LOS CHICOS DE “LA LECHERÍA” O LA NO INCLUSIÓN EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES



 (*)Por Susana Pussacq

Hasta hace un año, entre el barrio de Villa del Parque y La Paternal de esta Ciudad de Buenos Aires gobernada por un Ingeniero sin demasiadas nociones de lo que significan la integración, la inclusión y la igualdad de posibilidades, se levantaba un asentamiento conocido como “La Lechería”.

Éste fue en otros tiempos una fábrica de productos lácteos, de ahí su nombre actual, que quebró en la época del 70 y quedó vacía.

En 1981 el inmueble comienza a ser ocupado por familias provenientes del interior (especialmente de Santiago del Estero, Salta y Misiones) y por inmigrantes de países vecinos.

Allí vivieron por más de 20 años más de 250 familias en condiciones sumamente precarias. El hacinamiento, la falta de cloacas, de gas, el agua en mal estado, las conexiones eléctricas improvisadas y las condiciones edilicias en general con factores que, junto con la pobreza estructural, pusieron en riesgo de manera permanente la vida de sus ocupantes a lo largo de los años sin que ninguno de los gobiernos de la Ciudad tomaran cartas en el asunto  para hacer más digna la vida de estos ciudadanos y habitantes.

Tampoco lo hizo quien prometió, con una sonrisa de dientes desparejos desde la pantalla que Buenos Aires… “va a estar bueno”…
Pero a estas condiciones de vida infrahumanas hay que agregar otra, quizá más grave por las consecuencias que conlleva a largo plazo.

Y esta es, la estigmatización que sufren los niños que vivieron hasta hace muy poco en el complejo. La marca de ser “de la Lechería”… y de ahora en más, la marca de ser “Los Derivados”…
¿Cuál es la breve historia de sus doce, diez, o menos años de vida en un asentamiento en plena Capital Federal? ¿Qué tuvieron que soportar estos chicos mientras permanecieron alojados en este “edificio”? ¿Y por qué ahora estamos a punto de conocerlos como “Los Derivados?

La mayoría de estos chicos concurren a la Escuela 21 “Rompehielos General San Martín”, otro edificio que al parecer, este joven de ojitos celestes olvidó cuando prometió que la ciudad iba a “estar buena”. Bancos rotos, ventiladores que no funcionan, salones sin ventilación, patios cubiertos para las clases de Educación Física en los cuales las aulas buscan desesperadas un poco de aire y , como broche de oro, techos que se derrumban durante el horario escolar …
A esa escuela, a esa donde muchas de las familias del barrio rechazan por la población que concurría, asisten “los chicos de La lechería”.

Mientras tanto, mientras los hijos de la pobreza soportan la mirada desconfiada de los vecinos y el olvido de las autoridades, los padres de “La Lechería”, comienzan a organizarse en Cooperativas con el fin de comprar terrenos para edificar sus viviendas.
El Estado Municipal les ofrece terrenos… en los confines de la ciudad.
Y lo que parecía una salida para una merecida mejor vida, se convierte en un nuevo infierno.

“Los chicos de la Lechería” son ahora “Los del micro”, porque un micro desvencijado los lleva y los trae desde y hasta el barrio donde fueron arrojados. Un barrio provisorio en el que viven mientras se construyen, algo más atrás los monoblocs que les servirán de viviendas definitivas. Un barrio provisorio en el que a determinada hora se apaga el generador y las familias se quedan a oscuras. Igual que en la cárcel …
Ahora, viven lejos de su escuela.

Se rompe así trágica y definitivamente el vínculo familia- escuela. Se corta la imprescindible comunicación entre ambos elementos que hacen que el niño sea visto como un todo, no como una parte a los ojos de la escuela o de la familia.

Lo más grave, lo más peligroso de toda esta historia es, que esta política de derivación del actual Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiende a naturalizarse para tener, desmembrado a este que debería ser un bloque: familia escuela.

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