MALDITA TONOMAC


El vigia
Volveremos!
*Por Alejandro Fernandez
Malvinas cada tanto duele, en especial por las mañanas. En particular si esas mañanas destellan escarchas antigravitacionales… de esas que no entendés como carajo penden de la nada misma. En especial si el sol aún no asoma sus rayos, lo cual en esta época sucede casi llegado el mediodía, eso si acaso no esta nublado.
Los recuerdos que vienen a mi mente son difusos, tal vez sean las ganas de olvidar ciertos episodios, quizás solo sea el paso de los años… pero están, y cada tanto vuelven.
Aquella madrugada del 2 de Abril comenzó como casi todas las mañanas en familia. Mi vieja solía levantarme tipo 6:30, eso me daba tiempo suficiente para prepararme y esperar el colectivo escolar. El recorrido era corto, pero las calles se tornaban imposibles con el hielo. La verdad hinchaba un poco las pelotas levantarse con ese frío, ¡me cago en Sarmiento!… como se nota que no vivió en Río Gallegos.
Esa mañana fue distinta, algo provocó que nos despertemos mucho más temprano.
Nuestra casa era pequeña, una de esas casas FONAVI que apuntaban al hacinamiento más que a la comodidad, una más en un barrio obrero. Calculo que Le Corbusier hubiera muerto del espanto, pero allí se desarrollaron algunos de los mejores años de mi vida.
El Barrio era y es conocido como el 366, curiosa costumbres de identificar por la cantidad de viviendas. Hubo así un 499, un 400 departamentos, un 40 viviendas y la lista sigue. En si, un símbolo más del desarraigo que se hace carne en la inmensidad de la Patagonia Sur.
Fue una puteada de mi viejo la que atravesó las delgadas paredes, y de fondo una suerte de marcha que jamás había escuchado hasta ese día.
Tras su manto de neblinas distorsionaba frecuencias en la vieja Tonomac.
Mi viejo salio casi corriendo esa mañana, el camino era largo, llegar a cualquier campamento de YPF era una travesía. Ripio, nieve, viento, camionetas flojas de papeles y amortiguadores… y nadie hablaba de stress por aquellos tiempos. En realidad, se hablaba poco por aquel entonces.
Yo estaba en 4º, el famoso 4º B., famosos por quilomberos y llevar revistas del sindicato a clase. Debo reconocer que era algo casi suicida, pero yo las llevaba igual.
Cuando entre al Colegio esa mañana – el Glorioso Salesiano de Río Gallegos -  todo era un hervidero. Los hijos de militares, nuestros compañeros y amigos del cole, traían más noticias. Debo reconocer que esa mañana me entere de la existencia de Malvinas. Para que voy a mentir, es así.
¡Tomamos Malvinas!
Dijo el Patón Silva, uno de los mejores jugadores de chupi* que conocí en mi vida. El no era hijo de milicos, pero tranquilamente podría haberlo sido. Todos eran hijos de militares.
¡Bien! dije yo, imaginando una escena de Tora! Tora! Tora!, una de las tantas películas sobre la Segunda Guerra que inundaban la pantalla del único canal disponible en mi ciudad.
Alguien, quizás un profesor (tal vez la vieja de Sociales), tomó la palabra en el izamiento e intento explicarnos lo que sucedía. (?)
Recuerdo entonces gritos infantes, uno que otro ¡Viva la Patria! y rostros desencajados de horror de algunas maestras.
La imagen de Tora! Tora! Tora! ya no resultaba tan atractiva, era pendejo pero tenía muy claro la diferencia entre ficción y realidad.
Luego el vacío, la soledad, los panfletos inundando las calles de mi pueblo, los gurkas, una gringa mostrando las tetas en la partida de la flota imperial…los oscurecimientos, los simulacros, la guardia civil golpeando la puerta porque un pequeño haz de luz se colaba por nuestra mirilla… y las ventanas encintadas, esas malditas cruces de cinta que prolijamente marcaban cada rincón del horizonte.
Pasaron los días, no tantos ya que la guerra fue un sangriento suspiro, y un deshilachado Teniente se presentaba ante nosotros. Ante el famoso 4º B.
Intentaba explicarnos no solo la gesta heroica (la de otros ya que el escondía el culito en continente) sino que, además, venía a indicarnos como proceder ante un bombardeo.
Primer paso:
Arrodillarse bajo los pupitres, la cabeza entre las piernas, ambos brazos cubriendo oídos y enlazándose en el cuello.
¡Mierda como olvidar eso, si lo repetían hasta el hartazgo!
Segundo Paso:
Luego la huida cronometrada a una suerte de bunker armado en el sótano del colegio.

¡3 minutos! ¡Están todos muertos! ¡Vamos de nuevo!

Y así pasaban nuestros días.
Se decía casi en susurros que Río Gallegos estaba considerada Zona de Guerra, que el Comando Central la contemplaba como una baja probable.
Los vecinos colgaban banderas, gritaban loas a Galtieri. ¿Pero cómo? ¿los milicos no eran unos hijos de puta?. Mi viejo no encontraba palabras… no hacía falta. La confusión era devastadora.
ATC decía que estábamos ganando… y por goleada. Clarín titulaba: “Euforia Popular”.
Un panfleto rezaba: “La desinformación pirata” mostrando a un marino ingles vestido como turista en el caribe. Y la arenga, esa arenga constante ¿hacia donde? ¿Hacia que?
Luego el dolor, el espanto, el horror inocultable… los pibes dando su vida, los oficiales especulando a miles de Kilómetros. Pero esa parte de la historia ya la conocen todos, hoy solo quería recordar con Uds. Algunos fragmentos que vuelven a mí cuando recuerdo Malvinas.

¡Honor a nuestros héroes! Pero solo a ellos. ¡Volveremos!

* El tipico juego de figus, que consiste en dar vuelta las mismas golpeandolas con la palma de la mano.

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