LOS MORDISQUITOS DE HOY





*Por Mónica Oporto

Mordisquito”, era el nombre con el que Enrique Santos Discépolo había bautizado al interlocutor   opositor recalcitrante, incapaz de ver ninguno de los logros obtenidos por el gobierno de Perón.

Insuperable Discépolo. Pasaron los años y sigue tan vigente. Cuando él escribía aquel conocido personaje, un gobierno había dado el espacio para que emergieran los invisibles, los postergados.

Hoy, cuando un gobierno nuevamente acelera los cambios que integran socialmente a los sectores castigados, postergados aparecen los aggionardos Mordisquitos, los que en el decir de aquellos de Discépolo, eran cipayos y vendepatrias, es decir,  los que deseaban mantener a la Argentina dentro de la órbita económica de los Estados Unidos y Gran Bretaña, los que integraron la Unión Democrática. Los mismos que no se bancaron el avance incontenible de la masa, el “aluvión” concreto del subsuelo que emergió y se consolidó en cada medida del gobierno de Perón. De ese gobierno que tuvo la capacidad de apreciar con sensibilidad las necesidades de la clase trabajadora y promover las medidas pertinentes a favor de la recuperación de la Argentina y a favor de los trabajadores.

Aquellos Mordisquitos se burlaron, criticaron con prepotencia, deformaron y mintieron sobre la realidad de la Argentina, haciendo gala del gataflorismo más absurdo y suicida con que dejaban bien en claro que el objetivo de los “Contreras” era imponer la doctrina del “cuanto peor, ¡mejor!”. Es decir, cuando peor le fuera al país, mejor ellos que se regodeaban del fracaso del país. Se alegraban cuanto más podían impedir o estropear cualquier medida que beneficiara al pueblo. A esos Discépolo los retrató en sus charlas radiales.  

Hoy, cuando nuevamente un gobierno con la sensibilidad y en cumplimiento de un programa de gobierno verdaderamente nacional y popular, nuevamente vuelca todos sus esfuerzos para que se concrete en beneficios populares, nuevamente aparece el coro de Contreras, que hacen cosas muy similares, pero hoy se autodenominan con el eufemismo de “la oposición”,  que no quiere decir nada porque, de tan amplio que es el término, es ambiguo y cobarde.

Y también, como entonces, actúan desde las sombras (que ahora se llaman medios de comunicación)   dando zarpazos, y la intención es la  misma: lograr que cuanto peor, mejor, pero ¡eso sí!,  disfrazando sus acciones de filantropía popular…

Veamos una de las agudas observaciones de Discépolo, cómo quedarían si las dijera hoy.  Vas a ver que casi no hay diferencias, porque los objetivos siguen siendo estar contra el país.

Mirá:

¿A quién le llevás la contra?. Antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás. ¿Y por qué protestás? ¡Ah, no hay te de Ceilán! Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, a pesar de que vos protestabas que no iba a haber y que íbamos a tener que importarla. Leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta.  Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteás un problema de Estado porque no hay te de Ceilán. Ahora las jubilaciones volvieron a ser tuyas, Aerolíneas es Argentina… ¡pero no hay te de Ceilán!.

El país empezó a caminar de otra manera, sin que lo metieran en el andador del FMI o del ALCA; antes no había nada de nada, ni dinero, no había reservas en el Banco Central, las AFJP se jugaban la guita de los jubilados a la timba financiera, no había asignación universal por hijo, y vos no protestabas nunca, vos te conformabas con una vida de araña.

Mirá, la tuya es la preocupación del resentido que no puede perdonar la patriada, que no puede hacer y nunca hizo y no se aguanta que el gobierno de Cristina lo haya hecho.

Cuando en el 2001 las colas se formaban no para tomar un ómnibus o comprar un pollo, como ahora, sino para pedir angustiosamente un pedazo de pan en una Argentina vergonzante. Entonces vos veías pasar el desfile de los desesperados y no se te movía un pelo, no.

Es ahora cuando te parás a mirar el desfile de tus hermanos que se ríen, que están contentos… pero eso no te alegra porque para que ellos alcanzaran esa felicidad, ¡ha sido necesario recuperar un país, ese mismo país que vos rifabas con total despreocupación!.

Y vos seguís buscándole la hipotenusa al teorema de la cucaracha.

Pero dejame antes aclarar una posición: yo no discuto porque crea que tengo toda la razón del mundo. Al contrario, discuto porque creo que vos no tenés ninguna.

Protestás porque te parece elegante, lo hacés como una actitud.

Hay personajes que consideran que un actitud elegante en la vida es la de ser invitado a un programa de TN, otros sosteniendo que son “progres” pero alineados con la derecha más recalcitrante haciéndole el juego. También hay señoras que se creen con derecho a pasearse como ejemplo de “buena posición ideológica” y “buen hablar”.

A vos te repujó en la cabeza la idea de que la posición fundamental es negar, desconocer, decir que no. Y regalás la apariencia de un hombre que tiene ideas, de una mujer que tiene ideas, nada mas que porque se oponen a todo. Y es que la verdad es que negás porque, en realidad, no tenés ninguna idea.

Escondés tu conciencia frente a la realidad de los hechos y seguís soplando contra el ventilador para no reconocer que la erraste.

Querés sostener esa pirueta tuya de resentido, inventás argumentos de manteca. Si, argumentos que se derriten a la luz de la evidencia más chiquita.

Te molesta -¡lógico!- esa felicidad preciosa de la gente que cree en lo que ve todos los días. Esa realidad que vos querés estropear buscando siempre el pelo en la sopa.

 


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