciones, todas las cosas podrían haber tenido un peso. El oscurantismo podría haber tenido un peso.

Pero ahora todos sabemos de qué se trata y la verdad es que tampoco se trata de algo tan alejado. Viven con nosotros. Son hijos de nuestros amigos. Suben al ascensor con nosotros. Viven en el mismo departamento. ¿Por qué discriminarlos? ¿Por qué no darles una mano? ¿Por qué no ponerlos al frente de la situación? ¿Por qué no dar un ejemplo contundente y avanzar hacia adelante? No se puede cristalizar en situaciones de desigualdad cuando uno tiene la potencialidad de ir para adelante. Es así. No le den más vuelta a la cosa.
- Aplausos en las galerías.

Sr. Rossi (A.O.).- Señor presidente: voy dar lectura a dos extractos del libro “Historia de la homosexualidad en Argentina”, de Osvaldo Bazán. El primero de ellos es una parte del discurso de Alicia Pierini, cuando cerraba el debate sobre la unión civil en la legislatura porteña.

Dice así: “Como cristiana me guío por la luz del Evangelio, por el ejemplo de Cristo. El Evangelio me enseña que Dios es amor y que no condiciona al amor, mientras sea tal. El Evangelio me enseña a amar al prójimo sin imponerle condiciones a ese prójimo. En mi conciencia puse, en uno de los dos platillos de la balanza, a la enseñanza de la doctrina de la Iglesia, que es mi Iglesia, a la que pertenezco, que sé que está en contra de este proyecto explícitamente. Y en otro platillo puse mi propia fe. Decidí correr los riesgos de la fe, porque creo que esa es una conducta cristiana. En el Evangelio encuentro la Verdad Trascendente y el amor de Cristo, mientras que en la historia de la propia Iglesia he visto muchas veces el error humano. Entonces, por razonamiento jurídico, por convicción progresista, y también desde mi fe, mi voto individual es afirmativo.” (Aplausos prolongados.)

Para terminar, voy a leer el epílogo de este libro de Osvaldo Bazán, donde está incluida la anécdota a la que hizo referencia Alejandro cuando habló, y que contaba Luis Cigogna.
Voy a leer algunos de los párrafos. Discúlpenme si la lectura resulta desordenada, pero me parece importante.
Dice así. “Y algún día, finalmente, se habrá de saber la verdad tan celosamente guardada: la homosexualidad no es nada. No lo era en un principio y no lo será en un futuro. Cuando saquemos del medio todos los incendios y todas las torturas y todas las mentiras y todo el odio y toda la ignorancia y todo el prejuicio, descubriremos que no hay nada.
“Aprendimos a mentirnos primero”, habla de ellos, los homosexuales, “a mentir después. A escondernos, a desvalorizarnos, a despreciarnos. A no confiar en nuestra familia más cercana (sostengo que es imposible para cualquier heterosexual, incluso el más abierto, saber lo que eso significa. Los nenes negros, los nenes judíos, siempre tuvieron en su casa un lugar en donde resguardarse de las estúpidas ofensas externas. El primer lugar en donde un nene homosexual es ofendido es su propia casa. Tu hijo, ¿cuenta con vos?). A no hablar. A aceptar resignadamente que las cosas son así. A avergonzarnos de cada gesto íntimo.
“No era nada y después fue pecado (no fue Dios, fue un grupo de personas el que lo decretó) y después fue una enfermedad (tan arbitraria que un día dejó de serlo) y también fue un delito (usado siempre discrecionalmente). Y después fue todo junto: pecado, enfermedad y delito. ¿Cómo reaccionar teniendo en contra la religión, la ciencia y el Estado?
“El día en que nació el concepto de “orgullo gay”, comenzó a frenarse la injusticia.”
Osvaldo Bazan hace una ironía: “El mundo está demasiado raro: los hijos gay son los que tienen que terminar entendiendo a sus padres. ¿Cómo pueden pedir eso?”
Termina diciendo que sueña con este diálogo: “ Viejos, quería decirles que estoy de novio. -¡Qué alegría, nene! ¿Con un chico o con una chica?” (Aplausos en las bancas y en las galerías.)
Con muchísima alegría adelanto mi voto afirmativo y el de muchos compañeros de mi bloque. (Aplausos en las bancas y en las galerías.)

FUENTE : http://elblogdeagustinrossi.blogspot.com

Comentarios