LA HORA DE LOS PUEBLOS



*Por Guillermo Amor 

Viviendo se hace la historia y la propia lucha diaria rara vez deja ver su construcción… es cuando pasa el tiempo que se puede aquilatar la importancia de lo vivido. En algunos momentos fundamentales, críticos o cruciales se puede arriesgar opinión anticipada con la esperanza de hacer un análisis correcto. Hoy el mundo está viviendo uno de esos momentos y nuestra Patria, en ese mundo en cambio, está ante una decisiva oportunidad cuya singularidad e importancia ameritan el detenernos en el análisis.

Los propios errores, contradicciones e inhumanidad del “pensamiento único” lo han sumido en una derrota total y sin regreso. Ningún argentino puede negar, al menos enfrentado a su conciencia, los efectos que ese tipo de políticas tuvo en nuestro país. Ningún habitante del mundo, aún los privilegiados, pueden ahora desconocer de buena fe la falacia de los argumentos que sustentaron al neoliberalismo.

Una primera reflexión que deberíamos intentar para “elevarnos”, salir de lo diario y “mirar” la historia, es que la muestra palmaria de esa derrota, de ese rotundo desmentido al dios mercado, no significa solo una explicación a la presente crisis mundial sino la de toda nuestra historia. La vieja lucha de las provincias contra el puerto monopolizador de las rentas de aduana; de las nacientes industrias autóctonas contra las manufacturas inglesas; la patria contra la colonia; el pueblo contra la oligarquía; el país agroexportador contra un país de matriz diversificada, equilibrio y pleno empleo; una Latinoamérica Patria Grande contra la desunión de hermanos, separados para posibilitar el triunfo imperial, son todos aspectos, facetas y modalidades de una misma realidad: la lucha entre una economía al servicio del hombre y la mercantilización fetichista e inhumana.

La oportunidad que se presenta surge por dos aspectos únicos y novedosos y de muy diferente índole: 1) la “caída” relativa del imperio que, junto a la creciente unión sudamericana, augura una mayor libertad de movimiento y mejores condiciones para los cambios a realizar aún conservando una extrema prudencia y, 2) la creciente conciencia de los sectores progresistas del país y aún de muchos sectores normalmente indiferentes a sus intereses reales de por donde pasa el poder político real para permitir los cambios.

El abandono de fundamentalismos de izquierda y de veleidades “derechosas” del “medio pelo” nacional deben ir construyendo la fuerza política que aproveche aquellas condiciones externas para avanzar en la construcción del nuevo modelo. El gobierno nacional es hoy la mejor herramienta con que cuenta un pueblo dispuesto a cambiar definitivamente la historia. Su triunfo político por sobre una enfermiza diversidad, abonada por los beneficiarios del “status quo” ─ que solo ha servido para consolidar la dependencia ─ es la única respuesta coyuntural válida. Ese mismo pueblo en “edad de razón” es la garantía de que cualquier gobierno, con las buenas y malas que pueda conjugar, no se aparte del sendero deseado. Se podrá confiar más o menos, se podrá acordar en mayor o menor medida, pero debemos poder evaluar los tiempos que vivimos para concluir en que no es tiempo de obcecaciones y pequeñeces y sí de que nos iluminen los reales intereses de la Patria para ayudar y obligar al Gobierno Nacional a que aproveche esta Hora de los Pueblos y avance en pos de la victoria final.  

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